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La abrupta salida de José Luis Bilbao

José Luis Bilbao durante un partido de baloncesto.

Igor Marín

Es el diputado general en Euskadi más longevo. Ninguno había cumplido, desde la implantación de la democracia, tres mandatos, 12 años. Y, si hubiera dependido de José Luis Bilbao, habría continuado otros cuatro años más. Pero los mismos que le auparon a la todopoderosa Diputación de Bizkaia en 2003, son los que han precipitado su caída. Los llamados 'jobuvis' (jóvenes burukides vizcaínos, como Iñigo Urkullu, Andoni Ortuzar o Aitor Esteban) que en su día se cargaron a Xabier Arzalluz como presidente del PNV han sido los que han obligado a José Luis Bilbao a hacer las maletas del Palacio foral de Bilbao, según coinciden fuentes peneuvistas.

“No se va. Le echan”, comentan gráficamente. Y la marcha no está siendo fácil, según los medios consultados. Primero, por la búsqueda de una buena salida a un hombre que lleva 32 años en el entramado de la Diputación: primero como juntero y los últimos 29 años en cargos forales, desde director de Hacienda hasta alcanzar la presidencia. Desde que el aparato vizcaíno decidió el relevo de Bilbao, se ha buscado su colocación. El actual diputado general, según fuentes nacionalistas, quería que su puerta giratoria parase en la BBK, dirigiendo la fundación, con un salario que podría duplicar los 97.000 euros que percibe en su cargo público. Pero ahí se topó con la negativa del entonces presidente de Kutxabank, Mario Fernández, según los mismos medios.

Cerrada esa puerta, se barajan varios opciones para que un hombre con tanto conocimiento y tan poca contención esté contento. De hecho, algunas voces apuntan también a que podría seguir en la política, quizás como senador, aunque ver a José Luis Bilbao en una segunda línea se antoja complicado. Lo que tienen claro en Sabin Etxea es que hay que darle acomodo y hay que hacerlo bien -más después del desastre del ‘caso Cabieces’-, así que el mutismo imperante es casi total.

La dirección peneuvista se está encontrado además con una transición complicada en los últimos meses del mandato del todavía diputado general. El candidato Unai Rementeria, actual portavoz y de hecho el 'número dos' en la Diputación vizcaína es desde hace unos meses el protagonista de los actos con Bilbao en un segundo plano. “Hay mal rollo entre el equipo saliente y entrante”, señalan. Los enfrentamientos llegan incluso en público, como el que ocurrió hace unos meses en un conocido restaurante de Bilbao en el que comía José Luis Bilbao con varios dirigentes de su partido, como la presidenta de Bizkaia, Itxaso Atutxa. Ante la sorpresa de otros comensales, degeneró en una fuerte discusión con gritos incluidos. Fue significativa también la despedida de Bilbao el pasado 25 de marzo en lo que era su último pleno en las Juntas Generales. “Ha sido un honor. Agur”, dijo sin recibir ningún aplauso de sus compañeros peneuvistas en sus escaños, algo totalmente inhabitual entre los políticos. Cuando Bilbao bajó del atril y se dirigió a su sitio, Rementeria, que se sienta a su lado, bajó la mirada.

Y es que la gestión personalista de José Luis Bilbao le ha granjeado aceradas críticas en su partido. A Bilbao siempre le ha gustado el control absoluto de todas las áreas y la intervención directa en muchas ocasiones. Un estilo que ha significado una gran sumisión entre los diputados forales de su gobierno, un sometimiento que personas ajenas a la Diputación lo han percibido en público. Algo que, por ejemplo, quiere cambiar el aspirante a sucederle. El pasado 14 de marzo, en la web que ha creado para impulsar Unai Rementeria, decía textualmente: “Creo que la política del siglo XXI necesita nuevas actitudes, nuevas formas, y también mucha más transparencia y eficiencia. Estas dos últimas cuestiones me preocupan mucho”.

El desgaste

¿Pero cuáles han sido las razones concretas de la salida de Bilbao, adoptada por quienes le encumbraron hace ahora 12 años? Todo apunta a sus desmanes con algunos asuntos escandalosos en todo este tiempo y al desgaste de tanto tiempo en la institución más poderosa de Euskadi, la que maneja la mitad de los impuestos recaudados. Antes de acceder a la presidencia de la Diputación, Bilbao ya dio muestras de su personalidad al enfrentarse contra el entonces magistrado y ahora presidente del Tribunal Superior vasco Juan Luis Ibarra. En los 90 llegó a acusar a Ibarra de guiarse por motivaciones políticos por sus fallos judiciales que cuestionaban la contratación de personal en la Diputación e incluso elevó quejas ante el Consejo General del Poder Judicial. En esos años también protagonizó el llamado caso Azpiegitura, una denuncia que impulsó por una supuesta estafa de siete millones en la construcción de un edificio foral, que acabó en nada pero con un coste de más de un millón de euros en abogados e indemnizaciones a los acusados. El Tribunal Supremo tachó de “temeridad” la actuación foral.

Su primera polémica decisión como diputado general la adoptó nada más acceder al cargo. En 2003 decidió desechar el proyecto acordado por su predecesor Josu Bergara de trasladar las instalaciones forales a la torre de Abandoibarra, la que luego ocuparía Iberdrola. Supuso un enfrentamiento público, en un acto con la prensa en Abandoibarra, con el entonces alcalde Iñaki Azkuna, a quien la marcha atrás le condicionaba todo el desarrollo de esta área en Bilbao. Un choque que hirió sin solución las relaciones entre ambos. Pese a mantener las formas, el carismático Azkuna no volvió a confiar en el diputado general. Y es que José Luis Bilbao veía la capital vizcaína como otro área de poder y nunca aceptó, y por tanto no lo modificó, las peticiones de Azkuna de que las líneas de Bizkaibus (el autobus provincial) desembocaran en la estación central de Termibus sin llegar al centro de Bilbao. Provocaba grandes problemas de tráfico, argumentaba Azkuna, pero José Luis Bilbao quería que los vizcaínos llegasen a la puerta de El Corte Inglés.

Sus detractores le achacan sus ansias de protagonizar grandes proyectos. En su primer mandato, en plena efervescencia de ofrecer viviendas, lanzó su plan de vivienda pese a que el Gobierno vasco tenía otra en marcha, que fue un absoluto fracaso: sólo se construyeron 1.200 de las 6.000 viviendas prometidas y una de cada seis de ellas todavía sigue vacía. En el segundo mandato se puso al frente del apoyo al proyecto Habidite de construcción de pisos en serie, junto al empresario Jabyer Fernández, que terminó sin proyecto y con un enfrentamiento inédito del constructor contra el diputado general. Y con Fernández condenado por fraude del IVA a la Hacienda. Y sin olvidar la carretera de circunvalación a Bilbao, la llamada Supersur: casi 1.000 millones de inversión, un mantenimiento anual de casi 10 millones y sin apenas uso por el peaje que se debe abonar y su incómoda conexión con la AP1 y la AP68. O el caso Ibarra, el máximo responsables de luchar contra el fraude fiscal en la Hacienda vizcaína que acabó condenado por privilegiar a 200 contribuyentes.

Esa falta de moderación y cautela es la que le ha ido minando sus apoyos dentro del PNV, aseguran en el entorno del partido, en el que se apunta que su gestión del caso Habidite, que supuso un espectáculo mediático durante bastantes meses, acabó por darle la puntilla.

Aunque solo gozó de mayoría absoluta en su primer mandato, cuando funcionó la coalición PNV-EA, sus gobiernos de los últimos ocho años en minoría los ha gestionado sin sobresaltos, con acuerdos puntuales mayoritariamente con el PSE pero también con el PP e IU. Nunca se ha podido entender con la izquierda abertzale, a quien ha criticado sin ambages su postura con ETA. Sus detractores reconocen que siempre ha sido de los más claros dirigentes peneuvistas en arremeter contra el mundo radical. También ha sido uno de los más claros en repudiar la marca España e incluso oponerse a que Bilbao sea sede la Eurocopa 2020 pese a los beneficios económicos que reportaría.

Competir con Urkullu

Antes de designar a Urkullu como candidato a lehendakari, se postuló al puesto y quienes trataron con él aseguraba que denostaba continuamente al entonces mandatario Juan José Ibarretxe. Pero algunas otras fuentes aseguraron que su objetivo final era llegar a la cúspide del PNV. “El poder no está en el gobierno, sino en el partido”, ha afirmado Bilbao en encuentros informales con periodistas.

No parece que alcanzará su objetivo pero tampoco que renunciará a seguir influyendo. En las oficinas de la Diputación cuentan que en 2003, cuando tomó el bastón del diputado general de manos de Josu Bergara, éste le comentó a ver en qué podía seguir ayudando. Bilbao le dijo algo así: “Tu a jubilarte, a dar paseos por Matalascañas (el lugar donde veraneaba Bergara)”. Habrá que ver que le comenta Unai Rementeria, si como parece le sucede en el cargo.

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