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Fallece Chus Lampreave, mucho más que una chica Almodóvar

Mónica Zas Marcos / Alejandro Navarro Bustamante

Justo cuando presentamos a Adriana Ugarte como nueva chica Almodóvar -entre algunos papeles y sociedades offscore del cineasta-, tenemos que despedir a su secundaria más mítica. Chus Lampreave tenía a sus espaldas casi tantas producciones como años, a pesar de ser una de las caras más tardías que ha aupado nuestra industria.

Siempre repetía que ser actriz no estaba en sus planes y es una de las pocas mujeres que presumió de haber rechazado al director de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. El rey midas de las protagonistas nacionales siguió insistiendo hasta que en 1983, con el guión de Entre tinieblas, la madrileña debutó a sus órdenes. Después de ese momento, se sucederían ocho títulos más entre la veintena que componen el currículum de Almodóvar. “Es un Buster Keaton femenino”, dijo el cineasta sobre su conocida vis cómica.

Aunque sus últimos papeles le procuraron una carrera de éxito, Lampreave no era una novata frente a la cámara. Jaime de Armiñán reparó en el potencial de sus rasgos caricaturescos cuando tenía 20 años y le ofreció su primer papel en la televisión. Luis García Berlanga llegaría poco después con el libreto del corto Se vende un tranvía. “Tuve la suerte de que me llamaran directores que saben mucho y que manejan muy bien a los actores, como Armiñán y Berlanga. Era como una escuela o tal vez mejor”, concedía siempre.

Su primer largo lo firmó Marco Ferreri con El pisito, la adaptación del libro de Rafael Azcona. Al igual que El cochecito, que la situó en el cómodo limbo de las grandes secundarias españolas. Un estatus que dejan patente El verdugo, Mi querida señorita, El amor del capitán Brando, La guerra de papá y La escopeta nacional, entre otras.

Así, la pintora -afortunadamente- reconvertida en intérprete pudo presumir de trabajar con algunos de nuestros actores y directores más influyentes desde el comienzo de sus carreras. O quizá fue al revés. Como decíamos, la “madre cinematográfica” de Almodóvar se prodigó por los set de rodaje de Entre tinieblas, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Matador, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Hable con ella, Volver y Los abrazos rotos. Y este rédito fue mutuo, como otorgó el jurado de Cannes en 2006. Todas las mujeres supervivientes de Volver -incluida Lampreave- recibieron un premio conjunto a la mejor interpretación femenina.

La naturalidad no tenía dueño

Pero Chus Lampreave ya se había paseado por la alfombra roja nacional antes de recibir el galardón francés. El Goya no llegó gracias al artífice de su legado más nutrido, sino de la mano de Fernando Trueba con Belle Epoque. “Una de las razones de hacer películas es para encontrarte con gente como ella”, dijo el mayor de los prolíficos Trueba. Una sensación que comparte con otros directores que hoy lloran su pérdida, como José Luis Cuerda.

Entre sus filmes más reconocidos destaca la estupenda e incalificable Amanece que no es poco. Una película que ha creado su propio ejército de adeptos y que fue calificada en la Seminci como la mejor de la cinematografía española. Sus geniales personajes conforman un microcosmos esperpéntico entre los que aparece Álvarez, la campechana madre de Nge Ndomo. Pero antes de este flechazo amanecista, el idilio con Cuerda ya se había fraguado con Total y más tarde culminaría con Así en el cielo como en la tierra.

La octogenaria Lampreave siempre se jactaba de vivir una segunda juventud. De esta maravillosa etapa nos llevamos su irreverente presencia en la última de Torrente, su única polémica con la campaña navideña de Campofrío y su apoyo al Circuit de Barcelona, uno de los eventos gays más importantes de Europa. La actriz inconfesa nos deja siendo uno de los rostros más emblemáticos del cine patrio. Y precisamente esa aversión por la fama es la que siempre nos permitirá recordarla con una sonrisa sincera.

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