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El presidente Mauricio Macri habla de reconciliación ante los escaños vacíos de los peronistas

"Sí se puede", el grito que marca el cambio en Argentina.

Natalia Chientaroli

Buenos Aires —

El mensaje de unidad del flamante presidente argentino resonaba en los escaños vacíos del Congreso. Ni la ya expresidenta Cristina Fernández ni la mayor parte de los legisladores peronistas participaron en la asamblea en la que Mauricio Macri juró su cargo. Esas palabras, que venían a cerrar una de las etapas más largas y significativas de la historia política argentina, el kirchnerismo, pretendían también cerrar la brecha abierta por el enfrentamiento beligerante entre quienes apoyaban el proyecto de Néstor Kirchner y su esposa y quienes se oponían a él. “Los argentinos estamos cansados de prepotencia y enfrentamientos inútiles”, ha asegurado en un discurso sencillo, sin grandes alardes discursivos. 

Todo, desde el tono y las palabras del presidente hasta la alegría contenida de los simpatizantes, parecían querer marcar diferencias con la intensidad expansiva y la verborragia de la gestión anterior. Macri ha apostado en sus primeras palabras como presidente por el consenso, el diálogo y la inclusión de todos, “aunque piensen diferente”. Un consenso que ni siquiera pudo lograrse para organizar la ceremonia de toma de posesión. 

“La política no es una competencia entre dirigentes para ver quién tiene el ego más grande. Y tampoco mentir para engañar a la gente con datos falsos. Queremos que nuestro lenguaje sea el de la verdad”, ha asegurado, en clara referencia a las críticas que se le hacían al gobierno de los Kirchner. “Queremos el aporte de todos, de los de derecha e izquierda, los que son peronistas y los que no. [...] Eso nos hace mejores. Puede sonar difícil después de tantos años de enfrentamiento”, ha dicho  Macri abundando en la idea de la reconciliación.

Cambio de rumbo

La reconciliación que promete Macri en principio no parece evidente en un país en el que la diferencia de votos entre la continuidad y el cambio fue de apenas 700.000 votos. Y más teniendo en cuenta el cambio de rumbo que ya ha anunciado el nuevo gobierno en economía y política internacional.

Todos los presidentes sudamericanos estuvieron presentes en la toma de posesión salvo Nicolás Maduro, a quien Macri ha desafiado públicamente al anunciar que pedirá la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur contra Venezuela por la situación de los presos políticos. La canciller Susana Malcorra –hasta ahora jefa de gabinete de la ONU– será la encargada de quitar a Argentina del llamado eje bolivariano y promover, como ha recordado Macri en su discurso, “la apertura y la relación de Latinoamérica con el mundo”.  

Macri ha prometido que las inversiones traerán más oportunidades de trabajo y que eso permitirá trabajar por el principal objetivo de su gobierno: pobreza cero. Ha asegurado que ampliará la cobertura de la seguridad social a los niños, una de las medidas más reconocidas de Cristina Kirchner. Y que “el Estado estará donde tenga que estar, en especial con los que menos tienen”, intentando despejar su imagen de ultraliberal.

Pero ha dejado claro a los argentinos que lo que viene no será fácil: “Los desafíos que tenemos por delante son enormes y los problemas no se resuelven de un día para el otro. Las grandes transformaciones se hacen con pequeños pasos todos los días”. hay que ver cuánto margen tendrá el nuevo presidente para gestionar los efectos secundarios de la salida del control cambiario y la apertura comercial que ha prometido. Los analistas auguran una importante devaluación y un repunte de la inflación que preocupa mucho a los ciudadanos. De hecho, la noticia de los últimos días es que muchos precios ya han comenzado a subir ante la perspectiva inflacionaria. Macri lo tendrá difícil para generarel pacto social con el que piensa atajar estos problemas.

Otra vez la Plaza de Mayo

Mauricio Macri se dio su primer baño de masas oficial en los dos kilómetros que separan el Congreso de la Casa Rosada. Los gritos de “Sí se puede” y “estamos con vos” resonaban detrás de las vallas y estallaban cuando el flamante presidente ponía en problemas a su custodia escapando del coche para acercarse a la gente. La Plaza de Mayo que el día anterior estaba abarrotada para despedir a Cristina Kirchner volvió a ser el principal escenario político del país. Miles de entusiastas saludaban al nuevo gobierno bajo el sol abrasador del mediodía porteño. Dos Argentinas para un mismo escenario.

Si el miércoles el ritmo lo marcaban los bombos y las insignias partidarias, este jueves abundaban los globos y las banderas argentinas. La pospolítca entraba a la sede del Gobierno argentino defendiendo que la gestión es más importante que la ideología y que el equipo es más eficiente que el liderazgo. Todo un experimento en un país acostumbrado a las figuras convocantes y las respuestas claras. “Mauri hacé las cosas bien”, se desgañitaba una señora detrás del cordón policial. 

La clave del triunfo de Macri será seguramente también parte de su lastre. Los ciudadanos que buscaron un cambio de política, una gestión más limpia y transparente,le pedirán también resultados. La cuestión está en cuánto tiempo esperarán para hacerlo y qué podrá ofrecerles entonces el empresario exitoso.

Pero no era momento de hacer esos cálculos sino de celebrar, y el nuevo gobierno lo hizo. La vicepresidenta Gabriela Michetti desafinaba, micrófono en mano, entonando una famosa cumbia, mientras el flamante presidente ensayaba ante la multitud congregada en la plaza los exagerados pasos de baile que le han valido innumerables memes y burlas. Todo en el balcón de la Casa Rosada que inmortalizó Evita. Otros tiempos.

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