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Con nocturnidad, alevosía y desprecio por la realidad política del país

Rajoy medita los "profundos" cambios en su Gobierno.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La Asociación de Perfumería y Cosmética estará ahora más tranquila. Sus responsables estaban molestos con el Gobierno porque se había anunciado que los cambios que se preparaban no iban a ser “cosméticos”, es decir, superficiales, una simple cuestión de apariencia, de fingir lo que no se es. El relevo anunciado en la noche del jueves en el Ministerio de Educación no llega ni siquiera a ese nivel. Es como si alguien se levanta de la cama, no se ducha, sólo se enjuaga la boca en vez de lavarse los dientes y se peina un poco con la mano.

Mariano Rajoy sigue viéndose estupendo cuando sale de casa de esa manera. Buena parte de su partido y de los medios de comunicación que le están apoyando le habían suplicado para que hiciera cambios profundos en el Gobierno y el partido de cara al final de la legislatura. Exigían una mejor coordinación entre el PP y el Ejecutivo, una “cara más social” del Gobierno que no se limitara a cantar las novedades del BOE, como hace la vicepresidenta los viernes tras el Consejo de Ministros. Querían una política de comunicación más agresiva y desde luego no pretendían que el cambio de gobierno se limitara a encontrar a un sustituto temporal a José Ignacio Wert, que necesitaba huir lo antes posible a París para encontrarse con su novia millonaria (esta debe de ser la única decisión de Wert como ministro que comprende la opinión pública).

“No nos mueve otra razón que el interés de España, y desde esa premisa indeclinable ABC vuelve a pedirle al presidente del Gobierno que aborde con urgencia cambios vigorosos”, escribió el periódico conservador. Era una apuesta segura porque eso es lo que Rajoy estaba contando a ministros y dirigentes del partido. Los cambios “no van a ser cosméticos, sino de fondo”, había dicho el presidente a un ministro, según una información de ABC. “Todos los interlocutores de Rajoy, según ha sabido ABC, coinciden en algo: hay que dotar al partido de un portavoz político fuerte, que revitalice en seis meses la estrategia institucional pero también electoral”, se leía en el artículo.

Al final, todo se ha reducido a nombrar en el partido cuatro nuevos vicesecretarios generales, más jóvenes que los anteriores, lo que ha contribuido a reducir la edad media de la dirección del partido a 45,5 años. No es un logro excepcional y es cierto que se coló un imputado, aunque, como dijo la nueva esperanza blanca de la comunicación del partido (Pablo Casado), “no estaba imputado, sino citado en calidad de imputado” (supera eso, Orwell). Y para el Gobierno, mandar a Wert a París y poner en su lugar al secretario de Estado de Asuntos Europeos, con lo que hay que suponer que nadie que ha llevado temas de educación en el PP en los últimos cuatro años da la talla para el puesto.

No recuerdo quién lo escribió en Twitter, pero acertó de lleno. Rajoy había nombrado cuatro tertulianos para los programas de televisión. De inmediato, los elegidos empezaron a dar entrevistas a todo lo que se movía. Aún no han salido en el canal Disney, pero hay que darles tiempo.

¿Sobre la política de comunicación, la necesidad de llevar la iniciativa? El mejor ejemplo sobre la relevancia que Rajoy da a eso que obsesiona a sus partidarios ha sido el relevo en Educación hecho público en la noche del jueves. A las 21.59 los periodistas que cubren la información política recibieron un email de Moncloa, ni siquiera un SMS, mientras Rajoy estaba en Bruselas. Por la tarde, había llamado por teléfono al rey para comunicarle el cambio. Esa misma tarde, según Onda Cero, Rajoy se lo había contado al nuevo ministro, Íñigo Méndez de Vigo, que da la casualidad que vive allí.

A la misma hora en que La 2 emitía 'Amanece que no es poco', un canto al surrealismo español que en su versión más ridícula ha regido los destinos de este país desde 2011.

Con nocturnidad, alevosía y el típico desapego de Rajoy que pensará: 'Total, para qué molestarse en mayores inventos, si me van a votar porque ya nadie habla del rescate a España'. En la época de Franco, se decía que los ministros se enteraban del cese cuando les llegaba un motorista a casa con un sobre. Ahora los periodistas conocen la noticia por un email. Cuánto hemos avanzado.

A veces, sólo a veces, pienso que es duro ser de derechas en este país. Se me pasa pronto.

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