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Nuevo curso: el futuro no siempre es lo que parece

Rajoy y Sánchez en la última campaña electoral. EFE

Rosa María Artal

Con tozuda tenacidad, España comienza curso político cuajado de anomalías. Las que arrastra, agravadas. Con un Gobierno en minoría que actúa como si dispusiera de mayoría absoluta y para largo tiempo. Con una prensa oficial entregada a sus tesis, cuarto poder para servirle. Pese a la corrupción, el autoritarismo, la involución o los agujeros profundos de una gestión económica que tapan cifras macroeconómicas cogidas con pinzas. Con el horizonte inmediato del referéndum catalán que muchos usan a su conveniencia y que no oculta los defectos de base. Con repetitivas consignas políticas que saben a huecas.

Nadie hubiera dado un euro por la continuidad de Rajoy como presidente y del PP como gobierno tras los SMS al tesorero Bárcenas en la cárcel, la precarización estructural del empleo, la Ley Mordaza, el destrozo de la Justicia, el escándalo constante de RTVE, o el desprecio con el que tratan a la oposición. Para muestra la última comparecencia de Rajoy que ni mencionó la palabra corrupción por la que declaraba. Y ahí le tienen, les tenemos, sembrando la sensación de que es otra cadena perpetua de la que los españoles no pueden librarse.

Les propongo mirar un poco más allá, a lo que muestran otros datos menos tenidos en cuenta.

Rajoy es presidente del Gobierno habiendo logrado 7.906.185 votos, el 33,00 % de los emitidos, que le proporcionaron 137 diputados. Precisó los recibidos por Ciudadanos –cuyo presidente Albert Rivera había declarado con insistencia que jamás le prestaría tal ayuda-, Coalición Canaria y la abstención de los diputados del PSOE, excepto 15 que votaron en contra. Para aprobar los presupuestos Rajoy ha logrado los apoyos que necesitaba, a cambio de diferentes concesiones del presupuesto general.

Hemos de recordar una vez más que el PSOE consumó un auténtico golpe interno expulsando de la secretaria general a Pedro Sánchez. Y éste dio paso a la inmediata abstención que otorgó el Gobierno a Rajoy. En contra de sus 5.424.709 electores que habían acudido a las urnas convencidos de que su papeleta no serviría para que el presidente del PP siguiera en la Moncloa. El PSOE hoy cuenta con los mismos diputados, 85, Sánchez de nuevo como secretario general y Rajoy continúa al frente del gobierno. Seguro y muy crecido.

En el mismo tono humillante que empleó con todos sus oponentes en el Congreso, quiso tener una deferencia paternalista hacia el PSOE, representado por su portavoz Margarita Robles. La acusó con falsedades pero, en aras del quien bien te quiere te hará sufrir, explicó: “Lo hago para favorecerla. Para mí el PSOE es el principal partido de la oposición, si no le parece bien, me puedo dirigir al señor Rivera… ”. Como broche final, retó a la oposición a que le presentara otra moción de censura. Una provocación arrogante de alto significado. Rajoy parece saber que no lo harán. Nunca es el momento. Por prepotentes que sean sus desafíos. Los ministros del PP se distraían con móviles mientras hablaba Rivera y tampoco se molestó.

Nunca es un futuro demasiado largo.

Los análisis de los resultados electorales demuestran que más de 5 millones de los votos obtenidos por el PP corresponden a mayores de 45 años. Sobre todo mayores de 65, cantera de la que obtiene 3 millones largos. Los mismos segmentos que votan mayoritariamente al PSOE. Similar porcentaje, menos votos. Son, por ejemplo, más de 1.400.000 los mayores de 65 que depositan su confianza en el PSOE. En las últimas elecciones para que no siguiera Rajoy, conviene insistir. De no captar votos en tramos más jóvenes, ambos partidos van camino de perder clientela esencial.

Por el contrario, Unidos Podemos superó en votos a sus competidores entre los menores de 45 años. La mitad de los 5 millones de votos recibidos fueron de personas entre 25 y 45 años. Los principales resultados de Ciudadanos están en el segmento de 35 a 54 años. Un tercio de los 3 millones de votos que recibió.

España es un país muy envejecido, los mayores de 65 son casi el 19% de la población. Mientras disminuye el número de jóvenes que apenas llegan al 15%, ni aun extendiendo el tramo, desde los 15, hasta los 30 años. Consecuencia de la precariedad que impuso lo que llamaron crisis, muchos jóvenes han emigrado. Encima, encuentran dificultades para ejercer su derecho en las eleciones por el voto rogado. Tenemos ya en España un crecimiento vegetativo negativo. Esta composición demográfica es letal para poder mantener los mínimos de la sociedad del bienestar.

Pedro Sánchez apuesta, dice, por hacer una oposición de Estado, que viene a ser más bien lo que se entendería como una colaboración de Estado en asuntos como la independencia de Cataluña y algunos otros. Apuesta por ser la alternativa a Rajoy, lo mismo que él, y ambos por el bipartidismo.

El Barómetro del CIS de julio, el último por ahora, opta, como los medios convencionales, por ese bipartidismo irreal. Pregunta por el Gobierno y su presidente y por la oposición y su líder. Solo están el PP y el PSOE, es decir poco más de 13 millones de votos de los más de 24 millones emitidos. Reciben calificaciones muy severas. Solo al 10% le parece buena la actuación del Gobierno y superan la mitad quienes la estiman mala o muy mala. Más repartida la nota del PSOE como oposición entre el regular y el muy mal, solo el 6,4% considera que es buena su actuación. Rajoy inspira poca o ninguna confianza al 80% de los encuestados. Y Sánchez al 78,5%

La mayoría de los sondeos hablan de una remontada espectacular del PSOE con Pedro Sánchez. Los sociólogos llaman a ese ascenso transitorio por un cambio de liderazgo reciente “Efecto luna de miel”. Luego está el Efecto Sánchez en sí cuyo recorrido ya conoció en su primera etapa. Y que podría repetir camino por la indefinición en asuntos clave. Porque la oposición o colaboración de Estado, las comisiones de estudio, dan escaso fruto cuando se precisa un auténtico zafarrancho de limpieza en esta porqueriza. Todo puede ser, sin embargo. En breve, en Alemania, comprobaremos en qué quedó el Efecto Schultz, tan promocionado. El socialdemócrata de íntima colaboración con los neoliberales de la UE viene desinflado desde hace meses.

Todavía es mayor el abismo cultural y tecnológico entre los extremos de la población española. Los jóvenes a quienes se corta el futuro ya no leen los periódicos del sistema que defiende el bipartidismo, ni oyen sus radios, ni ven su televisión. Se gestionan información y ocio por sí mismos, en contenidos y horarios, a un nivel que gran parte de los mayores no acierta ni a comprender. No atienden tampoco, por tanto, a sus mensajes y dogmas. Van a votar con ojos nuevos, evidenciando que lo que hay no les gusta. Obvian los ataques a sus opciones políticas. Más aún, reaccionan, reafirmados, cuando arremeten contra su ideología o las salidas a su incierto futuro. Saben de qué forma la precariedad merma el Estado del Bienestar, los servicios. Ni en sueños piensan que llegarán a cobrar una pensión por este camino. No les creen. Y, difícilmente olvidarán todos, algunos sí, cuando vayan envejeciendo su propio calvario.

El nuevo curso -y cuantos vengan- encontrará a políticos con futuros cortos, erráticos afrontando los retos, centrados en la endogamia, si no son capaces de ver la sociedad a la que representan. La primera lección del curso es aprender a mirar y a escuchar las evidencias. La segunda saber entender que el tiempo avanza inexorable, con sus sumas y abandonos. En definitiva, que el futuro suele ir hacia adelante.

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