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ANÁLISIS

Una lección desde Italia para lidiar con la memoria histórica

Detalle del bajorrelieve en el que se lee "Creer, obedecer, combatir"

Carlo Invernizzi-Accetti

Llegar a un acuerdo sobre la historia nacional no siempre es fácil. Ya sea por una guerra civil, por la opresión política o sencillamente por un cambio en los valores, los monumentos y otras señales del pasado a menudo nos recuerdan que lo que apreciábamos en otros tiempos no es necesariamente lo que valoramos hoy. Así nos lo recordaron a principios de 2017 la amarga polémica y las mortales protestas que provocó la propuesta de eliminar la estatua del general Robert Lee en Charlottesville, Virginia.

La pequeña ciudad de Bolzano, en el norte de Italia, puede servir como modelo para tratar mejor estos temas espinosos. Desde hace varias décadas, lo que ahora son las oficinas financieras de la ciudad están ubicadas en un edificio de la era fascista con un gigantesco bajorrelieve de Benito Mussolini a caballo junto al lema: “Credere, Obbedire, Combattere” (“Creer, Obedecer, Combatir”).

Aunque el pasado fascista de Italia haya sido oficialmente condenado, el monumento sobrevivió intacto hasta que en 2011 un decreto del gobierno central exigió formalmente a la Administración municipal que hiciera algo al respecto.

Enfrentada a los que llamaban a “destruir” y a los que pedían “preservar” el monumento, la ciudad optó por una estrategia que a posteriori parece mucho más inteligente. Abrió un concurso público solicitando ideas para “desactivar y contextualizar” el friso cargado de significado político.

Artistas, arquitectos, historiadores y “cualquier persona involucrada en la esfera cultural” podían participar en una propuesta cuya intención declarada era “transformar el bajorrelieve en un lugar de memoria... para que ya no sea posible verlo sin mediación, sino de una forma reflexiva, en un contexto apropiadamente explicativo”.

Más de 500 propuestas

Alrededor de 500 propuestas fueron enviadas y evaluadas por un jurado en el que había personalidades locales de la sociedad civil, entre ellas un profesor de historia, un conservador de museo, un arquitecto, un artista y un periodista. El jurado recomendó cinco propuestas que a su vez fueron votadas por el consejo municipal. Tanto las propuestas como las actas se subieron a Internet para abrirse al escrutinio público.

La propuesta ganadora es tan poderosa como sencilla. Sobre el bajorrelieve aparece superpuesta ahora una inscripción iluminada por LED con una cita de la filósofa judía alemana Hannah Arendt. “Nadie tiene derecho a obedecer”, se lee en italiano, alemán y ladino, los tres idiomas locales.

Como aclaran en el texto explicativo Arnold Holzknecht y Michele Bernardi, los dos artistas responsables de la propuesta original, el “minimalismo” de la intervención está explícitamente dirigido a contrastar con la “grandilocuencia” del estilo fascista. El contenido de la cita, dijeron, se entiende como una “respuesta directa” a la “invitación a la obediencia ciega” del eslogan fascista.

Pero lo más importante es que el monumento original sigue siendo visible a través de la inscripción. De ese modo se enfatiza que la memoria, y por lo tanto la historia, no es una “pizarra en blanco” sobre la que se pueda escribir arbitrariamente lo que nos ocurra en el presente. Más bien, es un proceso de sedimentación en el que el pasado nunca se borra del todo, sino que se reinterpreta constantemente a través del cristal del presente.

El monumento intervenido invita a que la gente reflexione sobre la compleja historia de la ciudad de una manera que no es festiva ni negadora sino contextualizada, y por ello mucho más desafiante y profunda.

Sólo los neofascistas protestaron

Una señal del éxito de la intervención es que casi no generó polémica, ni nacional ni local. Inaugurada el 5 de noviembre con una ceremonia deliberadamente sobria, la instalación sólo provocó las previsibles recriminaciones de los representantes del partido neofascista local, uno de cuyos miembros la consideró como un “acto talibán” destinado a “borrar una parte de la historia del país”. El hecho de que estas objeciones se equivocaran tanto a la hora de comprender el objetivo de la instalación las han dejado prácticamente sin seguimiento.

Pero este experimento local de política de la memoria merece que le prestemos atención. Prácticamente todos los países del mundo tienen que enfrentarse a preguntas difíciles sobre su relación con pasados de violencia, injusticia y opresión, en muchas ocasiones condenados públicamente.

Pretender que el pasado nunca sucedió no parece una buena forma de aprender de él. Pero tampoco lo es dejar pasivamente que el pasado se represente a sí mismo en el futuro. Por eso la mejor solución tal vez sea contextualizar los monumentos de una época problemática con un procedimiento creativo que sea a la vez inclusivo, transparente y educativo.

Después de todo, esta es otra manera de leer el mensaje en la cita de Hannah Arendt inscrita ahora sobre el monumento fascista de Bolzano. Decir que “nadie tiene derecho a obedecer” sirve para recordar que nuestras acciones son siempre el resultado de una elección, y por lo tanto de un juicio, en el presente.

La cita de Hannah Arendt implica que no podemos negar de buena fe nuestra responsabilidad por las cosas sobre las que tenemos el poder de actuar, como los monumentos heredados de nuestra historia. También dejarlos que pervivan intactos es una manera de afirmar algo hoy. La pregunta que nos debemos hacer es qué mensaje queremos dar.

Aparentemente, durante las deliberaciones que precedieron a la decisión de retirar la estatua de Robert Lee en Charlottesville, Virginia, hubo una propuesta para agregar más “contexto histórico” al monumento. Podía haber sido una oportunidad para que la ciudad llegara a un acuerdo de manera más inclusiva y abierta con su problemático pasado. Pero la propuesta fue finalmente rechazada.

La ciudad de Bolzano se ha pronunciado en cambio decididamente a favor de la libertad y del valor cívico. Esperemos que otras administraciones que enfrenten problemas similares en el resto del mundo puedan seguir su modelo.

*Carlo Invernizzi-Accetti es profesor auxiliar de Ciencias Políticas en el City College de Nueva York

Traducido por Francisco de Zárate

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