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Tentado por el demonio
Por mucho que lo intentes y te resistas, caes. He sucumbido a la tentación y he visto La primera tentación de Cristo. Ha sido cosa del diablo porque terminé viéndola en ese portugués ultramarino con sabor a cachaça que acaba poniendo bailongo a cualquiera. Los abogados cristianos ya están pidiendo excomuniones para el otro mundo y represalias penales en este por una ofensa contra su fe. En realidad, si prescindimos de lo mágico y extraterrenal, no me parece una historia tan descabellada, ni que no le pueda pasar a cualquiera; en todo caso, otra cinta de un hecho tan poco historiográfico como creído. Pero quién se libra de lo mágico y extraterrestre...
Además, he visto Los dos papas, otra historia, otra vez. Esta de los dos últimos representantes en la Tierra de aquel niño que nació en Belén. En sus conversaciones hablan de tentaciones, de homosexualidad, de mujeres; no se ponen de acuerdo. Discrepan de la relación del clero con los menores y sus pecados –solo– sin hablar de sus crímenes, y se confunden como la noche y el día cuando tratan de resolver el conflicto entre los poderes mundanos –sobre todo las dictaduras– y los extraterrenales. Ratzinger, sin hablar de lo suyo en Alemania, le da paso a Bergoglio, que sí habla de lo propio en Argentina. Al final empatan, de momento, y acaban viendo fútbol y tomando cerveza, que es lo que preocupa a la gente, ¿no? Como usted y yo.
Aquelarre de consumo y comida
Entre el tedio de una fiesta eterna, me repuse con la reposición de La vida de Brian. Otra historia. Uno puede comprender el lío de los cristianos. El debate entre el Jesús posible y el imposible. Me imagino –puesto a ello– la sorpresa de Jesús al ver en qué se ha convertido su aniversario. Un aquelarre de consumo compulsivo y desaforado. Un beber y comer sin freno. En realidad, en todas las conmemoraciones religiosas, a los creyentes les da por comer, incluidos los musulmanes. Ya sé lo que es el Ramadán, pero entren en una familia de creyentes, entre cañonazo y cañonazo, y sabrán lo que es comer hasta reventar.
Los cristianos compiten a ver quién come y bebe más, quién tiene más comidas de Navidad, en un alargue que va desde la Inmaculada hasta el natalicio, seguido hasta que vengan los Reyes Magos. En Sevilla tuvo éxito el dicho de que hay más comidas de Navidad que empresas. Sigue el furor, aunque no hay que descartar que aquellos que tienen más de una comida sean pluriempleados. Qué felicidad después de todo un año gastándose putadas. Una provocación para el INE y el CIS de Tezanos.
Y entre comida y comida y sus resopones correspondientes, la bulla; la bulla que va y viene sin saber a dónde, pero va. En una de ellas estaba cuando oí cornetas y tambores. A la menor concentración, la Sevilla cofrade saca sus pasos, están inquietos, con la nerviosera, y eso que está recién nacido Jesús. Un día de estos, en algún nacimiento de la ciudad, aparece un pastor con una cruz de guía o un cirio y Gaspar con la Banda de Salteras. Que haya coros de campanilleros en la Madrugá parece más difícil, pero todo se andará. A Belén pastores suena cuando ya no quedan. Hasta El Cabrero quiere vender su piara de cabras. En esta España vaciada por unas partes, pero rebosando de vaciados por otras, de costumbres rurales, lo único que va a quedar evocador de lo rústico van a ser los nacimientos y las comidas navideñas.
La que se ha formado
Y si Jesús está viendo esta película, habrá visto la que se ha formado. Sus devotos extremos queriendo meter gente en la cárcel por no ser devotos, dando de comer a los pobres veinte minutos pero con cámaras y focos para que los vean, profesionales de la caridad paseándose por los platós, políticos de ocasión aprovechando la ídem para servir comidas en un comedor público, televisión mediante. Mientras, se les muere la gente en los mares y en las puertas de los hospitales.
También estará Jesús intrigado por un asunto que ha conmovido a las autoridades civiles de mi ciudad. La autoridad fiscal ha decido que ver pasos en Semana Santa sentados en una silla preferente no es un bien de necesidad que merezca tributación reducida, es decir, que debe pagar un IVA del 21%. Las autoridades civiles y su oposición han reaccionado airadamente: unos diciendo que es un mal día para los sevillanos (no los deambulantes y los de las sillitas de los chinos); los otros, que hay que ponerlo más barato. Claro que los políticos pueden pedir que sentarse en una silla o palquitos para ver los pasos tribute menos impuestos, pero para ello deberían aprender el milagro de los panes y los peces. Me da que esas virtudes taumatúrgicas no las atesoran y no los veo multiplicando las partidas sociales presupuestarias sin impuestos. Así está la Sevilla panderetera que indignaba a Chaves Nogales: meciéndose con los campanilleros.
Los cristianos acaban de celebrar, y continúan celebrando, el nacimiento del Mesías. Quedan aún treinta años, pero cuando sea mayor, Jesús dirá aquello de “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. De aquí a entonces, igual tenemos políticos menos beatos y sevillanos menos pandereteros.