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Pandemia en hogar ajeno: dos turistas argentinos quedan confinados en el piso de dos españoles con los que intercambiaron casa

Ignacio Rebagliati y Anabela toman el sol en la terraza del piso prestado de Barcelona donde quedaron confinados.

Daniel Cela

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A Ignacio Rebagliati y a su mujer, Anabela, la pandemia del coronavirus les pilló en Barcelona, a 10.500 kilómetros de su casa de Buenos Aires. Cuando el Gobierno de España decretó el estado de alarma y ordenó el confinamiento de toda la población, esta pareja de argentinos estaba ocupando la casa de unos desconocidos en el barrio de Poble Nou. Los anfitriones eran Jordi y Olga, un matrimonio catalán que semanas antes había decidido cederle su hogar a dos turistas, Ignacio y Anabela, a través de la plataforma de intercambio de casas Homeexchange.com.

El 14 de marzo, la cuarentena interrumpió la rutina y los planes de 47 millones de españoles y de 5,6 millones de turistas que en ese momento visitaban este país. “Quédate en casa”, dijeron las autoridades sanitarias, haciendo un llamamiento a la responsabilidad cívica y la disciplina social. Desde ese instante se restringieron los movimientos de la población, sólo se podía salir a la calle para las cosas indispensables (ir al médico, comprar comida, tirar la basura, pasear al perro...).

Pero en ese momento, Ignacio y Anabela estaban en casa de Jordi y Olga, y Jordi y Olga estaban en otro domicilio, en León. Lo habitual es que el intercambio sea simultáneo, pero en este caso los catalanes cambiaron su casa por puntos (que le dieron los argentinos con su visita) y se reservaron para viajar más adelante. La situación que dejaron en su hogar de Poble Nou fue “excepcional para todos”: Tú estás en una casa que pertenece a otras personas, que es su hogar, con sus cosas, con su ropa en el armario, con todo lo que van a necesitar en un momento difícil como éste; y ellos están fuera de su hogar, pensando que unos desconocidos están dentro con tus cosas y que podrían seguir allí dentro quién sabe cuánto“, dice Ignacio.

La plataforma Homeexchange.com conecta cada año a 496.000 personas de cientos de países que intercambian sus casas -el domicilio habitual o una segunda vivienda- durante un periodo vacacional. Sólo en España hay 70.000 casas registradas en este sitio web. Es una fórmula que abarata los viajes, porque ahorra el coste del alojamiento en el lugar de destino (hotel o apartamento turístico), pero también ofrece una experiencia diferente. Los anfitriones y los invitados tienen que conocerse, hablar y preguntarse mucho antes de intercambiarse las llaves de sus casas. Hay mucho de confianza mutua, pero también de sentido común. “Si el intercambio funciona, es porque las personas que se apuntan a esto comparten el respeto por lo ajeno, porque tratan la casa de otro como si fuera la suya”.

El problema del intercambio de casas es que no está diseñado en caso de que una pandemia a escala mundial te pille en el de tu anfitrión, en otro país, y sin poder salir a la calle. La crisis del coronavirus ha provocado 2.140 cancelaciones de intercambios de españoles desde el 14 de marzo -sólo en territorio nacional 1.620 cancelaciones-. A escala mundial, se han suspendido 7.740 intercambios y en Europa, España es el país con mayor número de cancelaciones tanto de anfitriones como de invitados, según los datos facilitados por Homeexchange.com.

Ignacio Rebagliati, un porteño que gestiona alquileres turísticos en la Patagonia, y Anabela, asistente social en el hospital para niños de La Plata, llegaron a España el pasado 6 de marzo. Habían planeado pasar diez días en Barcelona, ciudad que ya conocían de una visita anterior, y otros ocho días para descubrir Sevilla. A través de la plataforma, habían cerrado un intercambio de casa con un matrimonio de Poble Nou y otro con una pareja del Casco Antiguo de la capital andaluza. Cuando se subieron al avión, llevaban dos mascarillas “para los aeropuertos, por si acaso”.

La ciudad condal les recibió con el cielo encapotado, hacía frío, pero se notaba el bullicio en las calles. El primer día de sus vacaciones se toparon con la manifestación feminista del 8M, unas 50.000 personas abarrotaban la Plaza de Cataluña. “En Buenos Aires leímos que el virus estaba haciendo estragos en Italia, pero no en España. Acá se conocían pocos casos todavía, no traíamos mucha preocupación”, dice Ignacio. Los primeros seis días en Barcelona “había mucho movimiento, pero ya se empezaban a ver negocios cerrados”. “Todo el barrio Gótico estaba cerrado antes de la cuarentena”. El 14 de marzo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció por televisión para anunciar el estado de alarma en todo el país.

Todo se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. Se acabaron los paseos por las Ramblas, las tapas en el Born, las visitas a la Sagrada Familia. Ignacio y Anabela, como miles de españoles, se quedaron en la terraza de una casa ajena a tomar el sol y calcular cómo escapar de aquella “encerrona”. Se iban a cerrar las fronteras y las aerolíneas empezaron a cancelar los vuelos a España, incluido el que debía llevar al matrimonio argentino de regreso a Buenos Aires, previsto para el 25 de marzo.

No podían volver a casa, no podían seguir en el piso de Jordi y Olga -que habían quedado confinados en otro apartamento de León- y tampoco podían continuar la ruta prevista a Sevilla. La dueña del piso que debía alojarles en la capital andaluza desde el 18 de marzo canceló el intercambio, “porque ella misma tenía que quedar confinada en su domicilio”. “Fue un caos. Unos 200 argentinos nos quedamos varados en España sin saber qué hacer”, dice Ignacio, que creó un grupo de Facebook de argentinos afectados por la cuarentena en España al que enseguida se sumaron muchos más. Ignacio y Anabela son muy críticos con la reacción “lenta” del Gobierno de España ante el avance de la epidemia, pero se han “asombrado con el nivel de responsabilidad de la población ante la orden de confinamiento en sus casas”

En mitad de la crisis, la plataforma Homeexchange logró encontrarles otro apartamento vacío en Barcelona, cuyos propietarios, Ana y Álvaro, se ofrecieron a cederles en tiempo récord. “Era un piso a medio montar, ni siquiera tenía televisión, pero la dueña nos buscó uno rápido, porque sabía que nos íbamos a quedar allí encerrados hasta que encontrásemos avión”, dice Ignacio. En Argentina, en ese momento, había menos de 200 casos positivos de coronavirus y cuatro fallecidos. “Allá tenían un retraso de una semana respecto a la situación de España, igual que ocurrió aquí antes con respecto a Italia”, explica, para subrayar que su país de origen decidió cerrar las fronteras y cancelar todos los vuelos con el extranjero cuando apenas llegaban a los 100 contagios.

Ignacio y Anabela lograron encontrar dos pasajes de Madrid a Buenos Aires en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, que ya utilizaba una tripulación de voluntarios para repatriar a argentinos, porque muchos enlaces estaban suspendidos. Desde el 13 de marzo -cuando entró en vigor la cuarentena para pasajeros procedentes de zonas de riesgo, como España- operaron más de cien “vuelos de excepción” de compañías de Argentina. El 27 de marzo, a la una de la madrugada, la pareja se subió a un autobús nocturno desde Barcelona al aeropuerto de Barajas, en Madrid, donde debían coger un avión a Buenos Aires a las 19.30 horas. Mientras viajaban a la capital de España, el Gobierno argentino dio la orden de dejar de repatriar a sus ciudadanos en el extranjero, cancelando todos los vuelos programados (10.000 argentinos se quedaron en tierra). Su vuelo fue el último que regresó a casa antes de la suspensión general.

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