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Niños convertidos en esclavos para poder estudiar

Un alumno enseña su tablilla, escrita con versos del Corán, a su marabout (D. Moudou). Daara en M'bour, Senegal. | Lucas Vallecillos.

Lucas Vallecillos

Van con la cara cubierta de un polvo blanco. Sus padres les han enviado a la ciudad desde zonas rurales para que estudien, pero esa careta de arenilla delata que apenas pasan tiempo en las aulas. Deberían ser talibés, estudiantes del Corán en las llamadas daaras, unas instituciones religiosas informales de Senegal y toda África Occidental. Pero, en realidad, estos niños son esclavos de un sistema pervetido por muchos maestros que vieron una oportunidad de negocio en la tradición: explotan a los menores en las calles, donde los obligan a mendigar para poder comer y tener un resquicio donde dormir.

En las calles de las ciudades senegalesas es fácil ver las huellas de esta práctica moderna de esclavitud infantil. Solo en la región de Dakar más de 30.000 niños procedentes del ámbito rural han sido separados de sus padres e internados en escuelas coránicas, denominadas daaras, a cientos de kilómetros de sus hogares.

En una gran parte del país, sobretodo en las zonas rurales, las daaras y sus marabouts realizan una práctica equilibrada, donde los niños no son explotados ni maltratados: están escolarizados oficialmente y después acuden a la daara para aprender el corán. Originariamente se sostenían mediante un sistema de relaciones sociales basado en la solidaridad. Los niños eran ingresados para su educación y comían de lo que proporcionaban los campos del marabout (o maestro coránico). A cambio, era ayudado por los estudiantes (o talibés) en labores agrícolas y de la casa, actividades que también formaban parte de la preparación del niño.

Sin embargo, en los grandes centros urbanos ya no reinan los códigos tradicionales de solidaridad. La explotación encuentra su espacio sobre todo en los grandes centros urbanos como Dakar, Kaolack o Saint Louis. Allí, muchas daaras se han trasformado en centros que reclutan a niños del ámbito rural para ser supuestamente educados en la ciudad, separándoles e incomunicándoles de sus padres para explotarlos. La mayoría de los talibés esclavos son de Senegal, pero el negocio es tan atractivo que ha generado un mercado de trata con Guinea-Bisáu, que suministra niños.

Según el líder religioso Cherip Diop, un luchador incansable por la erradicación de la explotación infantil en las daaras,“los padres no aportan ningún dinero en efectivo y los marabouts en las ciudades no disponen de tierras para cultivar. Tampoco pueden exigir a los progenitores una aportación económica obligatoria, porque socialmente serían sancionados por la comunidad. Además, aunque el marabout no tenga recursos para alimentar a un niño, no puede rechazar su ingreso en la daara; éste es el origen de la mendicidad”.

Con el tiempo ha degenerado, pasando de ser un ingreso de supervivencia a una lucrativa actividad económica donde los niños son forzados a mendigar durante exhaustas jornadas de trabajo. Un negocio con mano de obra gratuita que es muy tentador para ciertos buscavidas sin escrúpulos, en un país con una tasa de paro muy alta. Casi cualquiera, con ciertos conocimientos del corán puede abrir una daara, ya que no están sujetas a ninguna normativa por parte del estado.

Horas pidiendo y denuncias de maltrato

En la puerta de una daara, a las afueras de la turística ciudad de M´bour, hay un talibé con la camiseta blaugrana de Leo Messi enfundada. Sobre la cabeza en vez de sostener un balón en equilibrio, porta un bote de plástico. Esta es su inseparable herramienta de trabajo, donde va guardando todo lo recolectado por la calle. Junto a él están apilados los botes que han ido depositando los casi 40 niños que tiene a su cargo D.Modou, el marabout que regenta esta escuela coránica.

D.Modou nos recibe sosteniendo una niña del brazo, que luce limpia y viste ropa nueva, su pulcritud desentona con el entorno. “Es mi hija”, dice sonriendo. Después de ordenar los botes con lo mendigado por sus talibés, cuenta que “es para que tengan algo que comer los niños. Si tuvieran comida, no saldrían nunca de aquí, porque nosotros no tenemos ningún otro interés, solamente nos preocupa la educación. El mendigar es para que ellos tengan algunos medios, porque a nosotros no nos pagan ningún salario y no tenemos de dónde sacarlo”.

Son las 11 de la mañana, han llegado todos los talibés a la daara después de pasar cuatro horas pidiendo. En unas horas, volverán al trabajo. Sus ropas están desgastadas y sus caras tienen depositada una fina capa de arena del Sahel, fruto de las horas que han pasado a la intemperie deambulando en busca de alcanzar el irin. Àlex Estebanell, de Fundació Talibés explica que “el irin, o mínimo que un talibé debe traer diariamente a su marabout, está estipulado en 300 francos CFA, medio euro aproximadamente”. En Senegal, el salario diario promedio es de 3,5 euros. La cantidad también puede ser “un kilo de azúcar, o bien un kilo de arroz, o bien el equivalente en medicinas. Éstas son las opciones establecidas y, en el caso de no cumplir, hay consecuencias graves”.

Los niños llegan a ser encadenados, atados y obligados a aguantar en posiciones de estrés, según denunció un informe de Human Rights Watch (HRW) el pasado año. Estebanell no tiene dudas: “Son niños esclavos, que no tienen acceso a ninguno de los 10 derechos fundamentales que la ONU resalta como punto de partida. Además en la mayoría de los casos sufren anemia o malnutrición. Y, sobre todo, realizan trabajos forzados”.

La jornada de un talibé esclavizado es muy dura: en el mejor de los casos se levanta a las 5 de la mañana, pasa unas 9 horas mendigando en la calle, otras 9 recluido estudiando. Tiene un par de horas libres y se va a la una de la madrugada a dormir para descansar solo unas cuatro horas.

Difícil futuro para los talibés explotados

La daara de D.Modou está formada por una pequeña habitación, para su familia, y por un gran patio cubierto, que es una clase durante el día y el dormitorio de los niños por la noche, donde duermen todos apiñados sobre esterillas. La clase consiste en memorizar el Corán, recitando sus pasajes o copiándolos sobre tablillas de madera. El ayudante del marabout se mueve entre los talibés con un látigo que blande compulsivamente sobre sus cabezas: los niños se muestran en todo momento son intimidados. Durante unas horas, y después de finalizar su jornada lectiva en la escuela oficial, un grupo de niñas se une a la clase de los talibés internos.

En las daaras el francés no está presente y, cuando un talibé finaliza su formación, no tiene conocimientos para continuar estudios. Carecer de preparación y desconoce el francés, el idioma oficial del país. Según Estebanell “el futuro de los niños cuando terminan su proceso formativo, vamos a llamarle 'su proceso de explotación por parte del marabout', no es muy halagueño. Ocurren tres cosas: por una parte algunos niños a partir de 14 o 15 años cuando ya tienen una cierta fortaleza física pueden escaparse de sus explotadores, y ¿qué hacen?, pues algunos lo que han aprendido, se convierten en marabouts explotadores. Otra parte son recuperados por las familias a edad temprana, éstos sí que pueden llegar a integrarse, pero son los menos. Y el resto quedan absolutamente fuera de la escena social senegalesa, es decir no han aprendido francés, no se han escolarizado, no han tenido tiempo de aprender un oficio, no pueden fundar sus familias, con lo cual no tienen acceso a una vida digna”.

¿Desconocen los padres la situación que viven las daaras urbanas? Para muchos es la única opción de poder alimentar a parte de su familia. El líder religioso Cherip Diop cree que todo el mundo conoce las prácticas de explotación. “Los padres saben bien lo que está sucediendo en algunas escuelas coránicas que se han desviado. Tanto ONG como el gobierno se han ocupado de informar de esta cuestión. En los medios de comunicación, radio y televisión, se ven a menudo informes sobre la situación de los niños. Creo que no hay un padre que ahora pueda decir que está mal informado o que desconoce la realidad del fenómeno”.

A pesar de que hay una ley en Senegal de 2005 que prohíbe la mendicidad forzada de los niños y la trata, las autoridades hacen la vista gorda ante la cantidad ingente de talibés que mendigan para sus marabouts. Solo en la región de Dakar hay censados por el gobierno 30.000 niños explotados, del resto del país no hay datos.

Un estudio de HRW de 2010 los cifró en 50.000, pero hay indicios de que ésta cifra ha sido superada. El gobierno senegalés no aplica la ley con contundencia, como desprenden sus calles. No retira a los niños de las daaras abusivas ni a sus falsos marabouts. Existe un programa por parte del estado de modernización de las daaras, pero junto con la ley de prohibición de la mendicidad infantil, ha sido más una operación de maquillaje ante la comunidad internacional que verdaderas soluciones al problema.

“El programa de modernización de las daaras del gobierno es como las meigas en Galicia” –dice Estebanell– “haberlas haylas, pero nadie las ha visto. No conocemos el proyecto, y el concepto de daara moderna pensamos que significa una escuela limpia, en condiciones, una regulación del proceso formativo de los niños y algún tipo de certificado para los marabouts”. De eso, no hay rastro.

En las inmediaciones de Saly se haya una daara regentada por D.Mamadou, un marabout que presume de dirigir la escuela coránica más moderna de su ciudad. No sabe cómo es el programa de modernización de daaras del estado, pero ha comprendido que los tiempos han cambiado. “Me he adaptado a la evolución. No hay que cambiar radicalmente todo lo que la gente hacía anteriormente, pero sí hay que adaptar alguna parte al mudo actual. Un Talibé que combina la daara y la escuela francesa al mismo tiempo se ve solamente aquí”.

D.Mamadou asegura que los niños no mendigan y que siempre intenta que los padres entiendan que deben de pagar por la educación de sus hijos. En la entrada, en cambio, hay apiladas unas latas de tomate que parecen destinadas a la mendicidad. Las caras de los talibés están blanqueadas por una fina capa de arena. “El gobierno no da nada, habla siempre de los problemas de las daaras, pero solo subvenciona la escuela moderna. Somos todos ciudadanos. De la misma manera que el alumno de la escuela francesa es ciudadano, el talibé también. Y de la misma manera que el maestro de la escuela francesa es ciudadano, el de la daara también”, lamenta D.Mamadou.

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