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Cincuenta
El Gobierno va poner en marcha una “experiencia piloto” para acoger en nuestro país a 50 refugiados. No, no es una errata. No, el teclado no se ha comido ningún cero. 50 refugiados. Cinco-cero.
El mismo país que durante décadas ha exigido más apoyo de la Unión Europea para hacer frente a la llegada de pateras a Andalucía y Canarias hace ahora este auténtico alarde de generosidad. España, como el resto de países de la rica Europa, lleva meses regateando la cuota de familias sirias con derecho a protección en nuestro territorio. El invierno se acerca, pero no hay prisa. Empecemos por 50, y luego ya veremos.
Esperamos de Grecia, a la que dimos la espalda cuando nos necesitaba, que frene la oleada. Y le pedimos a Turquía, a la que no consideramos lista para ingresar en la UE, que nos resuelva la papeleta sabiendo el trato que les espera a los sirios en su territorio. Igual que pagamos a Marruecos para que haga el trabajo sucio y mantenga encerrados a los africanos en esa tierra de nadie del monte Gurugú.
No sólo nos falta solidaridad. Nos falta memoria. ¿Alguien se acuerda de las llamadas de auxilio de nuestro gobierno a la UE ante la “avalancha” de cayucos en Canarias? Hace diez años de aquello. Se hablaba de “crisis humanitaria”, de “emergencia nacional”. Entre 2005 y 2007 habían llegado a las costas del archipiélago más de 30.000 inmigrantes subsaharianos. Se exigía más dinero a Bruselas y la colaboración urgente de la ACNUR para acoger a los recién llegados. La respuesta de Europa fue cicatera y desesperadamente tardía. Se pusieron parches y se reforzó la vigilancia marítima hasta que, simplemente, el flujo cesó.
Hoy supera ya el medio millón esa corriente de hombres, mujeres y niños que atraviesan a la deriva los campos de Europa, sembrados de alambradas. Pero de momento, tenemos sitio para 50. Organización. No se me amontonen.
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