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Vuelve a casa por Navidad
El Almendro tampoco es mal sobrenombre regio. En un país como el nuestro, en el que hemos tenido un Cruel, dos Católicos, un Hechizado, un Deseado indeseable y hasta un Pepe Botella o una Castiza, tampoco le vendría mal este apodo al emérito, ahora que con la bondad propia de estas fechas le cantamos a coro vuelve a casa vuelve por Navidad, a pesar de que los turrones suspendieran ese tipo de anuncios para evitar el efecto llamada del Covid-19.
Hizo bien en irse a Dubai Que vuelva, por favor, para que aclare las cuentas, a ver si resultan ser como las del Gran Capitán, como la fiscalía helvética maliciaba: el español que tiene tanto de suizo, le llamaron allí, en la patria de Guillermo Tell, desde cuando su padre escondió en su banca dinero negro casualmente a su nombre. No lo imagino asistiendo a un interrogatorio de Ana Pastor, sino más bien en El Hormiguero. También lo quisiéramos ver en “Sálvame”, en un careo con Corinna Larsen y con Bárbara Rey. Ante todo, transparencia, esa fue su divisa. Ya sea con su familia en Baqueira o con Dumbo en Bostwana. Sería muy enriquecedor, nunca mejor dicho, averiguar como en su España no había dinero para la Ley de Dependencia y él ingresaba 65 millones en la cuenta de la empresaria alemana: “Fue un gesto de gratitud por haberlo cuidado durante sus momentos absolutamente peores”, declaró ella, no hace demasiado, a la BBC.
Que venga, que queremos agradecerle los servicios prestados, que aflojara un poquito las sogas con que su mentor, el dictador Francisco Franco, quiso dejarnos a España toda, atada y bien atada, como en una colectiva sesión de bondage. Que venga, para darle permiso a nuestros diputados para crear una comisión de investigación sobre sus peripecias: si son tan ejemplares como nos dicen a diario, ¿a qué tanto miedo?
El de los huevos de Lucio y el de la mala puntería, el que adoraba a Felipe y refunfuñaba de Aznar, el del oso borracho Mitrofán, el de las tarjetas tan black que ni siquiera figuraba en ellas su nombre o el de su familia: Felipe VI y las infantas, seguro que se enteraron tarde de que los reyes magos eran sus padres.
El que regalaba una humilde y entrañable plaquita de alpaca al sultán de Brunei pero recibía maletines sin vuelta, aves exóticas, cabras y un abrigo de piel de leopardo de las nieves, en vías de extinción desde el 75, de manos de Nurultán Nazerbáyev, su viejo amigo para siempre del 94, el mandatario de Kazajistán.
¿Se le recordará más por refundar la corona o por la Fundación Zagatka, donde supuestamente escondía sus acciones del BBVA, Santander, Iberdrola, ACS, Ence, Abertis, Endesa, Acciona y Repsol? El rey del talgo terminó tomando las de Villadiego: ¿qué se hicieron de aquellos 70 vehículos que acumulaba la Casa Real antes de 2013?
Que queremos enterarnos, por fin, de qué pasó en aquellas horas muertas de la tarde-noche del 23-F, cuando unos golpistas estropearon el Congreso y a él se le descacharró el set de televisión del palacio de La Zarzuela. Que por qué Armada y Milans del Bosch se cambiaron de pandilla, de la noche a la mañana, como si fueran gnomos reconvertidos en trolls, con los tanques en la calle. Ya saben, minucias de los rojos tiquismiquis.
Que sigue la puerta abierta para que pase y nos explique al menos de qué se sentía tan orgulloso y tan satisfecho en los mensajes de Fin de Año. Sería seguramente por no pagar a Hacienda las donaciones a su egregia figura, porque él era legalmente Patrimonio Nacional, como si fuera una apropiada película de Luis G. Berlanga.
Se le recordará, sin duda, como el estadista que nos hizo cambiar el Ave César por el Ave de la Meca, quizá uno de sus históricos momentos sobrecogedores: ¿sería esa la famosa alianza de civilizaciones? Nunca tuvo prejuicios, es cierto. Lo mismo le daba Andorra que Panamá Stream S.A, un Jefe de Estado cosmopolita, eso fue lo que fue, eso es lo que es, panda de republicanos de salón.
Su biografía se merece, sin duda, una edición especial de Cuarto Mileno: ¿cómo pudo compaginar su rostro ufano en los papeles de la Casa de la Moneda, su cara dura en los papeles de Pandora o su perfil en los de Emilio Alonso Manglano? La suya ha sido, sin duda, una carrera de fondo. De Fondo de Pensiones Hispanosaudí. Sin duda, un reinado soleado como un paraíso fiscal, como se llamaba la cuenta que gestionaba Blanco Balín, una fábrica de comisiones, eso dicen los periodistas pero no los tribunales, para Su Majestad.
Que vaya a ponerle flores al panteón de Manuel Prado y Colón de Carvajal, con una vitola que rece: “Con toda mi gratitud”. Qué tiempos aquellos de Javier de la Rosa y de Mario Conde, qué tiempos aquellos contra Hugo Chávez. Bitcoins sobre campo de gules, qué buen escudo heráldico sería para refundar la Casa de Borbón como hicieron los Windsor con el linaje maldito de sus predecesores.
Ay, corte de los milagros, Callejón del Gato, el que lograba que los republicanos se volviesen juancarlistas, el que se delató llamándole “Bribón” a su yate. Lo cierto es que, hoy por hoy, El Almendro ha dado negativo en las pruebas de Covid-19 tras un contacto estrecho con Rafa Nadal, ese mallorquín de nacimiento y guipuzcoano en sus empresas, que, como él mismo afirma, se siente muy español hasta que llega la declaración de la Renta: “Qué pena que Suiza no sea una monarquía”, se habrán dicho en la democrática Abu Dabi, en una conversación sin máscaras ni mascarillas. El tenista más genial de nuestra historia le habrá, seguramente agradecido, la España de las autonomías y el régimen foral. Y su interlocutor le habrá espetado, con esa característica sonrisa suya, como de buzón de Correos, uno de sus grandes trending topics, esta vez, sin acritud: “¿Y por qué no te callas?”.
Habrá que esperar a que vuelva a casa, quizá por Navidad, para ver si El Campechano, otro buen apelativo, da positivo o negativo en el nunca definitivo test de la historia.
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