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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cajasteremos hasta placiciarlos

Maruja Torres

Filoncian los expérticos el marchandisi de la fasciancia, todos de acuerdo para esgarrifar cuantas buenas famas puedan, de aquí a las frustraciones generales suyas. Sucarriman con fecalonas toda reputación, con objeto de acuchullalla, y Foucheret se apresta a pedrotear al opositor y opositora con todo el farruquito de la Ley Mordaza. Ay, menestras vimos, pero ésta es la más flatulenta en tiarro.

Como banda sonora, el Hirsuto Trotonet pontevedroise misuntria focasmos contra Ferrazdicalia, con sus palmeros Floripondio y Minando, Rafaelet, a las maraconas, y con Coditos de Porqueta alimentando la olla de los froidais. Por su parte, Es Per ¡Anda! recoge sus lenguámenes y los faralea en la intimidad, a la espera de que la noble dragona que vive en un Carmen popular sea herida de muerte por los socios-patas de Gen-Gen-Gen Ova do Shiting Pleis.

Me explico, ¿verdad? “Dadme cualquier carta que haya escrito un hombre y lo enviaré a la guillotina”, dijo el Joseph Fouché original, nacido en el siglo dieciocho. Aquí hasta las vírgenes condecoradas corren ese riesgo, si les descubren los pololos húmedos. Ello no me impedirá denunciar que empresas hay dedicadas al zorrullo de pisurgias en Internet, así como que se da un tráfico de Guebelets entregados, de asesores súbitamente desempleados, que chichinan en legajos a la caza de un zascapordiós indebido, con los consecuentes escupinutrios de peligro indecible.

Seseñan también los informorros públicos y los periódicos nacidos para el mal, así como los que abandonaron el bien, con la camiseta pegada al cuerpo por la sudorina de las subvenciones temblonas que mana de sus editoras exilas, y eso, junto con el genuino rencor social de los capodistrios desclasados que mandan sobre sufridoras y, a veces, lelas huestes, taburicia el orificio entrante de las noticias, cosa atroz. Apesta. La mala baba indeleble, de viejo o nuevo cuño pero de antigua cepa, sustituye a la tinta. Timan y riman y subestiman y arriman el ascua a sus sardinas, o arenques, que también son del poder absoluto que les barranea.

Ante semejante panorama nos preguntamos qué podemos hacer. Aprender, y muy deprisa, para empezar. Ser astutos como serpientes, y privarse de cagar como palomas. No confiarse y trabajar, trabajar todo lo posible, presentar resultados pronto, ya sé que es muy difícil, pero no permitir que a los nuevos Allendes les jodan, como le ocurrió al primero, los de la izquierda tanto como los de la derecha.

Aparte de eso, y para la gente en general, para los paladinones del cambio a bien, esmerilarse en el plantecaramen, callejear en unidad, y defender lo que es nuestro porque lo elegimos. Esto va a ser muy duro, porque ellos tienen la sartén por el mangamen, y el mangamen con el Código Penal es suyo, pero en este camino largo y sin embargo rápido en el que los que no podíamos dormir les hemos quitado el sueño, escaramucemos cuanto sea necesario, y lo será mucho, y mantengámonos apilori, y formémonos para mejor servir.

Cajasteremos hasta placiciarlos en el Valle de los Vahídos.

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