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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

No soy Constantino Romero

Raúl Gay locutando

Raúl Gay

Resulta que cada vez hablo peor. No es que diga tacos (alguno suelto, pero menos que antes), es que noto que tengo la voz más débil, más ronca. Siempre he sido muy sabinero, muy coheniano. Hablaba bajito, de garganta y me quedaba afónico a mitad de noche, en cuanto sonaba el Twist and Shout de los Beatles en el bar de turno. Si eres un artista, un enfant terrible o un crápula queda bien tener esa voz. Pero si trabajas en televisión y tienes que locutar una pieza del ébola un lunes y el martes poner tu voz a un vídeo sobre la consulta (simulada y en diferido) de Artur Mas... no mola tanto.

Lo primero que hice al entrar a trabajar en Aragón TV fue acudir a un logopeda. Luego a otro. Y a un profesor de canto. Y a un foniatra. Como decía Woody Allen de su psiquiatra en Annie Hall, le doy unos meses más y después a Lourdes. Lo malo es que no creo en esas vírgenes...

A mi garganta a lo Gollum se suma que tengo una lengua de vaca. En serio. En cierto sentido, se acerca a las lenguas de las personas con síndrome de Down. Así que lo de vocalizar como Pablo Iglesias se me da bastante mal. Durante años decía “tlen” y “madle” en lugar de “tren” y “madre”. Ahora la palabra temida es “instituto” (fue divertido locutar piezas sobre el caso Nóos). Si no fuera tan doloroso, pediría que me limaran la lengua, que cortaran por los lados y me dejaran como los reptiles camuflados de V. Bueno, tener lengua larga y ancha viene bien para otras cosas... ¡No seáis malpensados! Digo para coger objetos cuando mi mano no llega ;).

Por último, tengo un cuello de toro. Fuerte, rígido. Dice un amigo tenor que está duro como la tableta de chocolate de Aznar. Todos los nervios van allí y cuando discuto con mis jefes se tensa y no deja pasar el aire.

Y así estaba hace unos meses, lamentándome de mi voz de urraca cuando se me ocurrió que tal vez era una consecuencia de ser retrón. Otra más. No sé si mi hipótesis es cierta o es una excusa, un esconderme en mi minusvalía/discapacidad/diversidad funcional para justificar que hablo fatal. Yo cuento lo que pienso y los lectores que vayan en silla de ruedas o conozcan gente en silla de ruedas me pueden confirmar o desmentir.

Resulta que la mayor parte del tiempo estoy sentado. Bien en la silla de ruedas, bien escribiendo o leyendo. Al no tener brazos y tal, para escribir tengo que estar agachado, combinando el movimiento de manos (la izquierda principalmente) y labios en el teclado, como un pianista on fire. La gente normal está sentada con su espalda y su cuello rectos y descansados; yo cuando me paro a leer lo escrito pienso “¡uy, qué bien se está así!”.

Al comer, parecido. Me inclino, cojo la comida y trago sin levantarme de nuevo. Por pura pereza, porque si me yergo para tragar parezco la condesa viuda de Downton Abbey. Pero claro, no es muy bueno comer así. Ahora voy a los restaurantes y pido una caja, un tuper, alguna estructura que me permita tener más alto el plato y no doblar mucho la espalda. Pero aun con todo...

Yo pensaba y hacía experimentos. Si hablo como suelo hacerlo, sentado y con la espalda medio encorvada, la voz sale débil y difusa. Si me enderezo y fuerzo la columna, si la pongo bien recta, la cosa cambia. Está mucho más clara. Lo malo es que la postura es difícil de mantener, ya que al no apoyar los pies en el suelo, toda la fuerza la hago con los músculos de las piernas, no con la espalda. Y cansa. Mucho. Si me levanto y hablo de pie también noto mejoría. Pero no es plan estar todo el día de pie. Además, la gente está medio metro por encima, así que en este caso tuerzo el cuello... hacia arriba. Tampoco sale bien al 100%.

Tengo la impresión de que esto de la voz chunga no es tan raro entre los retrones. Muchas de las personas en silla con las que he hablado tienen hilo de voz o le sale muy aguda, como un globo al que aprietas un extremo. Pablo Echenique es una excepción. Aunque tiene un tono algo metálico, su voz es fuerte. ¿Por qué? Tal vez porque el antiguo bloguero y ahora eurodiputado lleva en su silla una especie de armadura que le mantiene más recto que un miembro de la Guardia Suiza. Así puede dar esos mítines que da con Podemos.

En diciembre tengo cita con el foniatra, a ver qué me cuenta. Mientras, trato de colocarme recto en los momentos en que no escribo, leo, como, duermo, o voy a 10 por hora en la silla. Vamos, poco rato. Pero cuando lo hago, ¡ay qué gustito!

Y vosotros, queridos lectores, ¿qué opináis de mi hipótesis? ¿Es una tontá o tiene algo de sentido?

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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