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Sobre este blog

Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

¿De verdad no hay alternativa?

Más de 20.000 personas asistieron a la Feria de Economía Solidaria de Catalunya.

Pere Rusiñol

El ciclo político que prometió cambios sustanciales para corregir la austeridad y las políticas que llevaron a la crisis parece, ahora sí, a punto de cerrarse con la inminente investidura del presidente del Gobierno, pero ha dejado al descubierto un paisaje muy distinto al que muchos soñaban: el PSOE ha arrancado de nuevo el vehículo después de su penoso espectáculo interno, pero ahora circula por la ruta que parece llevarle directo al precipicio; Podemos está enfrascado en una nueva temporada de su particular Juego de Tronos, especialmente sangrienta; las izquierdas “procesistas” –en Cataluña o en Euskadi– lo fían todo a gobiernos dirigidos por la derecha; los ayuntamientos del cambio han chocado con una realidad durísima en un terreno de juego definido por sus rivales y sin apenas instrumentos, y hasta uno de los principales motivos de esperanza internacional –las expectativas que abría Syriza en Grecia– parece hoy un triste espectro de lo que pudo haber sido y no fue, justo en el momento en que se derrumba el imaginario progresista que parecía construirse en América Latina.

 Entonces, ¿no se puede?

No tan deprisa. A tantísima gente con la moral por los suelos que cree que otro mundo es posible le habría bastado con pasarse un rato por la V Feria de la Economía Solidaria de Cataluña, que se celebró el pasado fin de semana en Barcelona, para recuperar algo de esperanza. Y es que pocas veces ha habido una divergencia tan pronunciada entre las expectativas políticas y la realidad de una economía paralela que, por vez primera, no sólo piensa a lo grande sino que permite de verdad vivir, ahora y aquí, de forma distinta incluso dentro de un marco político tan achicado.

La Feria de Economía Solidaria, que ha contado con un gran apoyo por parte del Ayuntamiento de Barcelona, ha batido récords de expositores (190) y público (21.000 visitantes). Pero lo relevante ni siquiera son las cifras, sino el salto cualitativo experimentado desde que arrancó el certamen, hace cinco años, justo cuando se estrenaba la mayoría absoluta del PP. Entonces abundaban las buenas intenciones, pero hoy existe ya una alternativa muy real en casi todos los ámbitos que afectan a la vida cotidiana.

No se trata de ninguna exageración: en este periodo se ha construido o reforzado una oferta muy solvente que no deja espacios sin cubrir. Ya es posible contar con opciones de la economía solidaria (y aledaños) para tener la electricidad de casa procedente de energías limpias, los principales seguros, las llamadas de telefonía móvil, el número de cuenta con domiciliaciones bancarias, las tarjetas de débito y crédito, la hipoteca, el crédito para la empresa, productos de inversión con un rentabilidad por encima de los depósitos tradicionales que garantizan el apoyo a proyectos sociales (aquí o en África), la construcción o reforma de una vivienda asequible y fuera de los mecanismos de mercado, el periodismo independiente –con una oferta cada vez mayor, que incluye a Alternativas Económicas–, el cine –tanto en la producción y distribución de películas y documentales como en la exhibición–, el teatro, los conciertos, la edición, las librerías, la producción y distribución de alimentos, la defensa jurídica, la asesoría contable y financiera, un puesto de trabajo fijo en una empresa democrática… Piense en algún servicio, el que quiera, y lo más probable es que exista ya una buena opción de la economía solidaria.

Hace cinco años muchos de los servicios citados simplemente eran buenas ideas. Hoy se puede vivir perfectamente sin salirse de la economía solidaria. Lo sé no sólo porque fui a la feria, sino también porque soy socio o cliente de varias de sus iniciativas y he comprobado que la mayoría funcionan muy bien.

Muchos pueden estar hoy tentados de pensar que realmente no hay alternativa y hasta arrojar la toalla. La gran paradoja es que, en cambio, tienen a su disposición más alternativas que nunca para transformar al menos su vida.

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