Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La confesión de la pareja de Ayuso desmonta las mentiras de la Comunidad de Madrid
El plan del Gobierno para indemnizar a las víctimas de abusos agita la Iglesia
Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Juan Marín busca clientela

Juan Marín, este lunes en Sevilla

0

Hace ya muchos años había un político en Andalucía que se llamaba Antonio Ortega, el puntal de la porción andalucista de los gobiernos de coalición que presidió Manuel Chaves durante dos legislaturas (de 1996 a 2004). Ortega, secretario general de su partido, era un hombre afable que caía bien y al que genéricamente se consideraba “buena gente”, con la carga semántica que en esta tierra supone semejante vitola, asociada a la ausencia de aristas y la cordialidad, desde luego; pero también ligada a lo melifluo, lo superficial, a mudar de criterio según convenga y a cierto perfil de abrazafarolas. A partir del mediodía hablaba con una franqueza que dejaba al interlocutor boquiabierto, y que le reportó un cúmulo de problemas y rectificaciones. Una vez le hice una entrevista, cruzada ya la franja horaria fatídica, y el titular fue el siguiente: “Las dos consejerías [las que dirigía el PA] nos han servido para hacer clientela”.

La reflexión que sigue al encabezamiento descarta cualquier equívoco o trastoque de contexto: a cada repregunta perpleja, el locuaz Ortega ahonda en la desnudez de su idea de cómo la capacidad de colocar a los suyos había servido para ensanchar la base del finado Partido Andalucista, y de paso, reforzar su propio liderazgo para orillar a Pedro Pacheco (primero) y a Rojas-Marcos (después). Es complicado escoger un párrafo. Sirva éste de muestra: “Ya he dicho que en el PA era antes todo poesía, ¿verdad?, pues no sólo de poesía vive el hombre. Hay que conjugar las cosas. Hasta ahora hemos pecado de ser muy ingenuos, de ser poco o nada mercantilistas (...) Hombre, pero decir que en la política se está para no tener poder es un sinsentido. Aquel que está para hacer ensayos filosóficos, me parece muy bien, pero nuestra función es conseguir poder para extender el nivel de compromiso andalucista”.

Ruego indulgencia porque, pese a pecar de redundante, no me resisto a reproducir otra perla difícilmente superable: “(...) ¡Oiga!, ¿qué quiere usted que hagamos? ¿Cómo vamos a construir nuestra empresa? ¿El personal de confianza lo vamos a nombrar de militantes del PP o de IU, o del PSOE? ¿Cómo va a ser? ¿Cómo se come eso?”. Cuando ahora leo en las crónicas los razonamientos fútiles del actual vicepresidente de la Junta, Juan Marín, sobre la necesidad de ampliar el Gobierno de Moreno Bonilla un par de consejerías (lo que dejaría al presidente y su pregonada austeridad con la brocha colgando), el enlace de ambos personajes es automático. Para más abundar en semejanzas, son igualmente aficionados al refranero y los dichos populares, además de gozar de una inmerecida condescendencia y ser misteriosamente tildados de “buenos”, como si la simplicidad y el descaro estuvieran forzosamente atados a la bondad, y la inteligencia y sagacidad, a la maldad. Pero ese es otro artículo.

Ciudadanos perdió en las últimas elecciones generales en Andalucía  (donde se pongan unos comicios, que se quiten las encuestas de encargo) el 70% de su representación --de 11 a tres escaños--, y el bueno de Marín se quedó ayuno de un día para otro de su particular faro de Alejandría, luz del Mediterráneo, al diluirse en la espesura Albert Rivera, al que había seguido hasta entonces como a un Moisés en busca de la tierra prometida. Ya no tiene la mayoría del partido, y en consonancia con la corriente orteguiana (de Antonio Ortega, no del gran Ortega y Gasset) ha colegido tras mucho cavilar que si da cobijo público a más militantes aumentará partidarios. Su intención es despojar también de algunas competencias a la Consejería de Igualdad, que dirige su rival Rocío Ruiz, a quien le ha sido imposible apartar por resistencia expresa de Inés Arrimadas. Busquen el antónimo de refinado.

Marín ya no tiene la mayoría del partido, y en consonancia con la corriente orteguiana (de Antonio Ortega, no del gran Ortega y Gasset) ha colegido tras mucho cavilar que si da cobijo público a más militantes aumentará partidarios.

La crisis está programada para el mes próximo con el propósito de sorprender a la de por sí adormecida oposición en pleno letargo estival, lo que es ya marca de la casa Moreno Bonilla: recordemos el cambio de 21 leyes de una tacada por decreto al explosionar la pandemia y las escandalosas contrataciones de eventuales en plan ahora lo ves, ahora no lo ves, que han soliviantado a los sindicatos. Los populares aún no han pronunciado la última palabra y andan vadeando un río de ambigüedades, si bien, al menos en lo mollar, tendrán que ceder aparentando lo contrario. Ya dará el afanoso Bendodo las consignas pertinentes. Un precedente a considerar: Chaves transigió con Ortega cuando le cambió por las buenas el Gobierno al robarle el puesto al otro consejero del PA para ocupar el departamento de más fuste económico. Ni siquiera el PP dijo demasiado. Es la prerrogativas que tienen los partidos bisagra.

Hay algo en lo que Ortega y Marín son muy diferentes: mientras el primero fue un andalucista convencido y fiel a la causa al que le deslumbró el poder y un entorno que lo endiosó como líder indiscutible muy por encima de sus posibilidades, el segundo cuenta con un historial cambiante y tornadizo, ha pasado por una variada gama de partidos, no se le conoce más ideología que el supuesto sentido común que él mismo se atribuye al terminar sus frases, y es todo un experto en desdecirse sin que se le altere el flequillo. Las coincidencias en los modos políticos, sin embargo, son para aburrir. Si Marín alerta de una crisis de Gobierno (cosa prohibida en los manuales políticos), Ortega les comunicó a los socialistas que avisaría si rompía el Gobierno unos meses antes de las elecciones, y que no les cogiera desprevenidos. Para ambos funciona muy bien un adagio popular de los que tanto gustan. Desde que te vi venir, dije: por la burra viene. Feliz verano aún con mascarilla.

Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Etiquetas
stats