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La gente demócrata de verdad vota PP

Las 'Marchas de la Dignidad' en Atocha (Efe)

Antón Losada

España es el país donde más ha crecido la desigualdad. Lo anuncian los informes de la OCDE y la UE. No lo vocea la propaganda internacional financiada por los gobiernos de Venezuela y Cuba como parte de su malvado plan para dominar el mundo. La crisis genera más desigualdad en todo el planeta. Pero la nuestra crece más y más rápido como consecuencia directa de las políticas de sufrimiento masivo que han provocado que quienes ya pagan la crisis con su desempleo o su precariedad, la repaguen con recortes sociales.

A los españoles les sobran las razones para protestar. En ningún sitio está escrito que para salir de la recesión tengamos que sacrificar nuestros salarios, nuestra sanidad o nuestra educación. En ningún sitio está escrito que para que Amancio Ortega pueda ganar mil millones este año con los dividendos de sus empresas y tributar menos de un cinco por ciento en impuestos, usted tenga que ganar menos y pagar más IVA o sus hijos perder el derecho a una beca. La pregunta correcta no es por qué protestan los españoles. La pregunta correcta sería por qué no protestan mas.

Según datos oficiales, hemos tenido de media 120 manifestaciones y concentraciones de protesta diarias durante 2013. En menos del uno por ciento se registraron incidentes y fue precisa la intervención policial. Pese a la evidencia, cuando en España la gente se organiza para protestar de manera que se la vea y se la oiga en todo el país, los manifestantes acaban siendo el problema. No la crisis, ni la desigualdad, ni la corrupción, ni los seis millones de parados, ni esta suerte de neonazismo económico emergente donde solo los más fuertes y los propietarios parecen tener derechos.

Primero se calienta el ambiente con declaraciones de gobernantes que les imputan toda suerte de cargos porque, al parecer, en España la gente tiene razones y derecho a manifestarse hasta que decide hacerlo y, por ejemplo, marchar por la dignidad. Entonces pasan a ser, por este orden, radicales, violentos, extremoizquierdistas, batasunos, terroristas y finalmente nazis.

Luego se convierten protestas como el #22M en eventos policiales, pasarelas Cibeles de las últimas tendencias en material antidisturbios, transporte, logística y vestuario policial. En la mayoría de los medios de comunicación, los antidisturbios empiezan a cargar dos días antes de la protesta. En España, parece que la policía no saliera a la calle para proteger a los ciudadanos en el libre ejercicio de sus derechos. Parece que saliera solo a proteger a las autoridades de los ciudadanos que pretenden ejercer libremente sus derechos.

Ya conocen el resultado final. Al día siguiente se habla poco de las legítimas razones que sacaron a la gente a la calle porque el tiempo se nos va en repetir imágenes de cargas policiales, en lugar de problemas sociales tenemos un problema de orden público y en vez de preguntar a quién beneficia la reforma laboral, la fiscal o la de las pensiones, debatimos sobre una nueva ley de seguridad ciudadana. Primero nos convencieron de que la política era inútil y todos son iguales. Ahora pretenden convencernos de lo peligroso que puede resultar salir a la calle.

La gente demócrata de verdad no se mete en política porque solo hay corrupción y podredumbre. La gente demócrata de verdad no acude a manifestaciones porque están llenas de radicales violentos y camorristas. La gente demócrata de verdad no protesta porque eso molesta a la gente que no protesta. La gente demócrata de verdad sufre las injusticias en silencio, como las almorranas, porque en el fondo la gente demócrata de verdad sabe que se las merece porque algo habremos hecho, siempre ha habido ricos y pobres y siempre los habrá porque en realidad lo que hay es mucho vago que no quiere trabajar. La gente demócrata de verdad calla y vota; al PP por supuesto, el partido demócrata de verdad.

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