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Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

En Aragón sí se puede

Pablo Lópiz Cantó

Las posibilidades de convertir el ciclo electoral en un proceso democratizador contra la austeridad comienzan a agotarse. En Aragón, quizá, aún se pueda hacer algo contra este agotamiento. Pero hay que hacerlo.

Todo parece anunciar que el periodo de incertidumbre política asociado al desenfrenado ciclo electoral de este último año tiende a clausurarse en favor de las élites. Conforme tiende a cerrarse la, hasta hace poco, tan cacareada ventana de oportunidad, tonadillas que creíamos superadas vuelven a sonar familiares. La canción Victoria, de Def Con Dos, tras envejecer repentinamente con el 15M, ha vuelto a cobrar brío: “¡Victoria! / Gritan los vencidos cuando van hacia la horca / ¡Victoria! / Son los derrotados quienes cantan / ¡Victoria!”

Con el 15M creíamos haber superado la cultura de la derrota que la Transición había traído consigo. Nos parecía que nos alejábamos de aquellos filósofos que se lamían las heridas por una revolución que no había tenido lugar, pero también de los movimientos sociales que se habían acomodado en una marginalidad puramente resistencialista. Con el 15M abandonábamos el arte de disfrutar de nosotros mismos mediante la queja y la denuncia. Frente a la estética de la derrota, retornaba la política.

Junto a las apuestas electorales surgidas en el nuevo ciclo, primero con el Partido X, pero, luego, sobre todo, con Podemos, se nos presentaban nuevas preguntas: ¿cómo ganar? Y, sobre todo, ¿qué significa ganar? Ya no se trataba de persistir en la cómoda lógica de la denuncia, sino de construir eso que se dio en llamar “nueva política”, una dinámica de profundización democrática y de transformación real. Se trataba, en definitiva, de abandonar la posición subalterna gracias al reconocimiento de nuestra potencia colectiva.

Ahora, sin embargo, vemos cómo, conforme los procesos se bloquean, crece la sensación probablemente acertada de que quienes se encaminan, y nos conducen, hacia una derrota asegurada siguen, como el flautista de Hamelin, repitiendo su mantra absurdo: “¡Victoria!”.

Las previsiones se van cumpliendo, a pesar de que algunos no quieran verlo, obcecados como están en sus particulares, y delirantes, hojas de ruta. Y esto vale igual para Podemos y para Izquierda Unida.

El fracaso estrepitoso de Podemos en las elecciones catalanas estaba cantado, y no, no puede achacarse exclusivamente a la cuestión nacional. La primera precaución que se debe tomar en política es la de no echar balones fuera. Incluso el cinturón rojo de Barcelona se ha convertido en un cinturón naranja. Algo, alguna cosa, se habrá hecho mal.

Muchas voces lo habían venido advirtiendo. Un Podemos escasamente democrático y cerrado sobre sí mismo no podía esperar más que conservar algo del inicial impulso, pero en ningún caso crecer lo suficiente como para poner en jaque un régimen favorable a las élites. En esas condiciones, Ciudadanos, el lado oscuro del 15M, crecería por la derecha como el partido de la regeneración, depurado su discurso de toda problemática social y de cualquier proyección igualitarista. Pero, en este país, las voces críticas con los partidos parecen tener exactamente el mismo efecto que las profecías terribles de Casandra: que nadie las oye.

Así las cosas, la estrategia de la dirección de Podemos en Cataluña se ha demostrado nefasta. Y, sin embargo, esa estrategia se presenta, se sigue presentando, salvo por pequeños retoques cosméticos, como el modelo a seguir en el resto de los territorios a la hora de construir la candidatura que Podemos presentará a las generales.

Por su parte, Izquierda Unida, al menos por lo que ha demostrado en Madrid, persiste en sus dinámicas habituales. En esas dinámicas que tantos años de derrota le han aportado. Conforme se convoca la asamblea estatal de Ahora en Común, diversas facciones hacen el desembarco, como siempre a la gresca, convirtiendo Ahora en Común en el campo de batalla en el que dirimir sus diferencias, y logrando que los promotores en Madrid de la confluencia abandonen el proyecto.

Cualquiera que haya pasado por los movimientos sociales durante las dos décadas anteriores al 15M sabe que allí donde aparecía IU el proceso corría el riesgo de acabar siendo capturado para mayor gloria del partido. Esto, tradicionalmente, ha tenido un efecto inmediato: la huida de todos aquellos que no querían acabar siendo instrumentalizados. La insistencia de Alberto Garzón en convertir el espacio propuesto para la confluencia en un lugar en el que enfrentarse a Pablo Iglesias, como si de dos gallos de pelea se tratara, no hace sino poner una vez más de relieve esta utilización de los proceso colectivos para fines propios.

El panorama que se nos presenta no es nada alentador. Sin embargo, no todos los territorios funcionan según las mismas lógicas, y ciertas particularidades pueden en algunos lugares disponer un marco favorable para quienes trabajan contra la austeridad y por la democracia. Tal vez ese sea el caso de Aragón o, si no, al menos, el de Zaragoza. Como se apuntaba en este mismo diario, en Aragón el proceso de confluencia sigue en marcha.

Sin duda, la experiencia de éxito de una candidatura de confluencia ciudadana como ha sido la de Zaragoza en Común ha generado las condiciones para que en el territorio aragonés la confluencia ciudadana para las generales aparezca como posible. De hecho, incluso en el marco de cierre tendencial del ciclo político en favor de las élites que estamos viviendo es imaginable una candidatura de confluencia ciudadana, salida de un proceso de primarias abiertas, y avalada tanto por Zaragoza en Común como por el grupo municipal que está a cargo del gobierno del Ayuntamiento de Zaragoza.

Sin embargo, existen obvios obstáculos para que eso se produzca. En primer lugar, la difícil posición en la que se ha puesto a sí misma Chunta Aragonesista. Por un lado, gobierna junto al PSOE en la DGA, respaldando con ello a uno de los partidos del régimen que se pretende combatir; por otro, en el ámbito municipal viene desarrollando una dura oposición contra el gobierno de Pedro Santisteve, hasta el punto delirante de que, como ha ocurrido esta última semana, ha llegado a votar junto al PP y al PSOE una resolución que obliga a los ediles a asistir a actos con contenido religioso. El pulso que CHA sostiene con el gobierno municipal salido del proceso de confluencia ciudadana que configuró Zaragoza en Común introduce serias dudas acerca de su posible participación en un proceso de confluencia similar para las generales.

Por otro lado, mientras no se produzca eso que, de manera muy imprecisa, se ha dado en llamar un desborde ciudadano, nadie en su sano juicio querría enfrentarse en unas primarias a candidatos de IU o del Partido Comunista, puesto que ambas organizaciones se caracterizan por una férrea disciplina de voto y de partido que, a pesar de no representar el sentir mayoritario de la ciudadanía crítica, les permite copar casi cualquier proceso de elección interna. Los militantes de Podemos, si es que tal cosa existe, carecen de disciplina de voto y de partido, y ello hace que, a pesar de que en las generales Podemos barrería a IU, en una primarias internas probablemente se encuentre en posición de debilidad. Esto lleva a Podemos a anclarse en posiciones defensivas que, en último término, no hacen sino desgastar más su legitimidad y la de sus posibles candidatos.

Estos parecen ser los obstáculos más importantes para que se produzca un proceso de confluencia en Aragón. Se cuenta con la ventaja inestimable de que los sectores de Podemos más próximos a la dirección nacional, ya sea en su versión errejonista o en la más próxima a Iglesias, y que hasta el momento se han mantenido claramente opuestos a la confluencia ciudadana, no dejan de ser una corriente minoritaria en Aragón. Pablo Echenique, así como otras figuras visibles de Podemos Aragón, juegan, en ese sentido, un papel fundamental, y de ellos dependerá en lo fundamental lo que finamente suceda. También, por supuesto, dependerá de hasta qué punto las figuras que Podemos lleva actualmente en su lista de candidatos estén dispuestas a asumir un proceso muy discutible desde el punto de vista democrático. ¿En qué medida alguien como Perico Arrojo, que ha demostrado a lo largo de toda su trayectoria política e intelectual ser un referente en lo que a la defensa de los valores democráticos se refiere, está dispuesto a bloquear un proceso abierto y participativo de elección de candidatos para las generales en Aragón y para Aragón?

Sin duda, la realpolitik en la que los ciudadanos antes ajenos a estos lances nos hemos visto embarcados induce en todos nosotros miedos e inseguridades que hasta la fecha afectaban sólo a los profesionales de la política, a esos que querían mantenerse en el poder y reproducirlo. Las dudas de Podemos acerca de si arriesgarse o no a ir a unas primarias en las cuales sus candidatos pueden salir malparados frente a la disciplina de voto de un aparato como el de IU es comprensible, pero no por ello aceptable. Porque el horizonte se está tiñendo de negro. Una derrota en las próximas generales significaría el sufrimiento de mucha gente, especialmente de la más débil. No es tiempo de mostrar dudas. Si Podemos quiere ser el instrumento de la ciudadanía, tendrá que confiar en la ciudadanía. En que ésta apoyará a sus candidatos en unas primarias abiertas, transparentes y justas. No es tiempo de vacilaciones, sino de ser audaces y defender eso en lo que creemos: más democracia.

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