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Del acné a las hormonas: seis mitos sobre la leche que conviene superar

Hay muchos mitos sobre la leche de vaca que conviene desmentir.

Martín Frías

24 de noviembre de 2025 22:04 h

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Parece que de repente la leche tiene mala fama. Quizá hayas oído que aumenta la mucosidad, hace que salgan granos o que la leche de avena es más nutritiva. Estos mitos sobre la leche son conocidos desde hace años, pero en la era de las redes sociales se extienden como la pólvora. La desinformación ha creado una nube de confusión alrededor de un alimento fundamental en la historia de la humanidad.

La leche y la nutrición

Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2023 se consumieron en España 2.943 millones de litros de leche, 63 litros por persona y año, un 45% semidesnatada, 29% entera, y 23% desnatada. En comparación, los derivados de la leche, como yogures o quesos, representan un volumen mucho menor.

Parece mucha leche, pero la tendencia es a la baja. Hay que tener en cuenta que en el año 2000 el consumo de leche líquida era de 100 litros por persona y año. Este descenso refleja los cambios demográficos, como una menor tasa de natalidad y hogares más pequeños y con menos niños, pero también la mayor popularidad de bebidas vegetales y la preferencia por otros lácteos como los quesos.  

Sin embargo, la leche lleva miles de años acompañando a la humanidad. La domesticación de animales como las vacas, las cabras y las ovejas hizo que los seres humanos sufrieran una mutación que les permitió mantener la lactasa, la enzima que descompone la lactosa, el azúcar de la leche, y consumir leche de adultos, al contrario que el resto de los mamíferos. Esta mutación, centrada en Europa, permitió a nuestros ancestros sobrevivir.

La leche de los animales (incluyendo la humana) tiene un perfil nutricional muy completo. Contiene todos los nutrientes necesarios para alimentar ella sola a un mamífero en desarrollo, algo casi imposible de encontrar en otro alimento (con la excepción de los huevos en el caso de las aves). 

Para empezar, es la fuente por excelencia de calcio, un mineral necesario, no solo para la formación y mantenimiento de huesos y dientes, sino también para el funcionamiento de nervios y músculos. Además, contiene vitamina D y lactosa, que actúan como facilitadores, ayudando a que nuestro cuerpo absorba el calcio de manera eficiente.

Además, la leche proporciona proteínas de alto valor biológico, lo que significa que contienen todos los aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo necesita para construir y reparar tejidos, desde los músculos hasta la piel. Por último, aporta vitaminas del grupo B (especialmente B2 y B12), y otros minerales como el fósforo y el potasio.

Los mitos sobre la leche 

Los mitos y bulos sobre la leche son tan antiguos como el consumo de leche en sí mismo. En la actualidad, la ciencia permite desmentir o matizar muchos de ellos:

  • La leche causa acné:

La relación entre la leche y el acné no es nada clara. El acné es una afección compleja influenciada por hormonas, genética y la bacteria Cutibacterium acnes, que produce infecciones de los poros. Hay estudios observacionales que han sugerido un posible vínculo entre la leche (especialmente desnatada) y un aumento en los síntomas de acné, pero los resultados son contradictorios y difíciles de separar del resto de la dieta. Un posible culpable es la cantidad de azúcar en la dieta, ya que cuando se reduce la carga glucémica de la dieta, los síntomas de acné son menores.

  • La leche produce mocos:

Se trata de un mito persistente para el que no existe respaldo científico. La sensación de saliva espesa en la boca o la garganta tras beber leche puede deberse a su textura y a cómo interactúa con la saliva, pero no genera un aumento en la producción de moco en las vías respiratorias. Los estudios no han encontrado relación entre la leche y alergias, asma o problemas respiratorios, aunque hay que tener en cuenta que las personas con alergia a las proteínas de la leche podrían sufrir inflamación.  

  • La leche tiene hormonas:

En algunos países como Estados Unidos se administra hormona de crecimiento (somatotropina recombinante bovina) para que produzcan más leche y hay preocupación de que pase a la leche y tenga efectos adversos. Sin embargo, en la Unión Europea la regulación prohíbe el uso de estas hormonas en las vacas lecheras, por lo que la leche que consumimos en España no puede contenerlas.

  • La leche es imprescindible para tener unos huesos fuertes:

Es innegable que el calcio de la leche es de excelente calidad y biodisponibilidad, y tiene un papel fundamental en la salud ósea de la población. Sin embargo, llamarla imprescindible es una exageración, ya que tenemos otras muchas fuentes de calcio. Curiosamente, los países con mayor consumo de leche y calcio tienen las tasas más altas de fracturas de cadera, aunque pueden entrar otros factores además de la leche. El calcio solo es un factor más en la salud de los huesos y por sí solo no basta. Influyen la vitamina D (que obtenemos sobre todo del sol), el magnesio, el ejercicio físico de fuerza y no fumar. 

  • La leche vegetal es más nutritiva y saludable:

Las bebidas vegetales (de almendra, avena o soja) no son leche. Son extractos de esos alimentos y, como tales, su perfil nutricional es completamente distinto. Con la excepción de las bebidas de soja enriquecidas con calcio y vitamina D, la mayoría de estas alternativas contienen muy pocas proteínas y, a menos que estén enriquecidas, su contenido en calcio es naturalmente bajo o nulo. Además, suelen contener azúcares añadidos, espesantes y aromas. 

  • La leche desnatada es más saludable:

Cuando comenzó a demonizarse la grasa, a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado, tomar lácteos desnatados era la recomendación general. Pero estudios recientes no han encontrado una asociación clara entre la grasa láctea y las enfermedades cardiovasculares. La grasa de la leche contiene vitaminas liposolubles (A, D, E, K) y ácidos grasos que pueden tener sus propios beneficios. Una revisión de estudios reveló que el consumo de leche no estaba asociado con un mayor riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, y no hubo ninguna asociación al analizar específicamente los productos lácteos con alto contenido en grasas frente a los productos lácteos bajos en grasas. Estos estudios indican que para la mayoría de las personas sanas, el consumo moderado de leche entera dentro de una dieta equilibrada no supone un riesgo.

La leche no es un elixir mágico ni un veneno oculto. Es, sencillamente, un alimento nutritivo, con una larga historia y un lugar destacado en la cultura de muchos pueblos. Cuando la leche produce molestias, lo mejor, como siempre, es consultar con un médico especialista.

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