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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Británicos en España: el sol antes que el Brexit

Dos turistas, en Arroyo de la Miel

Néstor Cenizo

Es mediodía del lunes en Arroyo de la Miel (Málaga) y a los británicos que se toman la cerveza en las terrazas del centro, o a los que bajan a la playa a ponerse como un tomate no parece ocuparles el Brexit más de lo que les preocupa el Eslovaquia-Inglaterra. “No sé mucho de esto”, es la respuesta de Allan Melville. Y así muchos, lo que quizás sea una muestra de la penitencia con la que carga la Unión Europea: si ni siquiera parece importarles lo esencial (ser o no ser UE, estar o no estar), ¿cuál es el sentido de todo esto?

Porky Pie's es un rincón de inconfundible aroma inglés que dirige Graham Clarke. El polo blanco que viste tiene dos emblemas: un cerdo ufano y rechoncho que sirve una pieza de pastel y el escudo del Málaga CF. Todo lo demás es puro inglés: los horarios son ingleses y la carta es tan británica como los suelos de moqueta: el corned beef pie es el plato estrella. Clarke, que lleva 12 años en España, no cree que si Gran Bretaña sale de la UE vaya a tener problemas. “Pagamos aquí nuestros impuestos y las cuotas a la seguridad social”, razona. Es el mismo razonamiento que hace Allan Melville: “Viviré en el mismo sitio y pediré un visado”.

John y Michele Lavin regentan el The Rima Bar, otro restaurante inglés a pocos metros del Porky Pie's. Los dos están a favor de la permanencia, aunque mientras seca los vasos John concede que su voto quizá sería otro si estuviera en las islas. La mayoría de sus clientes y amigos votarán por el Brexit “por la inmigración”, una queja que se repite entre casi todos los consultados. “Pero yo creo que si nos vamos de Europa también recibiremos inmigrantes. ¿Conoces la jungla de Calais? ¿Qué crees que hará la policía francesa si decimos que nos salimos? ¡Nos los mandará a nosotros!”, opina John. Como expatriados de larga duración debían registrarse para votar y no lo hicieron. La camarera sí puede votar, pero prefiere encogerse de hombros. No sabe nada del Brexit, ni le interesa.

Graham Clarke, Allan Melville y los Lavin son una pequeña parte de la importante comunidad británica de la Costa del Sol. Según los datos del padrón, 253.928 británicos residen en España, entre ellos 50.530 residentes en Málaga. Son la comunidad de extranjeros más numerosa de la provincia, lejos de la segunda, formada por 31.000 marroquíes registrados. Para los británicos, residir y trabajar libremente son derechos reconocidos por ser ciudadanos europeos.

“Todo dependerá del acuerdo al que se llegue y de la actitud que adopte la UE”

“Todo dependerá del acuerdo al que se llegue y de la actitud que adopte la UE”Ricardo Bocanegra es un abogado de Marbella que lleva décadas trabajando con ellos. En los años 90 fundó la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol, que se distinguió por batallar contra la lentitud con la que los gobiernos españoles reconocían los derechos después del Tratado de Maastricht de 1992. “Hoy esos derechos están más que conseguidos”, explica por teléfono. Sin embargo, una salida del Reino Unido los pondría de nuevo en cuestión. “Las consecuencias del Brexit son imprevisibles, porque todo dependerá del acuerdo al que se llegue y de la actitud que adopte la UE”, opina.

En ese caso, la concesión de un estatuto similar al de los ciudadanos del Espacio Económico Europeo (Islandia, Noruega y Lichtenstein) minimizaría los daños. Por el contrario, una actitud de castigo por parte de la UE podría provocar la adopción de criterios estrictos de residencia, trabajo e inversiones, y ello afectaría en primer lugar a los que ya residen o trabajan en España, a los que se les podría aplicar la Ley de Extranjería. Bocanegra cree que en ese caso la mayor parte de los trabajadores británicos en España se verían abocados a marcharse. Algo parecido podría ocurrir con los jubilados, que deberían aportar pruebas de solvencia económica: “Sería caótico”. Bocanegra confía en que se impondrá “el sentido común”, y que lo que conviene a todos es la permanencia del Reino Unido.

Otro de los derechos en juego es el de sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales. Un derecho al que los británicos “no han respondido como se esperaba”, según el abogado Bocanegra. Phillip Smalley es, sin embargo, un ejemplo de lo contrario. Fue candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Viñuela en 2015 y ya ha votado por el Brexit. “Creo que la UE es uno de los entes más corruptos del mundo. Si España no estuviera bloqueada con el euro tendría un futuro económico mejor”, dice a modo de explicación. “Es muy simple: ¿quién quieres que te gobierne? ¿La gente a la que votas como parlamentarios en Londres o los burócratas de Bruselas?”.

Smalley lleva diez años en España, y no encuentra “nada útil que pudiéramos perder”. Sólo reconoce un temor: “Cómo nos tratará el Gobierno español si nos salimos”. Para combatir esa inquietud menciona lo que gastan los británicos residentes. Un pastel demasiado goloso como para hacerles la vida más difícil.

“Ahora todo se decide Bruselas, y Alemania lo arruina todo… Otra vez”

“Ahora todo se decide Bruselas, y Alemania lo arruina todo… Otra vez”Sue Machan y Carol Sheppard son dos señoras en torno a los 60 años que, camino de la playa, lanzan una carga de profundidad: “Siempre nos ha ido bien estando fuera”, explica Machan. “Ahora todo se decide Bruselas, y Alemania lo arruina todo… Otra vez”, explica Sheppard.

Ambas muestran un resentimiento por las supuestas obligaciones impuestas a los británicos que otros evitan: “Hacemos lo que nos dicen, mientras que otros países buscan la forma de saltarse sus obligaciones”. Sheppard cuantifica el coste de la permanencia (30 millones al día, asegura): “¡Y no sacamos nada!”. Cree que las principales interesadas en la permanencia son las grandes empresas.

Este tipo de opiniones suelen tener el aval de los periódicos más populares. The Sun, el lunes: “We jez can't keep them off - EU cap impossible if Remain wins” (“No podemos dejarlos fuera – El límite a la [inmigración] europea no es posible si gana la permanencia”, aludiendo con un juego de palabras a Jeremy Corbyn). Daily Express: “New EU tax raid on Britain” (“Nuevo ataque impositivo europeo contra Reino Unido”).   

Sin embargo, entre todos los británicos consultados para este reportaje se repite una queja: no tienen información suficiente para comprender las consecuencias de permanecer o salir de la UE. “Cambiará muy poco”, aventura David Sáez, gerente de una franquicia inmobiliaria con un 60% de clientes británicos. “No tengo ninguna preocupación porque nadie me la traslada. Tengo clientes que llevan viniendo desde hace 30 años y que me dicen: ”¿qué va a cambiar, si no cambió cuando España entró en la UE?“”. Sáez dice alquilar viviendas a británicos que “vienen un martes y el miércoles están en Urgencias”. Eso, explica, seguirán pudiendo hacerlo. “Y sobre todo: nosotros tenemos algo que ellos no tienen: el sol está aquí”.

Estratégicamente situados a la salida de la estación de tren, sentados a la sombra, están Susan Farr, Patricia McCarthy y David Carnell. Junto a ellos, un atril de pie sostiene los inconfundibles folletos de los Testigos de Jehová, todos en inglés. “Si vives en la UE las pensiones se incrementan anualmente, y eso no pasa en Canadá o Australia. Pero nosotros no votamos. Nos atenemos a las normas, pero somos neutrales”, comenta Carnell, antes de concluir con una explicación sobre los asuntos terrenales y las voluntades divinas que justifica en Dios por qué ellos se mantienen al margen: “Nosotros no interferimos en los asuntos humanos”.

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