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Cine para educar

Alumnos de un taller de La Claqueta ruedan su corto. / Víctor Sevillano

María Muñoz

Hace 10 años personas de diferentes ámbitos, de la universidad, la enseñanza, el mundo del cine, la pedagogía o la educación social, se juntaron para formar La Claqueta, primero una asociación y más tarde una cooperativa, y con la que poner en práctica y transmitir aquello que mejor sabían hacer de forma conjunta: enseñar a niños, adolescentes y mayores a valerse del cine como una herramienta más de expresión, a formarles como espectadores y a experimentar desde la propia creatividad de los alumnos cómo los vecinos pueden contar lo que quieren para su barrio, cómo los adolescentes son capaces de aprender a resolver conflictos, a formarse en igualdad, a prevenir la violencia de género o hablar sobre convivencia.

“Nosotros no empleamos lo audiovisual como visionado sino como creación”, explica José María Jiménez, uno de los cuatro cooperativistas que forman parte de La Claqueta. Por ejemplo, señala, cómo en uno de los talleres que han impartido, y que tenía como principal objetivo aficionar a los niños y jóvenes al cine, les contaban todo lo que hay detrás de la realización de un corto: desde un guión, una directora, un montador hasta un peluquero, una maquilladora o una actriz. “Al ver todo lo que había detrás, todo el proceso de creación se daban cuenta del valor que tenía un corto, no solo visionándolo sino formando parte de ello”, subraya Jiménez.

La segunda parte es siempre la creativa y es cuando los alumnos experimentan con las cámaras para contar sus propias historias. “Ya sea un documental, un corto de ficción o de animación lo interesante es que tienen una herramienta a su alcance con la que expresarse y que luego utilizarán para compartir con sus amigos, pueden subirlo a plataformas de vídeo y así divulgar el mensaje que quieren dar, que muchas veces llega mejor si son ellos mismos los que lo difunden y lo cuentan”, afirma el cooperativista.

A este respecto, Jiménez recuerda un taller que impartieron en un PCPI -Programa de Cualificación Profesional Inicial, destinado a jóvenes mayores de 16 años que no han obtenido el graduado en ESO- de la localidad madrileña de Coslada. “En los cortos que rodaron no solo explicaban y contaban que es verdad que ellos no habían asistido a clase y animaban a otros alumnos a no seguir su camino, pero también contaban cómo algunos se habían sentido abandonados por los profesores cuando ya los daban por perdidos”, cuenta Jiménez. Los cortos que realizaron los chavales se usaron más adelante para una compaña contra el absentismo escolar. “El mensaje que ellos transmitían en primera persona llegaba mucho más que cualquier otra campaña institucional”, afirma.

Herramienta para aprender

En los talleres también emplean los medios audiovisuales como herramienta de educación, desarrollo de habilidades y aprendizaje para abordar temas como la resolución de conflictos, los malos tratos, la interculturalidad o la convivencia. “Ahora mismo estamos impartiendo un taller en un centro de mujeres para prevenir la violencia de género y son ellas mismas las que están creando las historias que luego podrán mostrar a otras personas”, explica Jiménez, quien cuenta cómo identifican y asumen la perspectiva de género, cómo aprenden a detectar las primeras señales de alerta del maltrato y cómo todo ello lo plasman después en los cortos elaborando las historias y metiéndose en los papeles que luego grabarán.

Desde La Claqueta no buscan que los alumnos se desarrollen profesionalmente dentro del mundo del cine, sino que a través del cine fomenten su creatividad y que no sean otros los que hablen por ellos. Eso sí, tras los talleres, algunos descubren otras salidas laborales que antes ni se habían planteado. “En los talleres sobre cine muchos de repente veían la riqueza del cine español y se daban cuenta de todo el esfuerzo y los costes de producción que había detrás pero también despertaban vocaciones y algunos veían de repente otras salidas laborales”, explica Jiménez.

Nosotros en lo que creemos es en la suma de lo colectivo”, subraya el pedagogo, una idea que ponen en práctica en los talleres pero que también asumen en su funcionamiento interno como cooperativa. De ahí que también formen parte de Tangente, un grupo cooperativo que agrupa a 16 entidades y cuyo objetivo es “mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y conseguir desarrollos territoriales sostenibles. ”Somos una suma de miradas“, concluye Jiménez.

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