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La ofensiva de Mas sume a la izquierda catalana en la confusión ante el 25N

El PSC resume su "tercera vía" en el lema de campaña "federalismo". Foto: Efe

J. Ramón González Cabezas

Barcelona —

La formidable opa lanzada por Artur Mas sobre el espacio independentista amenaza con el doble efecto secundario de convertir al PP en el primer partido de la oposición y relegar a la izquierda a un papel casi irrelevante en la convulsa escena política de Cataluña. Los previsibles daños colaterales de la batalla abierta en torno al 11S apuntan en todos los frentes y ganan en intensidad a la vista de las contradicciones de los pronósticos y la voluminosa bolsa de voto indeciso y oculto que detectan las últimas encuestas.

En el arranque formal de la campaña del 25N, los sondeos persisten en anticipar la rotunda primacía del bloque soberanista vertebrado en torno a CiU y el hundimiento de los socialistas como alternativa de poder o fuerza bisagra. En plena ejecución de la drástica agenda de recortes del gasto público y la reducción de servicios, la bipolarización política entre dos grandes fuerzas conservadoras y la polarización del debate en torno a la cuestión nacional, puede agravar la crisis social en proporciones imprevisibles.

La aparatosa explosión del debate soberanista ha secuestrado prácticamente el debate social a pesar de todos los intentos de las fuerzas que compiten tradicionalmente en el espacio de la izquierda. La presencia de los candidatos Pere Navarro (PSC), Joan Herrera (ICV-EUiA) y Oriol Junqueras (ERC) en la cumbre de CCOO y UGT en Barcelona para reiterar el llamamiento a la huelga general del 14-N refleja la sorda disputa que se libra en el segundo plano de la gran contienda electoral.

La jornada de protesta volverá sin duda a resucitar la crisis como el problema más acuciante y dramático del país, pero la influencia de este hecho en las urnas es una incógnita. El desarrollo de la movilización sindical en la calle será en todo caso un test de importancia en el estado de ánimo del electorado, sobre cuyos hombros el propio Artur Mas ha añadido la carga añadida de unas nuevas elecciones en 2014, si fuera necesario para consumar sus planes. ¡Más madera!

Los socialistas, a contrapié

Cuando ni siquiera se ha cumplido aún el primer año desde el congreso de “renovación” del partido tras la era Montilla, el PSC acude a las urnas con el paso cambiado y una grave cojera producida por la falta de liderazgo, la desorientación programática y las discordias internas. La deserción del exconseller Ernest Maragall simboliza y consagra la ruptura política y emocional del partido con el clan político-familiar que en su día protagonizó la alternancia y el ensayo de un nuevo catalanismo progresista. En la actualidad, el “hermanísimo” y brazo derecho del antiguo alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat patrocina junto al antiguo líder republicano Josep Lluís Carod Rovira, igualmente huérfano de partido, la búsqueda de una nueva izquierda adaptada a los nuevos tiempos.

La reaparición del polémico Carod-Rovira –que en 2003 hizo posible la presidencia de Pasqual Maragall al frente de un Gobierno tricolor liderado por el PSC junto con ecosocialistas y republicanos– coincide no por azar con el retorno de ERC a la órbita política de CiU. El giro independentista de la federación nacionalista y la voladura de puentes con el PP han posibilitado el reencuentro estratégico de ambas fuerzas, viejas aliadas en los primeros años del pujolismo. Pero eso ocurría en tiempos de Heribert Barrera y de la UCD. O sea, el paleolítico.

La gran ocasión de ERC

Una vez recuperada de los estragos del Tripartito y la tortuosa travesía del desierto plagada de guerras internas, ERC se halla ahora en condiciones de ganar terreno en doble dirección, según parecen corroborar los sondeos. Por un lado, el histórico partido de Macià, Companys y Tarradellas puede atraer a quienes dudan de la capacidad o convicción de CiU para consumar el proceso de autodeterminación hasta las últimas consecuencias.

Simultáneamente, ERC ofrece refugio al voto catalanista fugitivo del PSC y, en general, a todos los votantes que se identifican con un indepententismo progresista ajeno a los grandes lobbies y familias del país.

De aquí que Oriol Junqueras cultive la distancia. El secretario general de ERC combina su perfil netamente secesionista con un marcado discurso social, decidido a aprovechar la nueva coyuntura para ocupar y liderar el independentismo de izquierdas. Incluso disputa la segunda plaza del Parlament, dopado por la fiebre secesionista que recorre el país y la absorción del voto captado en su día por Solidaritat (SI) con el expresidente del Barça, Joan Laporta, al frente.

Ecosocialistas en primera línea

La volatilidad que reina en la izquierda también concierne muy directamente a los ecosocialistas de ICV-EUiA, situados en primera línea por partida doble. La coalición rojiverde liderada por Joan Herrera parte en teoría como la principal beneficiaria de la sangría de voto del PSC, pero su alineación en el frente soberanista apadrinado por CiU y Artur Mas puede disuadir a sectores de su electorado distantes o ajenos a la cuestión nacional como nudo o elemento determinante de la acción política. La insistencia de Herrera en reclamar el debate social ilustra este riesgo.

No obstante, los ecosocialistas comparecen ante su electorado potencial como la única fuerza que ha llevado a cabo una tarea de oposición nítida a la política neoliberal del Gobierno de CiU, alineada de forma indiscutible durante sus dos años de legislatura con la agenda económica y social de Mariano Rajoy. Desde este punto de vista, la coalición heredera del PSUC comparece teóricamente en sintonía con tres corrientes de peso en el ecosistema político y social de Cataluña no conservador: progresismo, ecologismo y soberanismo. La previsible movilización del electorado puede dar mucho de sí.

Socialistas, ecosocialistas y republicanos no son los únicos actores de la batalla por la recomposición de la izquierda catalanista. La autodenominada Candidatura de Unidad Popular (CUP), que ya se ha instalado en el paisaje del poder municipal, podría recibir su bautismo como fuerza emergente en el espacio del independentismo de izquierdas con su virtual entrada en el Parlament. De ser así, la constelación soberanista alcanzaría nuevas dimensiones y perfiles en un contexto político sin precedentes, con el elemento añadido de una nueva configuración de la izquierda.

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