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El diagnóstico equivocado de las élites políticas

Jordi Borja

El PP y el Reino de España, los aparatos del Estado y los medios de comunicación españolista, el PSOE, UDyP y la intelectualidad mediática, interpretaron muy mal el resultado de las elecciones de noviembre del 2012. Lo vendieron a sus clientelas como una derrota del catalanismo cuando los electores, que repartieron sus votos entre distintas fuerzas políticas, dieron una amplia mayoría a las candidaturas que asumieron las demandas de un movimiento popular que iba muchos más allá de las bases tradicionales de los partidos.

El catalanismo en su conjunto, el movimiento ciudadano que reclamaba consulta, derecho a decidir o independencia resultó ampliamente mayoritario. No se olvide que CiU perdió votos y diputados. Evidentemente su apuesta de liderar carismáticamente el movimiento fracasó, pero fue el partido más votado con diferencia y dobló en votos a la segunda candidatura, que fue ERC. Los dos partidos nacionalistas tienen mayoría en el Parlament. En los temas relacionados con la consulta y el derecho decidir se alcanza una mayoría cualificada mediante los votos de izquierda: ICV-EUiA, la CUP y, con reticencias, los socialistas catalanes. Además hay que tener en cuenta que los partidos, en Cataluña como en el resto del Estado, están muy devaluados. Una parte importante del movimiento popular catalán puede votar o no, y en todo caso la dinámica social no está ni liderada ni identificada con el sistema de partidos.

Ciertamente esta situación expresa el punto débil del movimiento popular. Aún no se ha construido una expresión politica de este movimiento heterogéneo -pero no una masa informe- que reclame un caudillo, como intentó Mas, el presidente del Govern. Pero se trata de un movimiento coherente en cuyo seno hay una gran diversidad de estructuras más o menos organizadas y una coherencia del conjunto de objetivos. Estos incluyen no solo el derecho a decidir, sino un estado de Europa, una relación confederal o la independencia, también alternativa republicana, de acabar con el régimen político heredero de la transición y un proceso acelerado de degeneración, transformaciones socioeconómicas de carácter welfare state y socializante.

El gobierno del PP, al considerar que el Govern de CiU estaba debilitado, ha acentuado el ninguneo y las provocaciones, que conducen a la radicalización independentista y a dejar fuera de juego a CiU. Dan por supuesto que muerto el perro se acabó con la rabia. Como niegan la existencia de un pueblo catalán consideraran que el movimiento tenderá a fragmentarse y a disolverse si CiU pierde fuerza. Por ahora no les sale bien.

El resultado de las elecciones de 2012 ha debilitado a CiU, ERC es más fuerte y más imprevisible y el campo del movimiento popular se ha reforzado y está más estructurado, pero en él por ahora coinciden fuerzas muy diversas unidas por un envoltorio en el que está escrito independencia. No todos son indepedentistas, pero muchos sí, aunque no todos lo entienden de la misma forma, ni mucho menos. La actitud del gobierno del PP, muda y negativa, amenazadora sin ofertas de negociación, ha creado un escenario que no lleva a ninguna otra parte que no sea una crisis política que puede acabar con el gobierno español y el régimen político actual.

El reaccionarismo profundo de los partidos estatalistas les ha llevado a cometer errores por acción y omisión que han radicalizado el proceso. Alternaron el discurso de la España eterna o de los 3.000 años, la de Viriato, Don Pelayo, Isabel la Católica, de las FET y de las JONS y de la Cruzada con el argumento jurídico establecido en la Constitución.

Por cierto, cuando PSOE y PP quisieron se modificó el texto constitucional en 24 horas, sin contar las leyes y actos de gobierno de muy dudosa constitucionalidad como la reforma laboral, las normas que regulan los desahucios y algunos recortes sociales, que son verdaderas transgresiones a la letra y espíritu de la Constitución. Un problema político no se elimina con un argumento jurídico. Se busca una solución política y hay más de una y más de tres. Hemos citado algunas y juristas prestigiosos de Cataluña y de España han hecho propuestas que ni tan solo se han escuchado.

Hubiera sido muy fácil anunciar que se abría una puerta al diálogo con el Govern, el cual no deseaba ir muy lejos al frente de una movilización que tendería a radicalizarse. Se podría haber planteado mientras tanto comisiones bilaterales que estudiaran posibles reformas legales sobre la relación fiscal, la educación y las lenguas oficiales, la presencia de Cataluña en organismos de la Unión Europea... Y para superar el problema de la consulta, mostrarse dispuestos a buscar una solución legal a su realización -que la hay. Se han planteado hasta cinco salidas posibles por parte de comisiones de expertos juristas. La Generalitat hubiera entrado fácilmente en un proceso negociador de este tipo y el movimiento popular tendería seguramente a perder fuelle.

También se hubiera podido plantear una tercera opción con muchas posibilidades de imponerse en una consulta, una opción más o menos confederal. El movimiento popular independentista se hubiera partido quizás, pero una parte importante lo hubiera aceptado. El poder de convocatoria para las movilizaciones hubiera sido menor y en cambio las reivindicaciones políticas respecto al Estado español y a las políticas socioeconómicas estarían mas presentes.

El objetivo de la independencia formará parte del horizonte durante mucho tiempo pero en un proceso de confederalización la mayoría activa independentista se reduciría. Quizás aun es posible pero el empecinamiento de los partidos estatalistas actualmente (ninguno de los partidos citados aceptan la consulta) no dejan espacio para otra cosa que el independentismo en Cataluña. Solamente podría establecerse una vía pactista si previamente se hace caer el caduco y degenerado régimen politico español.

La mala idea de España, tan vigente en las elites políticas del Estado, ha sido la causa principal de un problema político que ha derivado en un conflicto pasional. El escenario más peligroso de todos, el de suma cero. La radicalización de ambas opciones solo lleva a que todos pierdan -perdamos, mejor dicho.

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