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Los 'grises' vuelven a cargar en Vitoria

Varios 'grises' durante el rodaje de la película sobre el 3 de marzo de 1976 en Vitoria

Iker Rioja Andueza

Son alrededor de las 13.00 horas del jueves en la calle de Los Molinos del barrio de Adurza de Vitoria, uno de esos cientos que por toda España están hechos de ladrillo visto rojizo a modo de piezas de Lego. Un grupo de obreros en huelga ha montado una barricada con madera, con neumáticos viejos y hasta con los restos de una farola caída. Una furgoneta Ebro de color blanco está cruzada en la calzada y, unos metros más adelante, los trabajadores, en su mayoría varones, zarandean otra, una Citröen 2CV matriculada en Navarra. En vista de los acontecimientos, dos dotaciones de la Policía Armada doblan la esquina y toman posiciones. De los dos Land Rover bajan una docena de agentes y, ante la lluvia de piedras y otros objetos, se parapetan tras sus vehículos a la espera de órdenes. Las instrucciones no tardan en llegar y los funcionarios, sin contemplaciones, arremeten contra los obreros con porras y escopetas de pelotas de goma. Los ‘grises’ han vuelto a cargar en Vitoria en pleno 2017 dejando al menos un par de jóvenes heridos.

-¡Corten!

El grito de Víctor Cabaco (Santander, 1967) detiene la refriega. El fuego de la barricada se detiene por arte de magia. El humo desaparece. Al instante, policías y huelguistas se mezclan con una sonrisa en la boca y buscan una sombra y agua para refrescarse. Llevan ropas de invierno y en este otoño caluroso de Vitoria el termómetro frisa los 30 grados centígrados. Ya ha empezado el rodaje de la esperada película sobre los sucesos del 3 de marzo de 1976, día en que la extinta Policía Armada diseñada por el dictador que había muerto apenas unos meses antes mató a tiros a cinco personas tras desalojar por la fuerza una asamblea en la iglesia de San Francisco del barrio de Zaramaga. Los heridos de bala se contaron por decenas. Por radio, los ‘grises’ confesaron que habían “contribuido a la paliza más grande de la historia”, unos hechos aún impunes.

Desde hace unos días y durante varias semanas, Vitoria se va a convertir en escenario de una recreación lo más fiel posible -aunque con una trama de ficción que le dé coherencia- de aquellas huelgas multitudinarias de finales de 1975 y principios de 1976. Y, sobre todo, se pretende que no caiga en el olvido la represión de la Policía Armada. Durante las primeras jornadas de rodaje, los Land Rover rematriculados con placas policiales (FPA) y los uniformes de los antidisturbios franquistas han protagonizado ya varias ‘intervenciones’ en diferentes puntos de la ciudad, lo que ha atraído la atención de numerosos curiosos.

La película sobre el 3 de marzo de 1976 parte de un presupuesto modesto (1,5 millones) y cuenta con un elenco sin grandes nombres (la más conocida entre las actrices es quizás Ruth Díaz), pero su gran fuerza son los cientos de personas de la ciudad, de todas las edades, que se han presentado como voluntarios para hacer de figurantes. “Yo venía de huelguista pero me han debido de ver cara de malo y me han puesto de policía”, sonreía uno de ellos en Los Molinos porra en mano y sudando debajo del casco gris decorado con un águila de San Juan.

“Tiene mucho de sentimiento”

“Esto mueve mucho las tripas de la gente. Tiene mucho de sentimiento”, explicaba el sábado por la mañana una operaria de la organización en la puerta de la iglesia de Los Ángeles instantes antes del inicio del rodaje de una asamblea. La mujer, con una carpeta en la mano, no daba abasto para pasar lista entre tanto voluntario que se arremolinaba en la puerta del templo. Los había con pantalones de campana, con camisas de cuellos imposibles y hasta con gafas de montura dorada. Un compañero suyo, entretanto, preguntaba si alguno de los figurantes había hecho ya de policía en jornadas anteriores para evitar un problema de ‘raccord’. Un joven abigotado levantó la mano y se llevó un abucheo cariñoso de la masa.

En la lista de 'extras' se hallaba Petra María Jesús, que pide ser citada con sus tres nombres. En su abrigo se había traído una cartilla laboral que demuestra que aquel 3 de marzo de 1976 ella también llevaba varios meses de huelga aunque sólo contara 19 años. Con sus dos hermanas y otras 700 mujeres trabajaba haciendo cremalleras en la ya desaparecida Areitio, una histórica empresa de la ciudad. “He venido por mis hijos, para que lo sepan y para que estén orgullosos”, contaba emocionada esta hija de inmigrantes extremeños, quienes con los castellanos, andaluces o gallegos poblaron barrios obreros como Zaramaga en la industrialización que convirtió a Vitoria en lo que es ahora. Un vitoriano, un extremeño, un asturiano, un burgalés y un salmantino fueron las víctimas.

Así son los recuerdos de Petra María Jesús: “La clase obrera no éramos nada, metíamos horas por una mierda. Las mujeres de Areitio salíamos de la fábrica y cada día quedábamos en una iglesia. Al final acabamos siempre allá. Salieron a la huelga un montón de empresas y todas íbamos allá. Nos juntábamos allá”.

Con 4 años en la asamblea

“Allá” es San Francisco, en Zaramaga, donde la Policía Armada disolvió a tiros una asamblea obrera aquel miércoles de ceniza de 1976. Las reivindicaciones que no toleró el Gobierno predemocrático de Carlos Arias Navarro eran una subida lineal de 6.000 pesetas (36 euros, al cambio de 2001), una jornada de 40 horas semanales y una cobertura salarial en caso de baja.

“Los policías nos decían ‘a por ellas, a por las putas’. Nos insultaban y daban unos palos cojonudos”, abunda Petra María Jesús, que aquella tarde volvió corriendo a casa asustada por el cariz que estaban tomando los acontecimientos en la iglesia. Frente al templo vivía –y lo sigue haciendo- Mari Carmen, que también se ha apuntado como figurante. Ella recuerda igualmente los insultos a las mujeres por parte de los policías e incluso cómo la intentaron disparar desde la calle cuando les gritó por la ventana. A sus 73 años ni puede ni quiere olvidar el 3 de marzo y pide dejar constancia de cómo el pueblo, en pleno funeral, gritó “asesinato, asesinato” cuando en la catedral se lamentó la “muerte” de cinco personas.

Más joven era entonces José Emilio. Su padre Honorio, de origen riojano, era uno de los huelguistas. Trabajaba en la actual Mercedes-Benz, entonces conocida como Mevosa. En un bolso llevaba el sábado algo de ropa de la época y unas gafas antiguas, pero también todos los recuerdos del niño de 4 años que acompañó en 1976 a su padre a la asamblea de la iglesia de Los Ángeles que ahora se reconstruye para la película. Tras el rodaje, se confesaba “emocionado” por lo abrumador del momento.

Y Garbiñe, nieta de un operario de la histórica Forjas Alavesas, también se ha quitado un ‘piercing’ y puesto unos pantalones de campana para poner su granito de arena en el filme. “Al final todos los vitorianos estamos bastante vinculados con lo que sucedió y es lo que nos empuja a participar en la película y a ayudar en lo que se pueda”, comenta mientras espera al inicio de la toma.

Apoyo del Ministerio de Cultura

“Es el hecho represivo de más alcance en España en la Transición”, comentaba Santiago, figurante también pero sindicalista e investigador de aquellos sucesos. Este hombre ha contactado en su carrera con “90” heridos de bala aquella aciaga jornada que él vio, a sus 13 años, desde un balcón cercano.

La película, producida por Sonora Estudios y Gariza Films e impulsada por el periodista Oskar Bañuelos, llegará a los cines en 2018 y con toda probabilidad agotará las entradas en su estreno. De momento, ha recibido un espaldarazo del Ministerio de Cultura al ser la cinta que más subvención ha obtenido en 2017. Cuenta también con el apoyo de la radiotelevisión vasca (EiTB) y de las instituciones locales.

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