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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Pedro Sánchez corteja al PSOE-A en Málaga

Pedro Sánchez (der.), junto a Miguel Ángel Heredia

Néstor Cenizo

Pedro Sánchez dio este miércoles el primer paso oficial en su carrera hacia la secretaría general del PSOE. Se presentó en Málaga ante unos 300 militantes que desbordaban un salón de actos abarrotado. Muchos de esos militantes ya lucían pegatina (“Yo, con Pedro Sánchez”) cuando él llegó al Centro Cívico, y él les correspondió llamando a los socialistas andaluces a ser la “vanguardia del cambio” en el PSOE. El PSOE-A aporta el 28% de los militantes socialistas, que el 13 de julio elegirán mediante voto secreto e individual al sustituto de Alfredo Pérez Rubalcaba, y el 24% de los delegados que el 26 y el 27 del mismo mes deberán refrendar la decisión de las bases. Así que la elección de la casilla de salida es, en gran parte, estratégica. “Necesitamos la fuerza del PSOE-A para el gran cambio del socialismo”, dijo el candidato nada más comenzar.

A la cita acudieron casi todos los cuadros dirigentes de la federación en Málaga. El secretario general en la provincia y diputado, Miguel Ángel Heredia, que lo presentó al auditorio; el secretario de organización, Francisco Conejo; el secretario general de Juventudes Socialistas en Andalucía, José Carlos Durán; la portavoz en el Ayuntamiento de la capital, María Gámez; o la exministra Trinidad Jiménez. De puertas hacia fuera se insiste en que el PSOE-A es neutral y que las mismas facilidades que se ofrecieron a Sánchez se pondrán a disposición de cualquier candidato que presente su propuesta en la ciudad. Pero lo que se vio no permite desmentir algo que se intuye desde que Sánchez lanzó su candidatura: que la federación andaluza quizá no lo apoye oficialmente (“Yo he estado en este proceso sobre la mesa y no me parecería apropiado que ahora me decantara por ningún candidato”, dijo Susana Díaz en una entrevista en Antena 3), pero sí oficiosamente.

“Sevilla tira mucho”, dijo un militante. Ayer se presentó en la capital andaluza una plataforma de apoyo a la candidatura de Pedro Sánchez, con la presencia de varios alcaldes de la provincia. Del congreso que elija al secretario general saldrá también la nueva ejecutiva, y el PSOE-A aspira a que en ella se vea reflejado su peso social (uno de cada cuatro votos al PSOE en las elecciones europeas) e institucional.

Sánchez comenzó agasajando a los oyentes. “Sois el orgullo y la referencia del socialismo español, y por eso siempre he defendido que debéis ser la vanguardia del cambio en el PSOE”, dijo. Después de citar al ejecutivo andaluz (“que protege a los más débiles”) como ejemplo de modelo contrapuesto al Gobierno central, ofreció algunas pinceladas de cómo pretende abordar el cambio: “El cambio que propongo es de abajo hacia arriba, no viene de arriba”, aseguró; “la gran coalición a la que aspiro es con los que sufren, no con quienes provocan el sufrimiento”, dijo luego, antes de añadir: “Tenemos que estar orgullosos de lo hecho, y decirles a los de las camisetas verdes y a los de las batas blancas que ellos se manifiestan porque el PSOE instauró la educación y la sanidad gratuitas”. Los guiños a la izquierda arrancaron la reacción esperada. Aplausos.

Reforma laboral y encaje de Cataluña

Hubo también alusiones a la regeneración del sistema institucional y político, e incluso, y aunque aún le queden muchas elecciones para llegar al poder (congreso, primarias, generales), propuestas concretas para hacerlo: una reforma de la ley de partidos que acabe con la “autorregulación” hasta ahora vigente y fracasada, según Sánchez. Esa ley incluiría la paridad en las listas electorales, la limitación de mandatos en el Gobierno, el endurecimiento de los delitos de corrupción, la limitación del aforamiento y la “descolonización” de instituciones como el Tribunal de Cuentas. También abogó por acabar con las donaciones privadas a los partidos o a sus fundaciones. “Una agenda de regeneración democrática auténtica”, resumió. El candidato a la secretaría general del PSOE avanzó que de llegar al gobierno derogará la reforma laboral y que abordará el encaje de Cataluña con dos líneas rojas: la solidaridad entre territorios y la soberanía nacional.

Sánchez dio a su candidatura el toque que demandan los tiempos. De un lado, prometió una mayor cercanía a la calle. “Seré el secretario general en la carretera. Estaré muy poco en Ferraz”, anticipó. De otro, se presentó como un candidato de cambio, pero sin hacer bandera del relevo generacional. Se trata de aunar fuerzas: “Hay quien dice que soy joven porque tengo 42 años. Pero yo no me presento como adalid del cambio generacional. Yo aspiro a una alianza entre generaciones”. En su discurso con apelaciones al “gran cambio del socialismo” cupieron Pablo Iglesias (el fundador del PSOE), la Institución Libre de Enseñanza y una anécdota con la que ya se presentó como candidato hace una semana. Cuenta Sánchez que la injusticia cometida por la dictadura franquista se le reveló con 12 años, cuando se dio cuenta de que sus abuelos no sabían leer ni escribir. Hoy la injusticia se presenta con otra piel (“pobreza infantil, desigualdad entre hombres y mujeres, violencia de género”) y ante ella, dijo, se rebelan él y el PSOE. “Como imagen y capacidad dialéctica, es mucho mejor que Zapatero”, se oyó decir a alguien.

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