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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

La homofobia crece sin freno en toda Europa

Carlos Elordi

Cuando se creía que había entrado en un declive imparable, la homofobia está volviendo con una fuerza imprevista y posiblemente creciente. Lo indican distintos episodios de la crónica política europea más reciente: la movilización sin precedentes de la derecha católica francesa contra la ley del matrimonio homosexual de François Hollande ha sorprendido a propios y extraños por sus dimensiones; y justo en el momento en que se redactan estas líneas un proyecto similar corre el riesgo de ser rechazado por el Parlamento británico. Además, los datos de un estudio de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA) confirman contundentemente que esas inquietantes tendencias son muy fuertes en todo el continente.

La FRA ha entrevistado a más de 93.000 homosexuales, bisexuales y transexuales (LBGT) de los 27 países de la UE, más Croacia. Casi la mitad de ellos (el 47%) ha asegurado que en los últimos doce meses ha sufrido alguna forma de discriminación por culpa de su orientación sexual. Cerca de uno de cada cuatro ha denunciado haber sido víctima de asaltos o amenazas violentas en los últimos cinco años y el 6% ha afirmado que ha sido atacado físicamente en los últimos 12 meses, en no pocos casos en el seno de sus propias familias.

El informe añade que los centros escolares son el principal escenario de la discriminación. Dos tercios de los consultados aseguran que ocultaron, u ocultan, su orientación sexual durante su periodo escolar, la abrumadora mayoría de ellos recuerda episodios de acoso contra estudiantes LBGT y muchos describen la escuela como “el infierno”.

Pero las discriminaciones continúan tras haber terminado los estudios: dos tercios de los consultados reconocen que no van de la mano de sus parejas del mismo sexo en público –en el caso de hombres homosexuales y bisexuales la proporción asciende al 75%–, la mitad de ellos asegura que evitan ciertos lugares públicos y el transporte colectivo por temor a ser acosados, amenazados o atacados por su orientación sexual.

Lituania (con el 61% de respuestas positivas), Croacia (60%) y Polonia (57%) figuran a la cabeza de la lista de los países en los que los LBGT sufren mayor discriminación. Le siguen Chipre (56%) Italia y Rumanía (54%), Bulgaria y Eslovenia (53%), Eslovaquia (52%), Portugal y Malta (51%), Austria, Grecia y Letonia (48%), Irlanda (47%) y por debajo del porcentaje medio de la UE, situado en esta última cifra, están Alemania (46%), Hungría (45%), Reino Unido y Estonia (44%) , Francia (41%), España y Finlandia (38%) República Checa (36%), Bélgica y Suecia (35%) y Luxemburgo 33%. Dinamarca, con el 31% y Holanda, con el 30%, serían, según esta clasificación, los dos países más tolerantes de la Unión Europea en esta materia.

El informe asegura que la normativa europea que prohíbe toda suerte de discriminación por razones de orientación sexual no se cumple en todos los países de la UE. Pero en las mismas fronteras de la UE la homofobia ha adoptado últimamente formulaciones oficiales. Diez regiones de la Federación rusa han aprobado leyes que prohíben lo que se denomina “propaganda prohomosexual”, seis ellas podrían hacerlo en breve, al igual que el propio Parlamento ruso, la Duma, que tramita una ley que viola abiertamente la normativa internacional sobre derechos humanos y según la cual una persona que exprese en público lo que se consideran opiniones favorables a la homosexualidad –como el apoyo al uso de preservativos para su práctica– será multada con 145 euros y si es una ONG con más 15.000.

En Moldavia, varias de las mayores ciudades del país se han declarado “zonas libres de gays”. Pero aún están lejos de Uganda, que hace poco aprobó una ley que hasta prevé la pena de muerte para los casos de “homosexualidad agravada”. Y la homosexualidad se sigue considerando delito en 76 países del mundo.

El próximo sábado, la derecha religiosa francesa –particularmente la católica, pero también la de otros credos– espera obtener en la calle el mismo éxito de movilización que logró el pasado 29 marzo, cuando más de medio millón de personas se manifestaron en el centro de París para exigir la retirada del proyecto de ley presentado por el Gobierno socialista para autorizar el matrimonio homosexual y la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Sólo que ahora la ley ya está aprobada en firme y entrará en vigor justo el 25 de mayo.

En Gran Bretaña, país que, junto con Dinamarca y Suecia, es considerado un referente de la actitud que los poderes públicos y la legislación deben adoptar ante la homosexualidad, los problemas internos del partido conservador pueden tumbar la ley de matrimonio gay presentada por el Gobierno de David Cameron. Porque un sector de los tories, justamente el que exige la salida del Reino Unido de la UE, se ha colocado abiertamente en contra de la misma y, lo que es más sorprendente, una parte de los diputados laboristas se ha alineado con sus posiciones. En el momento en que se escriben estas líneas –a las 18.30 del lunes–, la prensa británica no descarta ningún resultado, dado que en una votación de este tipo, los diputados votan según su conciencia y no por disciplina de partido.

¿Existe algún elemento común a todos los episodios que hasta aquí se han reseñado? Posiblemente sólo uno: la radicalización de la derecha social, sea o no religiosa, que también es consecuencia de la crisis económica y de la sensación generalizada de que el futuro va a ser peor que el pasado. En esas condiciones, la gente busca asideros ideológicos a los que agarrarse. Y en el amplio universo conservador y reaccionario, la intolerancia con la diversidad, sea ésta la que representan los emigrantes o los homosexuales, tiene todas las papeletas para la ser la solución más fácil a ese tipo de necesidad.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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