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Salvador Pániker dice que “Fundé Kairós hace 50 años para acercar Oriente y Occidente”

Salvador Pániker dice que "Fundé Kairós hace 50 años para acercar Oriente y Occidente"

EFE

Barcelona —

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Salvador Pániker ha tendido puentes entre Oriente y Occidente desde hace más de cincuenta años bajo el sello de Kairós, la editorial que fundó para establecer un diálogo entre lo racional y lo místico y, sobre todo, para divulgar lo que define como “los esfuerzos del ser humano para no deprimirse: la filosofía”.

“La cultura es un rito de paso, es enterarse de todo lo que hay en el mundo, de todos los esfuerzos que ha hecho el animal humano para tenerse en pie. El que no sabe esto, no sabe nada; desconoce su propio pasado y actúa como un robot”, ha explicado Pániker en una entrevista con Efe.

A pesar de haberse doctorado en Filosofía, con profesores de la talla de José Luis López Aranguren, califica de “filosofía ridícula, alejada del mundo real” la que se impartía bajo “el régimen de clausura que reinaba en el franquismo”, y que limitaba el espectro de autores estudiados a Santo Tomás.

“Kairós fue mi segunda universidad”, donde tuvo como maestros a los más ilustres filósofos contemporáneos, a quienes editó y, en muchos casos, trabó amistad, como es el caso de Ken Wilber, Edgar Morin, Mircea Eliade, Alan Watts, Arthur Koestler o Jiddu Krishnamurti.

Con una “vocación universal” y “más de fundación que de negocio”, Kairós nació para conciliar todos los mundos a los que Pániker pertenecía: el de su madre, española, y el de su padre, indio, así como el de las letras y las ciencias, pues también se licenció en Ingeniería.

Por entonces, a sus más de treinta años, “no sabía qué camino tomar”, admite. Fue Núria Pompeia, “la gran mujer con la que estaba casado”, quien le sugirió montar una editorial. A su vez, Salvador propuso a su hermano Raimundo impulsar el proyecto a medias, con un pie en Benarés, donde él vivía y otro en Barcelona. “Me dijo que no y lo hice yo solo”, resume.

Así, Kairós se propuso “ensanchar el panorama cultural” y “profundizar” en la tradición hindú, que en Occidente queda reducida a “orientalismo de bisutería” demasiado a menudo. “En España se confunde el legado con folclore y una gimnasia que llaman yoga”, denuncia.

Sin embargo, lo que Occidente debería adoptar de la India es “un punto de vista menos histérico para hablar de la muerte” y algo de “mística para superar la trampa de la finitud, la angustia que crea la misma conciencia de que las cosas se acaban, y que no permite vivir el aquí y el ahora”.

Los occidentales han de rebajar “la obsesión por el ego”, un remedio a “la devastación de la vejez”, ya que “el hombre, en la última parte de su vida, en la senectud, ha de ser sabio”.

La India, por su parte, debería avanzar en cuanto a “modernidad”, entendida como “derechos humanos, de la mujer, democracia, ciencia”. El peligro de la transición radica en lo que Pániker denomina “arrojar el bebé por la bañera: cuando nos liberamos de los mitos insustanciales, perdemos la conciencia trascendente”.

Ahora, hace balance desde la butaca de su biblioteca: “Cincuenta años es una cifra tan desmesurada que casi da risa”, dice, y lanza una carcajada aparentemente pueril el filósofo que se sigue definiendo como “aprendiz de místico o aprendiz de sabio”.

Pániker se hincha de orgullo al hacer balance: “hemos conseguido ser una referencia para las relaciones Oriente-Occidente, la editorial ha resultado una de las obras más bonitas que he hecho, junto con mis propios hijos”. Y para cerrar el círculo, Agustí y Anna Pániker, dos de sus descendientes, dirigen la empresa familiar.

Al inicio de la entrevista, Salvador Pániker hace una mención especial al escritor Gabriel García Márquez, que fue un gran amigo suyo. “No le gustaban las grabadoras, decía que la entrevista tiene que ser reportajeada”, ha recordado.

El filósofo, en cambio, prefiere que se grabe la conversación, porque recuerda que “corría por ahí lo que llamaban el Principio de Pániker”, según el cual “todo entrevistado queda reducido por los límites mentales de su entrevistador”, sonríe, mientras asegura depositar su confianza en su interlocutor.

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