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SOS derecha
Me gustaría pedirle a la derecha, la de siempre, no la nueva, al Partido Popular, que resista pero no sé a quién.
Un PP embarrado en una pelea, a veces barriobajera, con la extrema derecha, perdiendo a jirones sus señas de identidad, aquellas que, cuando los aproximó al centro y a la moderación, los convirtió en un partido clave para la coexistencia democrática.
Como expresión más cruel de esa pelea agónica con sus antagonistas, la figura de José María Aznar emerge reclamando protagonismo. Aznar se ha dado cuenta que, en su planificada salida a escena, el objetivo fundamental de la extrema derecha, hoy por hoy, no es gobernar, lo primero es acabar con el PP. Lo demás vendrá luego.
Pero, la única respuesta que se le ocurre al musculoso dirigente es luchar en su propio ring de bravuconería macarra. No le gustó lo de derechita cobarde y tiró de biografía y, como si fuera una reedición de Duelo en O.K. Corral, el cateto, uno de los lados de un triángulo, el de las Azores, responde con miradas a los ojos mientras que, metafóricamente, se acaricia las cachas de nácar de su revólver. Quizá ya no recuerde su enconado apoyo al pacto en Andalucía con la extrema derecha, su verdugo. Le tocan a su criatura, Pablo Casado, y él no lo puede consentir, entre otras cosas, porque el Golem también es criatura suya.
Si hoy hay esta extrema derecha es porque crece como brote enconado de la derecha radicalizada de Aznar, pero ahora sin complejos, rebuscando en los restos franquistas hasta ahora controlados por los sectores más moderados y europeizados del PP. Un Aznar preocupado por la deriva y el asalto de la extrema derecha a sus intereses, él, que como adelantado ideológico, dentro de su escalada como meritorio de Washington, de gira por los EEUU, no dudó en pedir el perdón musulmán por los ochocientos años de presencia árabe en España, (sin devolver a Averroes y Maimónides, un poner), devoto acrítico de los Reyes Católicos y de la Reconquista, olvidando las expulsiones de los españoles moriscos y sefardíes. El maestro y guía de la España integrista, azote de sus moderados que, sin embargo, no dudó en ceder ante el nacionalismo catalán, mucho, lo que hoy sus hijos, acobardados por sus extremos, pretenden que les devuelvan. La vuelta a la España centralizada y monocroma, no precisamente la de Isabel y Fernando. ¿Hay diferencias?
El PP, amenazado por la extrema derecha, no resiste con argumentos, con propuestas, compite por ser más de extremos, se ha radicalizado, se retrotrae a tiempos previos al consenso constitucional, y se arriostra en una derrotada ETA. De nuevo, todo es ETA, decretos abertzales, apoyos en independentistas, mientras les falla la memoria de Maroto y Sémper, acordados con Bildu y defendiendo, el segundo, para Euskadi, un futuro sin exclusiones, Bildu incluido.
Pablo Casado no se quiere desprender de su pasado, en su lucha con la extrema derecha, no mira al futuro sino que se ancla en los viejos atavismos de una derecha ya imposible en España. No se da cuenta y, por eso, quizá lo devore la extrema derecha. Ha afirmado que no se gastará un euro ni en desenterrar ni en enterrar a Franco. Yo que pensaba que diría que lo haría gratis, porque la derecha española no es franquista, que no tiene miedo y no le debe nada a Franco y menos a sus afectos de la extrema derecha. Y Cataluña, en pleno desafuero, sin asumir sus errores políticos. Eso es lo que dicen las encuestas: no pasarán de dos escaños en las próximas elecciones en Cataluña, ni llevando a toda una señora marquesa.
Me gustaría dirigirme a la derecha para que resista, pero a quién, sus dirigentes y gente más sensata están escondidos, no dan la cara. Detener a la extrema derecha en España no es tarea ni epopeya de la izquierda, a la extrema derecha la tiene que parar la derecha, la democrática, moderada, europea. Es una obligación por patriotismo y por deber ciudadano.