Son muchas las estrategias usadas por el poder para adueñarse de los discursos rompedores, con ideología transformadora o que denuncian las injusticias sociales. Las personas que trabajamos en visibilizar las constantes vulneraciones de los derechos humanos las conocemos sobradamente. Y es que el poder tiene el arte de nombrar determinadas cuestiones para ocultar otras. Nombrar para hacer invisible. Esta es la paradoja que vivimos día a día ante la retórica vacía de las políticas de la igualdad que muchas administraciones quieren vendernos.
Las personas feministas asistimos atónitas a un discurso que no rompe en ningún momento el binarismo, un discurso que etiqueta lo que es y lo que no es feminismo y que desde la “defensa de la igualdad” sigue promoviendo leyes que nos hacen día a día más desiguales.
Después del 25 de noviembre, estamos hartas de manifiestos cargados de buenas frases que proclaman la igualdad de hombres y mujeres, de la victimización y el paternalismo con el que nos tratan y de acciones puntuales y buenistas que no ponen en cuestión, en ningún momento, la verdadera esencia del problema.
Hablan del heteropatriarcado como de un ser mitológico e invencible que devora y doblega voluntades pero sin asignarle ninguna ideología concreta, como si fuera una superestructura contra la que hay que luchar pero no se sabe muy bien cómo. Pero el heteropatriarcado es una ideología bastante bien construida que sostiene una economía determinada.
Como dice Amaia Pérez Orozco el heteropatriarcado es la base ideológica que sostiene al capitalismo. Sin el trabajo de cuidados mal o nulamente pagado realizado, en la mayoría de los casos por las mujeres, el sistema económico actual no podría sostenerse o ya habría explotado. Y sin la pretendida y buscada confusión en determinados conceptos tampoco podría entenderse que hubiera esa doble moral que tan útil sigue siendo a la desigualdad entre hombres y mujeres.
Desde la APDHA pedimos que en vez de llenarse tanto la boca y los discursos de retórica vacía realmente se preocupen por llevar a cabo políticas que “sostengan la vida” y no la ataquen, políticas que otorguen a hombres y mujeres la misma capacidad de decidir.
Si queremos realmente la igualdad, establezcan políticas que reconozcan la atención a la dependencia y a la educación infantil como derechos universales otorgando recursos públicos para defenderlos; eliminen el sistema especial para empleadas domésticas que limita sus derechos con respecto a otros trabajadores; concedan al padre un permiso de paternidad igual que el de la madre pagado al 100% e intransferible.
Si realmente piensan que somos iguales, dejen de banalizar algo tan grave con la trata metiéndolo en el mismo saco que el trabajo sexual. Con su actitud paternalista frente a las trabajadoras sexuales a las que consideran víctimas, no ayudan a las mujeres en situación de trata; sino que más bien las invisibilizan. Y sobre todo, no intenten vendernos estas políticas victimizadoras como logros. El paternalismo nunca nos hará más fuertes.
Déjense, señores y señoras políticos, de discursos vacíos y pónganse a hacer verdaderas políticas de atención a la vida y al cuidado. Aborden el mayor déficit del Estado de bienestar que es precisamente esta falta de derechos. Y dejen de tratar a las mujeres como “eternas infantes”, no les arrebaten su poder y su agencia. Dispongan los recursos para que ellas mismas salgan adelante.
La justicia social pasa por la justicia de género, favorecer la igualdad REAL nos hará más felices a todos y todas y así quizá no haya tantas muertes por el camino.
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