Alberto Paz: “En La Palma hay tierras fértiles sin cultivar por miedo a no tener agua”
JFA: Muchas gracias por recibirnos. Vamos a lo personal primero, conociendo a la persona, y luego ya entramos en faena con las preguntas más de fondo. Cuéntame, ¿tú eres de Los Sauces o de Puntallana?
APH: Yo soy de Los Galguitos, en San Andrés y Sauces. Pero llevo empadronado en Puntallana desde hace unos años ya, creo que siete, porque allí compramos vivienda. Ahí vivo con mi familia.
JFA: Y eres profesor de secundaria, ¿no?
APH: Sí, de francés. Y también sindicalista. Pertenezco al STEC, el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias. Estuve cuatro años como delegado aquí en La Palma. Y además soy agricultor. Desde chiquito he estado metido en el campo, me gusta mucho y me siento parte de ese mundo.
JFA: Esa etapa como docente, como profesor de francés, con todo ese bagaje humanista que tiene la profesión... ¿cómo la trasladas tú a la agricultura o a la política? Supongo que tu vínculo con el campo viene de familia, ¿no? ¿Tienen ustedes finca de plátanos?
APH: Buena pregunta. Mira, desde el punto de vista humanista, yo aprendí muchísimo en la carrera de Filología Francesa: todo lo que tiene que ver con la Revolución Francesa, los sindicatos, los derechos laborales, la lucha por la igualdad... Todo eso me marcó bastante. Pero la etapa sindicalista, sin duda, ha sido mi mayor escuela. Estuve muy bien acompañado en el sindicato: José Luis Hernández, Melanio... Yo llevaba educación en La Palma y La Gomera, y además tenía responsabilidades a nivel de Canarias. Estaba Carmen García; Sebastián Hernández, Chano, el de las escuelas unitarias; Álvaro Corujo... Era un grupo en el que yo, siendo joven todavía, tenía muy buenos asesores, ¿sabes? Llevaba el tema de enseñanza y eso me dio una base bien sólida.
JFA: Sindicalista y agricultor a la vez.
APH: Exacto. Me dedicaba a la enseñanza, pero al mismo tiempo llevaba la finca de mi padre, que tenía un problema en la rodilla y no podía hacerse cargo. Sembrábamos papas, calabazas y bubangos que luego vendíamos a los colegios. Era un trabajo que compartía con Jorge Hernández, al que conozco desde pequeño. Cuando me vine para Puntallana retomamos una relación más estrecha. Su mujer, Marisol, trabaja aquí en el servicio de agricultura.
JFA: Vi que, tras la remodelación de los consejeros del Cabildo, después de que Pablo Cobiella renunciara, has quedado igual. O sea, que no te han “echado”, ¿no?
APH: (Ríe) No, no. Empecé con Agricultura, Ganadería, Pesca y Soberanía Alimentaria, y en esta remodelación el presidente me añadió Bienestar Animal. Supongo que porque dentro de Bienestar Animal tenemos todo el tema del albergue.
JFA: ¿Y el albergue de animales funciona?
APH: Mira, cuando se adquirió la superficie, se pensó en eso, pero el lugar —las antiguas “cochineras” de Barranco Seco— no es viable. Demoler aquello sería carísimo. Además, el anterior Grupo de Gobierno compró el terreno cuando cumplía con las normas de suelo, pero luego el nuevo Plan General no recogió ese uso. Así que ahora tenemos un problema legal ahí. Si no lo declaramos Bien de Interés Insular, solo podemos habilitar una parte del espacio para meter animales, pero no podemos demoler ni modificar el resto. Lo estamos declarando de interés insular para poder ir avanzando poco a poco. La idea es crear un albergue con capacidad para unos 300 perros, y estamos estudiando otra instalación para felinos en Los Llanos.
JFA: Volviendo al sector primario: ¿cómo ves la agricultura en la isla? ¿Cuál es tu diagnóstico del sector, sobre todo después del volcán, con los costes disparados y el tema del agua?
APH: Mira, lo primero que le dije al presidente antes de las elecciones fue que el tema clave era el agua. Yo conozco bien el mundo de las galerías porque he trabajado en ellas desde joven, gracias a mi padre. En el norte, en Los Tilos, por el pozo San Juan... Es fundamental tener acceso al agua y modernizar los sistemas de riego. Yo suelo explicarlo con un ejemplo bien sencillo: regar “a manta” es como tirar un cubo de agua con la boca abierta, a ver cuánto aprovechas. La aspersión sería como una llovizna, y el goteo es como un suero intravenoso: te da justo lo que necesitas. Por eso estamos impulsando proyectos con sensores, automatización y toda esa tecnología aplicada al riego eficiente.
Además de eso, hay que darles valor a nuestros productos. Tenemos productos gourmet, de calidad. Yo viví en Francia como estudiante y un año dando clases, y allí me di cuenta del aprecio que tienen por los productos canarios. Pero nos encontrábamos con trabas: por ejemplo, el mojo de pimienta palmera no podía comercializarse como tal porque la pimienta no estaba registrada. Ya hemos avanzado en eso con estudios genéticos y su inclusión en el registro.
Otro problema era la actitud que teníamos: a veces íbamos a ferias como si tuviéramos que pedir perdón. Me acuerdo de una anécdota con Jesús, un amigo viticultor. Presentaba su vino diciendo “es solo una pequeña producción”, y yo le decía: “No, no, tienes que decir que es un vino único en el mundo, de una zona única en el mundo”. Ese complejo lo estamos superando poco a poco. De ahí surge también la idea de abrir mercado en Oriente Medio.
JFA: Has recibido críticas por ese proyecto de abrir mercado en Oriente Medio. ¿En qué punto está ahora mismo?
APH: Tenemos contactos en Oriente Medio, en la República Checa y con otros países también. Todo empezó en una feria en Galicia, donde una comercializadora se interesó por nuestros productos. Luego fuimos a la Feria de Abu Dabi y despertamos el interés de varias empresas potentes. Desde entonces se han abierto muchas puertas, la verdad.
JFA: Sobre el contrato con la empresa de promoción: se había seleccionado una, pero el proceso se detuvo...
APH: Sí, se paralizó.
JFA: ¿Cómo lograr equilibrar el crecimiento de la producción con el mantenimiento de la calidad y el control local cuando surgen grandes pedidos del extranjero?
APH: Siempre somos realistas con los productores. Si un empresario de Oriente Medio pide, no sé, 2.000 botellas de mojo, y el productor local solo puede ofrecer 1.000, pues se estudia cómo crecer sin comprometer la calidad. A veces eso implica contratar personal o arrendar más tierras. Ahí es donde entra la colaboración con los inversores, pero siempre bajo control local.
JFA: Esa es otra polémica: ¿van a invertir empresas de Oriente Medio comprando tierras o arrendándolas en La Palma?
APH: Entiendo las dudas, pero no es así. No estamos vendiendo tierras ni entregando la isla, ni mucho menos. Hablamos de colaboraciones, no de ventas. Las empresas de Oriente Medio sí han comprado tierras en otros países, pero aquí se trata de acuerdos de cooperación. Ellos financian, por ejemplo, la ampliación de una plantación, y recuperan parte de la inversión con la venta del producto. Si acaso puede haber algún caso puntual de compra para residencia privada, pero nada más que eso.
JFA: ¿Y los empresarios que ya están aquí?
APH: Son extranjeros, sí, pero igual que puede venir un alemán o un italiano. No hay nada fuera de lo normal. Por ejemplo, se interesaron mucho por la flor de la protea. En la feria quedaron fascinados con ella. Les expliqué que la cooperativa local ya exporta a China y Japón, y preguntaron qué se necesitaría para duplicar la producción. Si hace falta arrendar más tierras o instalar nuevos sistemas de riego, ellos pueden financiarlo. Pero repito: es colaboración, no compra.
JFA: Y en ese marco entra lo del plátano liofilizado, ¿verdad? ¿Eso está en marcha ya?
APH: Sí, ya se está trabajando con una empresa en Huelva que ha construido una nave valorada entre 14 y 16 millones de euros. Al principio van a procesar unos tres millones de kilos de plátano al año, y pronto llegarán a seis. No se trata de plátano de “pica”, sino de primera y segunda calidad. Así evitamos excedentes y estabilizamos precios.
JFA: Las cooperativas no siempre apoyaron iniciativas similares, como lo del Frutín. ¿Esta vez es diferente?
APH: Sí, totalmente diferente. Tenemos reuniones periódicas con todas las cooperativas y están metidas en el proyecto. Cuando probaron el plátano liofilizado en Madrid, incluso otras islas mostraron interés. Pero esto es un proyecto palmero. Las cooperativas lo ven como una oportunidad: vender el plátano fresco y también el que se destine a liofilización. Las empresas tienen barcos propios para el transporte, lo que abarata bastante los costes.
La planta de Huelva está vinculada a empresas del gas, lo que reduce el coste energético del proceso. A medio plazo, la intención es que parte del procesado —como la ultracongelación— se haga aquí, en La Palma, para reducir transporte y huella de carbono.
JFA: Entonces, ¿la idea sería que la ultracongelación se hiciera en La Palma y la liofilización en Huelva?
APH: Exacto. Eso permitiría crear empleo aquí y aprovechar mejor los recursos. Además, la empresa trabaja con una marca internacional de mermeladas muy potente. También quieren retomar el proyecto del Frutín —el puré de plátano—, que en su momento fue una buena idea, pero no prosperó por temas normativos. Antes, si procesabas el plátano, no recibías la ayuda compensatoria. Gracias a las gestiones con Asprocan y con el Gobierno de Canarias, ahora eso ya está solucionado.
JFA: Si el proyecto funciona, ¿ayudaría a mantener los precios y evitar la pica?
APH: Exactamente. Y además estamos explorando otras vías: harinas de plátano, productos para heladería, etcétera. En la isla de Reunión, por ejemplo, lo hacen desde hace años. Ya hay bolsas de muestra, pruebas de maduración y maquinaria encargada.
JFA: ¿Desde el punto de vista técnico está todo listo?
APH: Sí. La idea es que la fábrica esté funcionando en enero o febrero de 2026 y reciba esos tres millones de kilos anuales.
JFA: Pero competir en Oriente Medio no será fácil. Allí ya tienen plátanos de Egipto, Yemen, Filipinas...
APH: Lo sabemos perfectamente. Pero nuestro plátano es un producto gourmet, de calidad superior. El de Filipinas llega en mal estado. Nosotros ofrecemos sabor, textura y procedencia. Queremos posicionarlo como un producto “top”. Si tuviera que destacar un proyecto de esta legislatura, sería este: el plátano liofilizado va a estabilizar precios, va a evitar la pica y va a generar ingresos.
JFA: Pero también hay amenazas: el acuerdo con Ecuador, la planta que Chiquita está construyendo en Italia...
APH: Sí, claro que las hay. Pero hay que seguir luchando. También tenemos oportunidades con otros productos: la miel, por ejemplo. En Oriente Medio tiene mucha demanda y podríamos generar empleo para 15 o 20 familias. También el queso y la mantequilla, siempre cuidando el mercado local. No se trata de romperlo, sino de ampliarlo con prudencia.
JFA: Entonces, en este momento, lo que está realmente en marcha es lo del liofilizado.
APH: Correcto. Va avanzando, y entiendo el miedo de la gente, sobre todo por los discursos de algunos grupos, que hablan de “vender la isla”. Eso no es real. Nadie va a vender La Palma. Pero sí necesitamos inversión. Las medianías están abandonadas, y sin inversión —pública o privada— no va a haber desarrollo.
JFA: Volvamos al tema del agua, que es crucial. Nosotros, en las Tertulias Tey, hemos organizado distintos conversatorios y debates, y cuando tratamos el tema del agua se llenó el salón.
APH: No lo sabía, pero mi padre, que fue presidente de una galería, seguramente estuvo allí.
JFA: Sí, vino gente de Canopalma, de los Heredamientos, del Consejo Insular de Aguas... Todos coinciden en que es un problema estructural.
APH: Totalmente. El agua está en manos privadas, y eso tiene sus ventajas y sus desventajas. En mi familia se invirtió mucho en galerías, con esfuerzo y sacrificio. Pero también creo en lo público, en que todos tengan acceso al agua. En el norte, el precio es relativamente social, incluso mejor que si fuera totalmente público, pero hay que mantener el equilibrio.
JFA: Es peculiar, ¿verdad? Cuando vienen amigos de la península y ven tantas tuberías por el Valle, se quedan sorprendidos de que el agua “tenga dueño”.
APH: Sí, sí. Llegará un momento en que algunas infraestructuras tendrán que ser públicas: desaladora, galerías... Hay una iniciativa de desaladora que es privada, pero las otras que vienen en camino son públicas, financiadas con fondos europeos y del Gobierno de Canarias. Sin agua no podemos avanzar. Este verano en El Paso hubo problemas de riego, con las proteas, por ejemplo. Hay tierras fértiles sin cultivar por miedo a no tener agua.
JFA: Además, están las pérdidas en los canales. Hay estimaciones que van del 10 % al 50 %. ¿Qué se está haciendo para solucionar eso?
APH: Estamos modernizando la red con sensores que detectan fugas. Los cálculos actuales hablan de pérdidas del 12 % al 13 %. Lo ideal sería renovar toda la red, pero no hay dinero suficiente. Se va avanzando poco a poco.
JFA: Al menos en la zona afectada por el volcán la red es nueva, y no habrá pérdidas ¿no?
APH: Sí, aunque en esa zona se ha permitido regar por aspersión, y yo habría preferido que fuera por goteo. Entiendo que algunos agricultores quieran mantener sus métodos, pero yo creo que el futuro pasa por depósitos individuales y riego localizado.
JFA: Yo también lo pensé. Me sorprendió ver fincas nuevas regando por aspersión.
APH: Estamos orientando las ayudas hacia sistemas de microaspersión o goteo. Lo que no se puede hacer es sembrar sin tener agua garantizada. Con el auge del aguacate, algunos han plantado sin agua y han perdido la cosecha. Hay que planificar mejor.
JFA: Muchas gracias por tu tiempo.
APH: Gracias a ustedes. Para eso estamos.
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