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Día 69 en estado de alarma: “¿Y cuando cerremos la ventana qué hacemos?”

Desde la ventana de Luis Serrano

Luis Serrano

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Hoy descorro los cerrojos y abro los postiguillos de esta ventana por última vez. Una ventana que abrimos el 15 de Marzo, ahí es nada, cuando estábamos todos conmocionados por el estado de alarma.

Ante la imposibilidad de salir de casa, Lucre nos convocó a través del grupo de whatsapp para que hiciéramos periodismo desde nuestra ventana, contando cada uno en primera persona lo que veía allí afuera. De esta manera, podríamos tomarle el pulso a la ciudad ante esta realidad nueva que se nos presentaba, inquietante y desconocida.

Y así comenzamos, asomándonos a la azotea a mirar con los ojos bien abiertos el nuevo mundo que se abría ante nosotros. Y escribimos sobre la gente que aplaudía, las conversaciones con nuestros vecinos, la gente en la calle con sus perros y, poco a poco, fuimos desnudando nuestra alma y mirando hacia dentro.

Porque lo que nos pasaba a nosotros estaba pasándole al resto de nuestros vecinos. Entonces pensábamos que todo finalizaría en poco más de 15 días y así, uno tras otro, fuimos contando cómo nos entregamos a la gimnasia, a cocinar, a teletrabajar... cómo extrañábamos a los amigos, cómo se echaba de menos a a la familia... En definitiva, hemos ido contando cómo íbamos descubriendo y adaptándonos a ésto que llaman nueva realidad. Tratamos siempre de poner un poco de humor y de optimismo a los días duros que nos tocaba vivir.

Y así fue como ha ido creciendo ésta nuestra comunidad, que diría el otro, porque yo la imagino como el bloque de 13 Rue del Percebe. Aquí estamos asomados Fermín, Ale, Olga, Lucre, Ángela, Javi, Néstor, Carmen, Ana, Álvaro,.... Nos hablamos desde nuestras ventanas a gritos; por este hueco de patio que es el grupo de whatsapp, ponemos los temas en común, debatimos algo y, finalmente, nos reímos.

Como ya saben soy el fotero del grupo, metido a plumilla, así que he ilustrado prácticamente todos los días el tema con una fotografía que nos inventamos entre todos. Aquí en casa, con pocos recursos y con pocos figurantes, porque o salía Lola, salía yo o salíamos los dos, o nuestras manos, nuestra mesa, nuestra cocina, nuestra azotea... El debate de la foto siempre fue una excusa para poner una sonrisa en estos días grises.

Así que, realmente, esta ventana nos ha salvado porque nos ha servido de terapia,

mirar todos los días hacia fuera o hacia dentro y escribir nos ha servido para, en cierta manera, exorcizar esta nueva realidad, formar un grupo más compacto y sentirnos arropados. Además, hemos recibido multitud de mensajes a diario comentando nuestra crónica, mensajes dándonos las gracias por encontrarse esta ventana abierta todas las mañanas. Creo que le llaman feedback. Y ésto es lo que nos ha dado ánimos para continuar durante tantos días a pie de azotea.

Hace un par de semanas le preguntó Alejandro a Lucre “¿Y cuando cerremos la ventana, qué haremos?”. La respuesta no tardó ni un segundo en llegar: “Abrir la puerta”. Y eso será lo que hagamos a partir de hoy. Voy a engrasar los goznes y el picaporte para que no chirríe al abrirla y abriremos la puerta para que entre el aire, se refresque la casa y salgamos a la calle sin miedo. Llegó la hora de guardar el ordenador, coger una cerveza y empezar a buscar editor para estos textos que Fermín siempre dijo que “huelen a libro” y, reunidos en una azotea después de más de 2 meses sin vernos, cerrar estas ventanas.

Así que, gracias a todos ustedes por leernos y acogernos en sus casas, y entablar esta relación tan fructífera con nosotros. A Lucre por animarnos a emprender esta aventura, que creíamos de unos días y en la que nos hemos hecho mayores por el camino, y prestarnos su diván para escribir. A los compañeros de ventana, por estar ahí asomados día tras día. Y a Lola, por su paciencia infinita, por estar siempre dispuesta y divertida para hacer la foto, fuera la hora que fuera, y leer mi texto antes de que saliera para darle el plácet, lo que es garantía de que lo que llega a ustedes ha pasado los controles más severos fitosanitarios y de calidad.

Así que ya saben, abran la puerta, pónganse la mejor sonrisa en la cara, que no la pueda ocultar ni siquiera una mascarilla de las buenas, y salgan a conquistar este nuevo mundo que se nos presenta incierto pero que seguro que entre todos doblegaremos. Porque hemos cerrado las ventanas, pero ahora nuestras puertas están abiertas... si van a venir, por favor, no se olviden de traer cerveza fría.

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