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Al-Andalus y la resurrección de la memoria histórica nacionalcatólica

La fundación de Aznar dice que no va "contra nadie" y pide no "despreciar" sus análisis

Alejandro García Sanjuán, profesor de la Universidad de Huelva

La memoria histórica suele asociarse en España a la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista. Sin embargo, manifestaciones públicas recientes realizadas desde distintos ámbitos y relativas al período de al-Andalus, un país árabe e islámico en la península ibérica durante la Edad Media, nos indican la enorme importancia que dicha época adquiere a la hora de tratar de imponer una idea muy determinada de la identidad nacional española.

Con frecuencia, esas manifestaciones se refieren a la celebración de la Toma de Granada, un acontecimiento de especial relevancia histórica, ya que marca el final de la existencia de al-Andalus. Desde hace años, las organizaciones y colectivos de ultraderecha aprovechan cada 2 de Enero para desempolvar las banderas franquistas y resucitar el rancio discurso decimonónico, sectario y excluyente del pasado peninsular, en el que sólo tiene cabida su dimensión católica, expresada a través de la más tóxica versión de la noción de Reconquista.

Hace solo unos días Esperanza Aguirre se convirtió en portavoz de este discurso al afirmar que, gracias a la conquista de Granada, las mujeres españolas gozan hoy día de libertad, pretendiendo convertir a los Reyes Católicos en auténticos artífices del activismo feminista. En perfecta sintonía con estas declaraciones, el líder de la formación ultraderechista Vox mostraba su satisfacción por la ‘expulsión definitiva del invasor musulmán’, un invasor que, paradójicamente, en 1492 llevaba ocho siglos asentado en el territorio peninsular.

Este discurso tendencioso y profundamente tergiversador del pasado adquiere pleno significado en el contexto de una Europa cada día más nacionalista y xenófoba en la que las fuerzas sociales y políticas reaccionarias se reorganizan para tomar el poder, como ya ha sucedido en EEUU con Trump. No se trata, por lo tanto, de afirmaciones aisladas, sino que se integran en una estrategia más amplia, orquestada desde hace años y cuyo propósito consiste en resucitar una memoria histórica acorde con ese proyecto ideológico ultraconservador.

El pistoletazo de salida de este proceso lo dio Aznar en su célebre intervención en Georgetown de 2004 en la que, para explicar los atentados del 11-M, no dudó en afirmar que el problema con Al Qaeda se remontaba al año 711, cuando España fue ‘invadida por los moros’. De esta forma, Aznar no sólo denigraba al Islam, al identificarlo con el terrorismo desde sus orígenes, sino que también deslegitimaba al-Andalus, cuya aparición en la historia habría sido resultado de una acción criminal. Sin duda debido a ello, poco tiempo después el propio expresidente del gobierno no dudó en exigir que los musulmanes le pidiesen perdón por haber ‘ocupado’ España durante ochocientos años.

La denigración del Islam y la deslegitimación de al-Andalus representan, por lo tanto, dos caras de la misma moneda, argumentos centrales de una agenda ideológica que pretende restaurar trasnochados valores patrióticos más propios del franquismo que de una sociedad moderna, multicultural y democrática. Se trata, en definitiva, de la vieja estrategia manipuladora que consiste en utilizar el pasado para justificar el presente.

Lamentablemente, a dicha agenda se suman relevantes sectores académicos, cuya función consiste en suministrar la necesaria apariencia de rigurosidad y novedad a lo que, en realidad, no es más que un viejo proyecto de manipulación del pasado. El historiador R. Sánchez Saus, candidato de Vox a las elecciones autonómicas de Andalucía en 2015 y miembro de la Asociación Católica de Propagandistas, publicaba el año pasado Al-Andalus y la cruz, un libro que se complace en la denigración de la presencia islámica en la Península a través de la acuñación de una visión ‘yihadista’, en la que los ocho siglos de esa experiencia histórica quedan reducidos a la condición de mera precuela de ISIS. El propósito de está burda y lamentable caricaturización del conocimiento histórico no es otro que deslegitimar la dimensión árabe e islámica del pasado peninsular con el propósito de imponer la legitimidad única del catolicismo y de la autodenominada ‘civilización Occidental’.

Asimismo, la Iglesia está contribuyendo de forma relevante a esta resurrección de las viejas esencias nacionalcatólicas, en especial con su actuación respecto a la Mezquita de Córdoba. Tras apropiarse en 2006 de la titularidad del edificio al amparo de una ley franquista, su objetivo principal parece consistir en hacer lo propio con su significado histórico, erradicando su identidad islámica en favor de su exclusiva identidad católica. De ahí que el actual obispo de Córdoba no haya dudado en afirmar que la Mezquita constituye, en realidad, una expresión de arte bizantino y que la actuación de los ‘moros’ en su construcción se limitó a ‘poner el dinero’. Esta burda manipulación viene a sumarse a su permanente insistencia en negar la propia denominación de Mezquita, la que ha recibido de manera tradicional por parte de los propios fieles católicos y la que expresa su condición de Patrimonio de la Humanidad desde 1984.

‘Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado’. La célebre cita de George Orwell cobra todo su sentido en el contexto actual, en el que los sectores políticos, eclesiásticos y académicos más conservadores y reaccionarios han reactivado el viejo proyecto de erradicar de la memoria histórica española todo vestigio del pasado árabe e islámico. El objetivo no es otro que imponer un discurso sectario, excluyente y tendencioso dirigido a afirmar la naturaleza exclusivamente católica de la identidad nacional. Una auténtica resurrección del pensamiento nacionalcatólico a comienzos del siglo XXI que se alinea con el creciente auge de la ultraderecha, la xenofobia y la islamofobia.

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