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No me llames Dolores, llámame reformista antidemocrática

Nuestra Señora de la Guadaña, antes conocida como María Dolores de Cospedal.

Maruja Torres

Me perdonaréis lo largo del título, pero no podía resistirme al fácil juego de palabras que Nuestra Señora de la Guadaña, con sede en Castilla-La Mancha, viene pidiendo cada vez que su enérgica y pizpireta figura, que tanto pone a algunos hombres progres (las hechuras y la maldad, combinadas, son el sueño de los varones huérfanos de madrastra), asoma a la palestra, enarbolando, cual Estatua de la Esclavitud, la antorcha ciega de un nuevo atentado a las libertades. Es difícil resistirse a algo cuando la canícula aprieta, el curso finaliza sin que nada mejore, los acontecimientos son todos nefastos y algunos, peores, y nuestras reacciones democráticas continúan necesitando calcio.

Nunca sabré si los experimentos en materia de recortes de derechos que doña María Dolores practica en su comunidad autónoma -a la manera en que Thatcher usaba a Escocia como conejillo de Indias- obedecen a una propia e intrínseca actitud de señorita feudal, en versión neo Sección Femenina. Es decir, a un deseo de poseerlo todo en esa parte de España que ha caído bajo sus garras, mientras diseñaría su llegada a una futura Presidencia del Gobierno de la cosa en general, lanzada desde la plataforma yerma en que habría convertido a su patria chica. Eso, o la otra hipótesis: ¿es María Dolores de Cospedal y Todos los Santos una mera enviada especial de FAES (Mariano Rajoy mediante) destinada, cual fiera apóstol, a desarrollar la pústula de la antidemocracia anunciada que ha de avasallar la España entera en un futuro más que cercano?

Mi tesis más bien se afirma en esta última proposición. Y es más: creo que la dama de bastos se expresa con indudable osadía. Como hacen los suyos, desde que ya no tienen que disimular su falta de interés en las reglas de la democracia ni la aversión natural que les produce el mismo sistema que les permitió regresar al poder. No puede decirse que la Peineta Viviente se encuentre sola en materia de ávidos retrocesos; cada ministro tiene su cuota y su responsabilidad de nuestra devolución a las cavernas. Sin embargo, posee doña María Dolores ese punto que le permitiría representar con fría y cruel determinación el papel de Kathy Bates en Misery pero en tiempo real y en formato nacional.

Devuelta España, mediante la aprobación manu cospedali de designios autoritarios destinados a falsear el resultado de las urnas, bien podría decirse que ir a votar se convertiría en algo tan inútil como hacerlo en urnas sin ranura.

Han vuelto y no se quieren ir.

Esto hay que arreglarlo.

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