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Sudán del Sur: sueños de paz que se desvanecen

Una madre alimenta a su bebé con una solución para rehidratarlo en la clínica móvil de Médicos Sin Fronteras instalada en el campo de refugiados de Juba (Sudán del Sur). \ Phil Moore

José Antonio Bastos

Presidente Médicos Sin Fronteras España —

La última vez que visité Sudán del Sur, hace diez años, me fui con esperanza. Se acababa de firmar un alto al fuego y se discutía un acuerdo de paz. Unos años después, el país se independizó y pasó a ser dueño de su destino. No soy tan inocente como para creer que esto ocurriría sin pasar por momentos difíciles, pero la escala, la velocidad y las consecuencias brutales de la violencia que empezó en diciembre no dejan de impactarme.

Los compañeros que están ahora allí nos cuentan desgarradoras historias en las que la violencia sin límites es el elemento común. En Nimule, en la frontera con Uganda, un niño llamado Deng pedía ayuda a nuestros equipos tras haber perdido a toda su familia en los enfrentamientos en Bor, en el estado de Jonglei. A diario somos testigos de los cientos de miles de desplazados que se han visto forzados a huir de sus casas, haciendo largos caminos a pie o en barco, casi sin nada que comer y sin agua ni acceso a refugio o asistencia médica. Marion es una de ellas, tuvo que huir de la violencia en Bor estando embarazada de muchos meses, hizo un largo y duro camino hasta nuestra clínica en Lankien, justo a tiempo para dar a luz una niña sana. Y somos testigos también del miedo opresivo y paralizante de muchas personas que viven encerradas en campos improvisados en los que soportan unas terribles condiciones de vida. Sin embargo, están demasiado asustados como para salir de ellos y volver a sus casas. Todos nos cuentan que el futuro que les espera en este momento es completamente incierto.

Nuestros hospitales y clínicas están desbordados de gente. En Lankien, aldea pequeña en un lugar remoto que visite varias veces entre el 2000 y 2003, en el estado de Jonglei, el número de pacientes se ha multiplicado por cuatro y la población local se ha triplicado debido al flujo de desplazados.

Lo más triste es ver los programas de MSF interrumpidos por la violencia, los saqueos y la destrucción, justo en el momento en el que son más necesarios. Cada vez que tenemos que interrumpir temporalmente nuestras actividades a causa de la violencia, amenazas y saqueos a los que someten a nuestros equipos, sabemos que miles de personas se quedan sin asistencia médica y que muchos heridos graves y personas con enfermedades severas mueren por no tener quien les opere de urgencia ni quien les dé un tratamiento tan básico como por ejemplo la rehidratación. Podemos trabajar mientras se oye el silbido de las balas a escasos metros de los hospitales, pero no expondremos a nuestros trabajadores a un riesgo a un mayor, ni aceptaremos nunca que se lleven a nuestros pacientes de las estructuras sanitarias.

Los ciudadanos de a pie de Sudán del Sur se han visto afectados de forma extraordinaria por la violencia de las últimas semanas. La destrucción de hospitales y mercados, además de la creciente presión sobre las comunidades locales por el desplazamiento masivo de personas, hacen prever que muy posiblemente el país se enfrentará a una emergencia humanitaria aún mayor en los próximos meses y que sus ciudadanos necesitarán todavía más toda la ayuda que esté a su alcance.

MSF ha trabajado en lo que hoy en día constituye Sudán del Sur durante más de 30 años. Nuestros equipos de emergencia ya están en Juba, Awerial, Lankien, Nasir, y Nimule; y hace una semana pudieron volver a Malakal y Bentiu, en los estados del Alto Nilo y Unidad respectivamente. Otro equipo se prepara para volver a Bor. Nuestras prioridades se marcarán en función de las necesidades de la gente, pero estoy seguro de que tendremos que abarcar todo tipo de actividades médicas, incluyendo cirugía de guerra, que nos veremos obligados a poner en marcha nuevos programas contra la desnutrición, y que habrá que hacer un enorme esfuerzo para llevar agua y saneamiento a los rincones más remotos del territorio sursudanés.

Tengo claro que para que MSF pueda llevar a cabo su empeño en salvar vidas, se tienen que dar tres condiciones cruciales: la primera es que MSF debería poder tratar a todo aquel que lo necesite, y para eso debe tener acceso a los lugares donde están esas personas, independientemente de quien sea el grupo armado que controle la zona. Lo segundo, y muy asociado a lo anterior, es que MSF necesita estar en contacto con todas las partes del conflicto para poder ser transparentes sobre nuestras actividades y nuestras intenciones. Es imprescindible el que esto sea así, de cara a poder mantener relaciones abiertas y basadas en la confianza donde se puedan tratar problemas y soluciones comunes. Y, finalmente, y por encima de todo, necesitamos el compromiso de todas las partes del conflicto, desde el más alto comandante hasta al soldado de a pie, de su total respeto a los a los equipos de MSF , a las estructuras médicas y en consecuencia y sobre todo, a los pacientes. Ellos son el último paso de una reacción en cadena perversa que los convierte en los grandes perjudicados de ataques contra las estructuras sanitarias o contra MSF.

Nuestros equipos se han reunido con funcionarios del gobierno en Juba y Nimule, y con autoridades locales en zonas controladas por la oposición, y se han quedado impresionados por su predisposición a apoyar nuestro trabajo. Soy consciente, sin embargo, de que estas intenciones se pueden quedar en papel mojado cuando hablamos del día a día en el campo de batalla. Y prueba de ello es que los equipos de MSF han vivido en su propia piel la dolorosa experiencia de ser atacados en Malakal, en Bentiu y en otros lugares. Así que los pasos a seguir son claros: MSF llevará los equipos y recursos necesarios para responder a esta emergencia. Lo hará en contacto con las autoridades relevantes, pero se apoyará sobre todo en su propia y fuerte capacidad logística con el fin de no poner en riesgo su independencia. A cambio, seguiremos insistiendo para que estas mismas autoridades respeten su compromiso de apoyar nuestro trabajo. A fin de cuentas, nuestro objetivo final consiste en hacer el máximo esfuerzo posible para poder cubrir las necesidades de Marion y Deng, así como las de las cientos de miles de personas más, sea cual sea su grupo étnico y el grupo armado que controla el territorio donde estén, que han tenido que huir de sus hogares y que a día de hoy están siendo víctimas de una guerra cada vez más sangrienta, que azota a la población de un país muy joven y muy pobre, que ya vivía en una condiciones de salud muy malas, que requería con frecuencia ayuda humanitaria para luchar contra el aumento de muertes y sufrimiento excesivo evitables.

Tenemos que redoblar esfuerzos en un contexto más difícil todavía y en eso estamos, porque son muchos miles de seres humanos…

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