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Subvenciones, promesas y futuro

Escudo clásico del Club Baloncesto Murcia

Pedro Serrano Solana

Murcia —

Tener memoria es un mal necesario que hace mucho bien; es bueno y malo a la vez. Depende de qué es lo que recuerdes, e incluso recordando un mismo hecho, depende de cómo te encuentres en el momento de recordar. Y sobre todo depende de para qué lo recuerdes. Este aburrido introito viene a la sazón del futuro inmediato del UCAM Murcia y de la experiencia de tantos años como llevo -llevamos- siguiendo a este club. Porque claro, uno oye cosas y luego echa la vista atrás, y repasa en las hemerotecas mentales y revive situaciones, y al final no tiene más remedio que esbozar media sonrisa mientras frunce el ceño -intentadlo, es muy jodido-.

Dos días después de que el CB Murcia cerrase de manera brillante la temporada con su victoria en Valencia, con su segunda mejor clasificación histórica en ACB y su previsible clasificación para la EuroCup en el bolsillo, me sorprendió escuchar al capitán del equipo, José Ángel Antelo, haciendo unas declaraciones más propias del personal de dirección y gestión del club que de un deportista en activo. Antelo dijo algo que llevamos meses intuyendo: que la situación del CB Murcia es delicada desde el punto de vista económico.

Pero dijo aún más: apeló a las instituciones públicas, Ayuntamiento y Gobierno de la Región de Murcia, a colaborar de manera más decidida con el propietario del equipo en su apuesta por el baloncesto, a fin de que pueda renovar jugadores y aspirar a cotas más altas en la liga.

Desde ese momento he leído y escuchado opiniones encontradas a favor y en contra del asunto de las subvenciones, algunas muy acaloradas, aceptando con ello un planteamiento simplista que, en mi opinión, lo que pretende es distraer y eludir responsabilidades.

Sospecho que 'usando' a un jugador -y no a uno cualquiera, sino a uno con peso y querido en Murcia- lo que se quiere es generar entre los aficionados un estado de opinión favorable al propietario, crear dos bandos y trasladar la presión a las instituciones. Esto de las presiones no es nuevo: ya lo hicieron Juan Valverde en los 90 y Pedro García Meroño hace una década.

El debate se ha llevado a la cuestión de las subvenciones, y no se trata de eso. No se trata de mirar lo que hacen otros ayuntamientos o gobiernos autonómicos con sus equipos para compararnos, ni se trata de saber a quién y con qué cantidades subvencionan el Ayuntamiento y el Gobierno de la Región de Murcia, para ver en dichas asociaciones y colectivos a los rivales del nuestro club.

En este punto debo decir, porque es algo que llevo repitiendo desde hace más de 20 años, que el deporte de élite atrae a la gente joven a un mundo sano, les proporciona referentes cercanos, satisface sus demandas de ocio y al mismo tiempo transmite valores; pero no sólo eso: defiendo que un club profesional de baloncesto compitiendo en ACB – y en Europa- genera riqueza y movimiento en la hostelería y en el turismo, y mejora la imagen de la ciudad. Es más que evidente. Hasta ahí, es cierto, yo también he defendido y defiendo las subvenciones al CB Murcia.

Ahora bien, me niego a situarlo en las prioridades de un ayuntamiento con muchos, muchos frentes abiertos, y no sólo eso: añado, como ya he hecho en otras muchas ocasiones, que entregar dinero público a un club deportivo profesional -o a cualquier otra entidad privada- debe conllevar algo más que poner el nombre de la ciudad o de la Región en sus camisetas. Debe incluir la fiscalización del dinero, la transparencia en las cuentas del club. En esto, como en lo demás, me sirven de poco las comparaciones con otros, lo de “ningún club lo hace”.

Yo quisiera que si el CB Murcia recibe dinero de mis impuestos, del IBI que pago religiosamente y con esfuerzo al ayuntamiento, pueda saber a qué se destina ese dinero. ¿Cuánto cobra cada trabajador en dicha entidad? ¿Cuánto se destina a fichajes, material, viajes, cantera o formación? Además, tampoco debemos olvidar que el CB Murcia hace uso de instalaciones municipales, y supongo que todo lo que conlleva (electricidad, seguridad...) se valora también.

Desde el club se pide a la administración pública un esfuerzo mayor para crecer y se afirma que el CB Murcia no es sólo de la UCAM. Aquí habría que recordar las formas y las declaraciones con las que el dueño de la Universidad Católica se ha construido su propia cárcel -por aquello de que todos somos esclavos de nuestras palabras-. Su soflama sobre la propiedad del club para justificar la decisión de fijar aquel infame horario de un partido de EuroCup, es tan sólo un ejemplo.

Otros ejemplos son atacar a la esencia del equipo negándole su nombre histórico y legal (Club Baloncesto Murcia S.A.D.), menospreciar a los aficionados que piensan de modo distinto o criticar a aquellos que animan gritando “¡Murcia!” en lugar de “¡UCAM!” -que es como se ha animado siempre, desde que Juver salió de la propiedad-. Ahora se dice que el club es de todos, y sí, ahora estoy de acuerdo, pero seamos coherentes. No puede ser que el club pertenezca a la UCAM para hacer y deshacer, y nos pertenezca a todos para aflojar la cartera.

Durante esta temporada José Luis Mendoza también ha ido proclamando la cantidad de millones de euros que lleva invertidos en el CB Murcia. Es curioso que la cifra haya bailado tanto de un momento a otro -para esto sería muy útil que existiera transparencia en las cuentas-, pero lo que más me sorprende es que se diga con victimismo que el baloncesto es deficitario. Me sorprende que la UCAM, que en mi opinión ha sido muy hábil e inteligente para construir su imagen de ‘universidad del deporte’ –al estilo de las universidades norteamericanas-, sólo señale al CB Murcia como deficitario y no al resto de sus inversiones en deportistas y en otros clubes, como el de fútbol.

Y más aún: me sorprende que de una inversión publicitaria y de imagen se espere un rendimiento económico directo, 'en cash'. ¿Acaso los anuncios que la UCAM pone en vallas publicitarias o las cuñas de radio les expiden cheques con dinero cada mes?

En Estados Unidos, país al que suele mirar la UCAM, están más que asentados los conceptos de mecenazgo y de 'publicity', que no es publicidad sino buena imagen y reputación, y a la cual se llega por medio del patrocinio de instituciones culturales o deportivas. En la UCAM debe haber personas formadas que sabrán recabar datos y analizar el impacto que pueda haberles proporcionado el dinero que han destinado al CB Murcia durante estos años, sea la cantidad que sea, del mismo modo que el ayuntamiento o el Gobierno autonómico deben preocuparse en conocer qué retorno tienen sus subvenciones. Dichos impactos no siempre tienen que ser económicos, aunque sabemos que todo está conectado.

Tengo muchos recuerdos relacionados con los vaivenes del CB Murcia, como todos los que siguen a este equipo desde hace más tres décadas. Recuerdo a aquel concejal de Deportes y su contrato fantasma con Tranvimur, cuando estuvimos al borde del abismo, y recuerdo a José Ramón Carabante llegando como agua de mayo en mitad de un mes de agosto.

Recuerdo que Carabante se trajo a su equipo de gestores deportivos y económicos, gente a la que presentó como profesionales cualificados que podrían dar viabilidad y asegurar el futuro del club. No puedo olvidar que prometió dotar al CB Murcia de un patrimonio, de una ciudad deportiva para la cantera y para el primer equipo, y tampoco olvido que se habló de crear una estructura empresarial en torno al club, de manera que muchas empresas arrimaran el hombro y no recayera todo el peso económico sobre las instituciones o sobre un sólo propietario.

Con ello se quería evitar la dependencia de la subvención, y aunque a mí me sonó a música celestial -y por tanto, situada en un plano supraterrenal bastante incierto, quizá poco realista-, me lo creí. Es muy cierto que tras bastantes errores y aciertos, sin Carabante pero con su equipo gestor, y de la mano de la Universidad Católica San Antonio, hemos vivido varias temporadas tranquilas en el terreno económico y se han batido récords positivos en la parcela deportiva; también es cierto que se han sumado varios patrocinadores más, pero no es menos cierto que el CB Murcia no cuenta con aquella 'ciudad deportiva' y que tampoco se ha logrado la estabilidad suficiente como para que el club no dependa de las subvenciones. Parece que después de tanta promesa, volvemos a la casilla de salida.

Insisto en que el debate no es -o no debería ser- solamente aquello de subvenciones sí o subvenciones no, ni creo que se deba forzar a la afición a elegir entre situarse en el bando del propietario o en el de los poderes públicos, porque, analizada la situación con frialdad, todos estamos en el mismo barco. El dinero público debe ser repartido con mucho cuidado. Son nuevos tiempos y hay nuevas fuerzas políticas que han llevado a las instituciones una manera distinta de gestionar este asunto.

Lo que yo me pregunto es: ¿realmente se trata de las subvenciones, o sencillamente la UCAM busca una puerta de salida que no la deje mal parada? Como empresa privada, la UCAM tiene plena libertad para elegir cuánto invertir y dónde invertir su dinero, y no tiene que poner excusas si ahora decide centrarse en el fútbol, por ejemplo. Y al respecto de las instituciones, no dudo de que tanto el concejal de Deportes como el alcalde, siendo hombres de baloncesto, harán lo que esté en su mano para garantizar la subsistencia del CB Murcia.

Hay otra cuestión más grande y que se nos escapa, pero que no debemos olvidar: cómo está planteado el deporte profesional en general y el baloncesto en particular. Qué es la ACB, a qué intereses sirve, quién decide en su seno, de qué forma se podría mejorar su gestión... En muchas ocasiones lo he señalado: la combinación de deporte, negocio y sentimientos que se da en el deporte llamado profesional es muy, muy peliaguda. Se trata de un asunto que merece por sí sólo no un artículo, sino una enciclopedia con varios volúmenes escrita por gente que sepa mucho más que yo.

Para acabar, tan sólo añadiré que conviene andar con pies de plomo, no dejarnos manipular por nadie y, eso sí, defender siempre al CB Murcia, que es parte de nuestra vida por encima de empresas o de partidos políticos. Que no se nos olvide que tenemos unos colores, un escudo y un equipo que hay que preservar, ya sea en ACB o en la competición equivalente a aquella en la que Randy Owens comenzó a amar a esta camiseta y a volvernos locos por el baloncesto.

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