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Gallardón tiene razón

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. \ Efe

Patricia Almarcegui

Durante los últimos tiempos, se ha hecho hincapié en que la liberación de la mujer tenía que ver con la posibilidad de empleo y esta con la independencia económica, pues como nos recordó Virginia Woolf para escribir, es decir trabajar, hay que ser tener un “cuarto propio”. Sin embargo hay una cosa absolutamente fundamental en la liberación de la mujer: la decisión de ser o no madre. Uno de los momentos más importante en la historia de la identidad femenina es el momento en que las mujeres pudieron apropiarse del control de su fecundidad. Pues la maternidad es la cuestión central de la identidad femenina y esta la cara menos conocida y oculta del humanismo, que preconiza el desarrollo de la persona humana.

Que la mujer elija si quiere ser o no madre es una de las decisiones claves de su vida, algo tan personal y relevante que en un caso o en otro, pero sobre todo si decide no hacerlo, se convierte en una prueba, física y moral. Aún hará falta una, dos o tres generaciones para saber cómo influye en ella la decisión de no ser madre y sobre todo la decisión de abortar, ante la cual habría que enfrentarse una vez agotadas todas las posibilidades de anticoncepción. Pues, como ha ocurrido desde siempre, la mujer no tiene un espejo en el que mirarse. Y ya se sabe que convivir con lo nuevo y tomar decisiones respecto a ello es uno de los caminos más difíciles que existen.

La mujer debe ser libre psicológicamente para decidir dar o no a luz un hijo, algo difícil de por sí, pues la maternidad es un hecho cultural en el que se da por sentado que todas las mujeres desean ser madres. La maternidad ha sido considerada la condición femenina por excelencia e incluso la misma esencia femenina. En un contexto así anular la ley que autorizaba el aborto, como ha hecho el Gobierno español de Mariano Rajoy, condiciona aún más el hecho cultural y simbólico, además de por supuesto el legal, haciendo aún más difícil la elección. La libertad psicológica se crea y se fomenta eligiendo y, si el Gobierno desprovee de esa capacidad, está menos valorando a la población y privando del derecho a las mujeres a ser consideradas como personas capaces de decidir por sí mismas sobre sus vidas. Nadie puede obligar a una mujer a ser madre y, menos aún, a prohibir que no lo sea. Como ha escrito alguien, es cruel.

Gallardón tiene razón. Con la nueva ley, está haciendo hincapié en uno de los temas más sagrados que existen. Pues la mujer sabe que en la reproducción de la especie todo su cuerpo está comprometido. Es decir, es un ámbito que roza lo sagrado, difícil de laicizar totalmente. Por más que los médicos hayan explicado totalmente el proceso que lleva a dar a luz, se invierte tanta energía en el nacimiento humano que éste sigue siendo sagrado, y la madre con él.

Gallardón tiene razón. Al promulgar la ley, consigue que las cosas se mantengan como durante siglos. Los cambios siempre producen vértigo y la libertad y la decisión de elección también. La maternidad vigilada es necesaria para mantener el modelo patriarcal que a lo largo de la historia no ha permitido elegir a la mujer. Quien ha sido presentada por los discursos dominantes como un ser unidimensional reducido a la condición de ser madre. La capacidad de dar a luz es algo biológico; la necesidad de convertirlo en un papel principal para la mujer es cultural.

Gallardón tiene razón. Con la nueva ley, incide en aquello a lo que tantas veces se ha reducido a la mujer: su cuerpo. El cual queda reducido a un recipiente para producir vida. La mujer encarna también un exilio simbólico, su retorno supone la instalación de su cuerpo como lugar de conocimiento. La recuperación del cuerpo femenino por las mujeres es la posibilidad de generar cambios en la sociedad humana.

Gallardón tiene razón. Porque cuando promueve la ley de reforma del aborto, no está pensando en toda la población, si no en las mujeres que tiene más cercanas y que están vinculadas al partido al que pertenece. Muchas de las cuales han sido pensadas durante tiempo por otros. La liberación de la mujer, vuelvo a decirlo, no está solo en la incorporación al mercado laboral, sino en la elección de la maternidad. La mujer no puede ser privada de su lenguaje y reducida a un objeto. Sr. Ministro: ¿a quién debe usted favores o quiere que le deban? Y, sobre todo, ¿qué está planeando para cuando su partido deje de gobernar?

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