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No le digas a mi madre que soy diputado; mejor dile que toco el piano en un burdel

Miguel Aguado Arnáez

Diputado del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid —

El hecho de que no tengas interés en la política no significa que los políticos no tengan interés en ti.

Pericles (430 a.C.)

El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.

Arnold J. Toynbee (1889-1975) Historiador inglés.

Siempre tuve mala suerte. Cuando tenía 14 años acudí por primera vez a un campamento de verano. Como los monitores eran voluntarios, la entidad organizadora entendía que debían tener algún tipo de privilegios (ducharse con agua caliente en el botiquín en lugar de las frías duchas de Covaleda como el resto, poder comer jamón y aperitivos ricos en las reuniones de coordinación nocturnas y algún etcétera más).

Cuando me titulé como monitor, deseoso de tener esos privilegios, los tiempos habían cambiado y no parecía muy ético (realmente no lo era y lo comparto). Esos privilegios se perdieron y los que se duchaban con agua caliente eran los niños pequeños y los monitores teníamos que dar ejemplo cual tarzanes de la selva. Llegué tarde.

El pasado mes de junio de 2011 salí elegido por primera vez como diputado en la Asamblea de Madrid por el PSM PSOE; y me encuentro con cosas que me hacen recordar aquellos tiempos. Todo el mundo habla de privilegios de los diputados, pero cuando llego no los encuentro, debí de llegar tarde igualmente. Nótese el tono irónico, por favor.

Para más inri, cuando salgo de mi casa para ir a la Asamblea de Madrid me encuentro estos días una pancarta que dice: “El próximo parado que sea un diputado”. Ya no solo no tengo esos grandes privilegios, sino que además algunos quieren que deje de hacer política. ¡Pues vamos bien!

Así, viendo esto, he decidido parafrasear, amigo lector, este artículo con un título de un libro de periodismo clásico y lo adapto a lo que siento.

Parece últimamente que debo justificar ante todo el mundo que no tengo privilegios, que me dedico temporalmente a la POLÍTICA (sí con mayúsculas), es decir que he decidido (sí, decidido porque nadie me obliga a ello y es una decisión vital de cada uno) hacer lo posible para mejorar la calidad de vida, los derechos e incluso trabajar para tratar de aumentar la felicidad de mis convecinos. Y lo hago desde la socialdemocracia porque considero que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades para ser libre y que debe existir una sociedad organizada y con cierta fuerza que permita la redistribución de los recursos y facilite la equidad. Me lo creo y creo que es posible. Considero que no se puede tener una aspiración más noble; y me apetece dedicar un tiempo de mi vida a ello. Puedo hacerlo mal o bien, eso es criticable sin lugar a dudas; pero no la aspiración. No puedo admitirlo. Valórenme por mis palabras o por mis hechos, por nada más, por favor.

Pero, por otra parte, entiendo que en momentos tan complicados como los que vivimos, con una repercusión social tremenda de la crisis económica y muy especialmente de los injustos recortes que afectan a los menos favorecidos, el enfado y la rabia hacen mella.

Igualmente, la actitud y los hechos de muchos políticos y de los partidos políticos de forma colectiva e individual han sido absolutamente impresentables, sin lugar a dudas.

Ambos motivos son entendibles y comprensibles. Pero lo que no entiendo ni comprendo es la utilización torticera y populista de algunos grupos políticos. Me refiero muy claramente a la derecha política del PP y a sus aliados de la derecha camuflada de UPyD.

Pondré dos ejemplos:

La presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha, además senadora, secretaria general del PP… y tantas cosas -algunas con sus consiguientes sueldos-, la señora Cospedal (PP), acaba de aprobar que en su región los diputados no cobren. “¡Muy bien!”, dirán algunos, “¡para lo que hacen!”. El argumento es económico: esta medida ahorra un millón de euros. Lo que no dice es que el conjunto de sus asesores, elegidos a dedo, cuestan un millón y medio. Es decir, prefiere los que ella designa a dedo aunque cuesten más que los elegidos democráticamente por los ciudadanos. Yo, por el contrario, prefiero la democracia. Y ¿Usted?

La alternativa es muy clara: solo podrán estar en política los ricos y los que defiendan intereses ajenos a lo público: lobbies empresariales, farmacéuticos… Muy democrático no parece.

Y, por otra parte, sus aliados de UPyD (la marca blanca del PP, según algunos), con sus múltiples propuestas de supuesto ahorro eliminando organismos públicos de control del Gobierno de turno con sus trabajadores (que aprobaron sus oposiciones), así como la restricción de recursos humanos y técnicos para poder hacer la oposición mejor y más fundamentada. Aunque, sin embargo, miren para otro lado cuando, por ejemplo, su diputado en Asturias tenga seis, ¡sí, seis!, asesores para él solo; o cuando su líder nacional, Rosa Díez, lleve 30 años sin bajarse del coche oficial. Igualmente, basan sus propuestas en eliminar todo lo que sea (algunas veces con razón), pero, sobre todo, aquello que permita mejorar el control por parte de la oposición. ¡Qué casualidad!

Hay quienes confunden privilegios con instrumentos o medios para gestionar. Quizás no los confundan y lo tengan muy claro y sea por esto que se atacan de forma clara y tan populista.

Pues yo reivindico la POLÍTICA. Es el momento de hacer POLÍTICA pensando en los demás, pudiendo mirar a los ojos de los demás y no tener nunca ningún motivo para retirar la mirada. Es el momento, más que nunca, de la POLÍTICA honesta, sincera, noble, implicada, con pasión y sobre todo, con el corazón.

Ahora en estos momentos en los que parece que reivindicar la política es algo quizás incluso suicida, quiero reivindicar la POLÍTICA porque mientras que hay algunos que intentan cargarse la política a propósito y otros entiendo que por ignorancia, los ciudadanos debemos tener en cuenta que cuando no hay política, otros harán política por nosotros, la diferencia estará en que no defenderán los intereses generales, sino los suyos; y le aseguro que no son los nuestros.

Hace años un grupo de mujeres consideraron que era impresentable que las mujeres no tuviesen voto. Posiblemente, la sociedad en general no veía un problema en ello; pero consideraron que debían convencer, actuar y crear un sentimiento de presión que hizo posible lo que hoy es algo consustancial a la democracia y al sentimiento más ético de nuestra sociedad: la igualdad. Con anterioridad, unas personas librepensadoras consideraron que la esclavitud era inadmisible, aunque fuese un motor económico tremendo. Lograron que se prohibiese y además la búsqueda de una alternativa económica trajo la revolución industrial. Más recientemente, otras personas, socialdemócratas ellas y europeas, soñaron que todos deberíamos tener acceso a una educación y una sanidad lo mejor posible sin tener en cuenta la capacidad económica, y se logró.

¿Cree usted, amigo lector, que todo esto se pudo hacer sin política?

Yo creo que no, creo que se pudo hacer desde los valores de la nobleza y el altruismo de la búsqueda de una sociedad mejor. Hoy podemos comenzar una verdadera revolución social, revisando los errores, corrigiendo los mismos, cambiando todo lo cambiable, transparentando todo lo que se haga y tantas cosas. O quizás, mejor dicho debemos, comenzar una verdadera RE-EVOLUCIÓN. Yo me apunto, ¿Y usted?

La democracia necesita una virtud: la confianza. Sin su construcción, no puede haber una auténtica democracia.

Victoria Camps (1941) Filósofa española.

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