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Con armas y a lo loco

Cientos de personas se dirigen hacia la plaza de Neptuno, en una manifestación contra la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, frente al Congreso de los Diputados, a 27 de noviembre de 2021, en Madrid (España).

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Miles de policías y guardias civiles se han manifestado. No se sabe si tienen claro contra qué pero sí contra quién: el Gobierno legítimo y democrático de los españoles. El trasunto, dicen, es la reforma de la ley mordaza, una reforma legal que corresponde, como en todo sistema democrático, al poder legislativo.

Una reforma que se producirá, espero que sin intimidaciones, en defensa de los derechos democráticos y constitucionales de la ciudadanía, gravemente comprometidos durante toda la vigencia de esta ley. No es cuestión baladí; estamos hablando de los derechos de manifestación, reunión, asociación y expresión, consagrados como fundamentales en nuestra Carta Magna.

Pero los policías se sienten vulnerables y débiles, inseguros, dicen. Nadie lo diría después de haberlos visto recién campeando por los barrios más humildes de Cádiz a lomos de una tanqueta en la que no tiraban flores, ni vendían papas, ni era la carreta de su prima con sus faroles granas camino del Rocío.

Es un fracaso de la democracia contar con una policía convencida de que están constituidos en un subsistema, un poder político, intimidatorio

Lo más grave es que los policías se sienten empoderados para intimidar a un Gobierno democrático y manifestarse, derecho constitucional que a veces combaten con fiereza, con la amenaza de hacerlo tambalear. Y todo, conculcando una legislación que también les afecta a ellos como ciudadanos que son, por cierto, funcionarios a las órdenes del poder civil. Oír gritar “¡Guerra!” a funcionarios públicos compromete su reputación y respeto y exige de sus superiores algo más que la “callá”.

Una legislación, la fundamental, que explica su existencia y el monopolio legítimo de la violencia del Estado, la ley orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que determina y exige como principio básico de su ser la neutralidad política. Neutralidad ninguneada al aparecer manifestándose de la mano de la extrema derecha que precisamente no les concedería ningún derecho en caso de que llegara al poder.

Después de imaginarnos que habíamos superado los tiempos de grises y maderos, es un fracaso de la democracia contar con una policía convencida de que están constituidos en un subsistema, un poder político, intimidatorio, capaz de tumbar voluntades democráticas y situarse en una suerte de paraíso metaconstitucional.

Los sindicatos de la extrema derecha policial, apoyados y concertados con la extrema derecha madre, han arrastrado al resto de la policía de España. Su poder de intimidación es tal que sindicatos de policía y guardias civiles que hasta ahora habían merecido el respeto de la ciudadanía han secundado estas movilizaciones ante el pavor a ser expulsados del concierto sindical. Una gran decepción. Merece respeto la Agrupación Reformista de Policías, ARP, que ha demostrado con su posición de defensa de los derechos constitucionales de los españoles que no les importa ser minoritarios si el precio de no serlo es ir contra la democracia.

La existencia de la Ley Mordaza ha sido denunciada y denostada por su peligro contra las libertades en todos los ámbitos democráticos internacionales

La 'ley mordaza' preocupó desde el inicio de su tramitación, inquietud demostrada durante su vigencia. Su existencia ha sido denunciada y denostada por su peligro contra las libertades en todos los ámbitos democráticos internacionales. Las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, la Comisión de Venecia, la Comisión Europea y, en el ámbito doméstico, por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.

Un Tribunal Constitucional que, con carácter general, ya estatuyó que en el conflicto entre eficacia policial y derechos constitucionales prevalecen estos últimos. No es nuevo, además: las imágenes de las actuaciones policiales, de manera frecuente, están demostrando el abuso, cuando no la violencia policial, que están jalonando la vida de esta ley que ahora la democracia espera ver fenecer. De la presunción de veracidad, en peligro, según sindicatos, un halo de preocupación se extiende: primero, por los casos recientes en la cabeza de todos; segundo, por la mendacidad de los convocantes de estas algaradas amenazadoras, que no tienen empacho en mentir sobre el verdadero contenido de la reforma legal prevista.

La presencia en las calles de policías con aires insurrectos no deja de ser una preocupación democrática, más con su alianza con la extrema derecha, un fantasma que recorre toda Europa. Su profesionalidad, en entredicho en casos recientes, es deficitaria, mientras que su ideologización creciente es excesiva y, por ende, superavitaria.

Y lo peor, como decía el periodista de la Cadena Ser Miguel Ángel Campos, es que son cuerpos armados.

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