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El diálogo entre la música y el arte continúa a través del tiempo

Mural sicodélico de la exposición 'Días de Vinilo'. |

Isabel Ceballos

Atravesar las puertas hacia la exposición 'Días de Vinilo' es adentrarse en una fusión de las artes plásticas con la música en un espacio dedicado y único. Solo una vez dentro se empieza observar la mezcla entre arte y música y se comienza a entender el significado que siempre ha tenido a lo largo de los años el mundo de los artistas plásticos para los músicos.

Javier Panera es el comisario de este proyecto, doctor en Historia del Arte, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Salamanca, ensayista e investigador, crítico de arte y especialista en la materia. Toda una vida dedicada a todo lo relacionado con el mundo artístico le ha llevado a contar con una colección de 12.000 vinilos de los cuáles el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander recoge una selección de más de 1.000.

El éxito de esta exposición, que permanecerá a la vista del público hasta el 18 de septiembre, ha llevado a un acuerdo de colaboración permanente entre Javier Panera y el museo para futuras colecciones. Aunque la muestra comienza en orden cronológico, el espacio dedicado a los vinilos se divide en “pequeñas islas de contenido”, según sus organizadores, en las que se navega entre los distintos estilos que se fueron dando a través de las épocas.

La exposición comienza con un viaje hasta los principios del vinilo, hacia los años 40, donde se aprecian los orígenes del diseño gráfico musical. Fue Alex Steinweiss, director artístico de Columbia Records, el que intuyó que si se envolvían en una funda ilustrada con colores llamativos, los discos sería mucho más atractivos. Hasta aquel momento se vendían protegidos por papel de estraza de color marrón o gris con un espacio en el centro que permitía leer el nombre del autor en su interior.

Cuando el presidente de Columbia, Ted Wallerstein, aceptó la propuesta, los discos aumentaron las ventas en pocas semanas en un 800%. Los primeros diseños de Alex Steinweiss se comercializaron a partir de 1940 y estaban inspirados en las primeras vanguardias europeas, especialmente en La Bauhaus y el Art Decó, y orientadas al jazz orquestal y la música clásica.

Comenzó así una relación que se ha ido extendiendo a lo largo de los años. Aunque la exposición se centra principalmente en las relaciones entre la música pop y el rock y la influencia del arte contemporáneo en las portadas de los discos, la importancia del jazz en los diferentes murales es palpable. El jazz jugó un papel fundamental en la evolución del diseño gráfico musical marcando distancia con otros géneros musicales y asociando su identidad visual con las corrientes artísticas de vanguardia. Desde los alocados dibujos coloristas de Jim Flora, a la elegancia gráfica de David Stone Martin.

De entre los diseñadores gráficos que se publicitaban en las portadas de los vinilos, apareció un ilustrador antes desconocido en el mundo artístico, Andy Warhol, autor de portadas para músicos como Count Basie, Kenny Burrel o Johnny Griffin. O de la portada del 'Banana album' de The Velvet Underground, de la que Javier Panera cuenta con tres ejemplares -uno con el plátano sin pelar, otro a medio pelar y el último pelado por completo-, un diseño innovador que hizo las portadas interactivas.

Aunque esas portadas llamativas servían de reclamo para hacer más atractivos los discos, también eran utilizadas por muchos artistas para promocionar sus obras y que llegasen a la mayor cantidad de público posible. En la exposición se pueden ver obras de Miró o Picasso que se adaptaban para ilustrar las portadas de algunos discos, pues a lo largo de sus carreras hicieron varios cuadros de temática musical.

Pero no solo los pintores y diseñadores gráficos hicieron de la música un medio para promocionarse, sino que se abrió una ventana para los fotógrafos con la aparición de sellos vinculados a las nuevas corrientes del jazz. Se abandonó progresivamente la ilustración de los diseños de los sellos Blue Note, Prestige, Verve o Impulse y se incorporó la fotografía con las técnicas modernas de fotomontaje.

Diseñadores como Reid Miles, Burt Goldblatt y Rober Flynn se unieron a fotógrafos como Francis Wolff, William Claxton o Lee Friedlander para potenciar la identidad de músicos como Dester Gordon, John Coltrane o Miles Davis con imágenes en primer plano y planos de detalle del músico en plena acción.

En otra corriente totalmente distinta transcurren paralelamente el rock and roll y el pop art. El factor detonante fue Elvis Presley. El artista Richard Hamilton realizó un pequeño cuadro con las mismas dimensiones que la portada del disco, un collage que tras ser exhibido en la exposición 'This Is Tomorrow' en la Whitechapel de Londres, se convirtió para muchos en la primera pieza de Pop Art.

El diseño de la portada del primer LP de Elvis resulta tan icónica y rompedora como el collage de Hamilton, pero aún hoy no se conoce el nombre del autor. En la exposición se puede encontrar esta portada rodeada por las de sus otros discos y juntos componen una pequeña biografía del artista, con retazos de su vida plasmados en fotografías.

La portada del primer LP de Elvis tuvo más adelante réplicas y parodias por parte de otros artistas como The Clash, en la portada de su disco 'London Calling'. Estas imitaciones se han ido produciendo a lo largo del tiempo, con portadas como las de The Beatles o The Rolling Stones, portadas muy características que también recoge la exposición, en sus propias islas de contenido. Destacan las portadas camaleónicas de los Rolling, que tienen un hueco en muchas épocas artísticas y musicales. Y el cambio sufrido por las de los Beatles en la época hippie.

Una de las secciones más llamativas de toda la exposición pertenece a la etapa sicodélica. Las creaciones influenciadas por las experiencias con LSD suponen una explosión de colorido y formas sinuosas que se mezclan en el Pop Art y que provocan sensaciones cercanas a la sinestesia, alteraciones de los sentidos en los que el oído ve y la vista escucha. La evolución de bandas como The Beatles, The Rolling Stones o Pink Floyd no se podría explicar sin la existencia de esta subcultura.

La relación ya no solo se aprecia entre el diseñador gráfico y el músico, sino que se adentra en la interacción que tienen ambos con la época y el mundo que les rodea.

Otro de los ejemplos que se pueden encontrar entre las portadas de la exposición es la relación entre el mundo del cómic y el rock. Estos dos géneros han estado unidos desde los años 50 en los que algunos cómics se hacían eco de ídolos como Elvis. Robert Crump, considerado por muchos el padre del cómic underground, se lanzó a vivir una aventura musical en los setenta con su banda Robert Crump and His Cheap Suit Serenaders en la que no solo tocaba, sino que ilustraba sus propios discos.

Pero la banda referente en la mezcla del cómic y la música es KISS, que además de tener portadas con ellos mismos como superhéroes, llegaron a tener su propio comic book. En 1977 Stan Lee, editor de cómics estadounidense, se puso en contacto con ellos para negociar la edición del primer número de KISS cómics.

Entre la diversidad de la exposición hay un lugar para la censura. Dentro de los murales se exponen los discos con y sin censura, mostrando el contraste entre la España del franquismo y la evolución de la música y el arte en otros países.

Pero no todo en España fueron prohibiciones, también hay un espacio para la ruptura que supuso La Movida madrileña, con artistas como Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Zombies o Aviador Dro colaborando con pintores como Pérez-Villalta o Herminio Molero, fotógrafos como García-Alix, Ouke Lele o Pablo Pérez-Mínguez, diseñadores como Juan Gatti o Montxo Algora y directores de cine como Almodóvar e Iván Zulueta. La Movida siempre estuvo asociada a las costumbres transgresoras del punk, que ya había demostrado su capacidad de reunir la violencia y el diseño en sus portadas.

Como al punk o al rock en sus inicios, se ha acusado al hip hop de incitar a los jóvenes a la violencia, la desobediencia y la rebeldía. A finales de los 80 nace el gangsta como subgénero con entidad propia y tanto en sus letras como en las portadas de los discos hacen reivindicaciones para la rebelión contra las políticas represoras del gobierno americano, apologías a la delincuencia y de la violencia. En este ámbito los artistas destacados pertenecían al mundo del grafiti y el skateboard, como Eric Haze o Glen E. Friedman y bandas como Run DMC, Public Enemy o los Beastie Boys.

Con estos precedentes, no es raro que desde la década de los ochenta y los noventa, los artistas revisiten los estilos del pasado y los mezclen con las nuevas tecnologías para crear su propio estilo. El ejemplo más claro es el de los Young British Artists con el brit-pop con portadas como las de The Stone Roses o las de Blur.

Toda la muestra es un viaje en el que se mezclan los artistas y las épocas, lo visual y lo sonoro. Unos beben de otros y crean una simbiosis que se repite a lo largo de los años y ayuda a que destaquen o que finalmente queden en el olvido. Recomendable tomarla en pequeñas dosis para apreciar las relaciones entre las distintas corrientes artísticas.

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