El ábaco de Feijóo

Con el perdón solicitado a mis paisanos y su infinita paciencia, me atrevo a decir que no estoy enojado con Alberto Núñez Feijóo por decir que los andaluces no sabemos contar: simplemente creo que es un malaje o un malafollá. Quiso hacer el hombre una gracia en una de estas convocatorias navideñas de espíritu espirituoso y se trabucó de papeles en su afán de tener un sitio. Los chistes en estos eventos los cuenta siempre el contable, el tesorero o el jefe de recursos humanos, no el jefe-jefe; es como una maldición para los que vais a esas cosas; además, suelen destacar siempre algunos de los empleados de los que descubrimos con estupor que tocan la guitarra o el cajón.

Imaginen que el sevillano, Antonio de Ulloa, almirante, descubridor del platino, geodésico y contador-medidor de meridiano terrestre se enterase; o peor, que se enterasen en la Royal Society o en las Academias de las Ciencias de Francia, Prusia o Suecia a las que pertenecía, que no sabía contar. Qué escándalo. Y ahora que dicen, como una especie de plaga, que empieza el ciclo electoral, que la tecnología de estas cosas no tuviera en cuenta a José Isidoro Morales, onubense canónigo de la seo hispalense, un excelente matemático que adaptó en 1805, una memoria matemática sobre el cálculo de la opinión en los procesos electorales; otrosí representó a España en las conferencias para la implantación del sistema métrico decimal. Sin saber contar. Ellos no se enojarían. No sigo.

En realidad, Bonilla, que estaba presente, lo que más temía era que Alberto se arrancara a remedarnos, después de su torpe incursión parlamentaria en el idioma sagrado de los coptos de Egipto. No sería la primera vez, y viene de larga data. Cuando Antonio de Nebrija, de Lebrija, Sevilla, escribió la primera gramática de la lengua castellana, porque al parecer no había quien la escribiera en Castilla, ya lo criticaron y restaron autoridad por su decir andaluz.

Imaginen, queridos paisanos, que Luis Cernuda, García Lorca, Juan Ramón Jiménez y otros tantos se enteraran de que no saben hablar. Ni hablar ni contar. Pero, que estamos en tiempos de paz y pretendidamente ecuménicos, no se enojen. Los mencionados nunca lo hicieron, tampoco Adriano, del que se rieron en el Senado por su latín bético cuando era contador, luego fue de los mejores emperadores, o Séneca, del que dijeron que su poesía era sebosa, en alusión, igualmente, a su acento bético.

El cabreo como la ignorancia, funciona mal con la creatividad y el arte, no me puedo creer que alguien como Diego Velázquez pudiera pintar Las Meninas enojado porque en la corte ridiculizaban su manera de hablar. No, Diego, no estaba enojado y hasta se retrató a sí mismo, la firma de un andaluz feliz. Tampoco se enojó, bueno, tela de guasa tenía, Luis de Góngora, en su cordobés contundente.

Que no, que no se enojen, que hay que tenerles paciencia. Y ser cariñosos. En los reyes le voy a pedir para Alberto un globo terrestre para que distinga el Mediterráneo del Atlantico y sitúe bien a Huelva y Badajoz y un ábaco para que se entretenga contando la cantidad de chuminás de suelta.