Estimado presidente:
Es conocida y reconocida la costumbre del pueblo andaluz de cuidar lo colectivo. En mi pueblo, una de las primeras tareas de la mañana de los vecinos consistía en barrer y limpiar la acera, el arbolado y el trozo de calle correspondiente a cada vivienda.
Similares hábitos se han mantenido tradicionalmente en muchos lugares en el cuidado de jardines, plazas, calles y espacios comunes. Son numerosos los edificios públicos y comunitarios que se han venido encalando mediante trabajos comunitarios y voluntarios. Una costumbre muy extendida y que distingue a Andalucía, por su esmero, cuidado y respeto de lo que es de todos a la vez que es una seña de identidad y una manera de reforzar la convivencia.
En numerosas ocasiones, y ahora vuelvo a hacerlo, he solicitado que se contemple la figura del voluntariado social y ambiental en nuestros pueblos y ciudades. Que los vecinos de cada calle, de cada barrio puedan encargarse del cuidado y mejora de sus calles, sus plazas, sus jardines, sus parques infantiles, etc. Es la mejor manera de predicar con el ejemplo, de trasladar valores a los jóvenes que ya sabemos que hacen lo mismo que los mayores.
El lado opuesto nos lleva a situaciones desastrosas que, lamentablemente, estamos viendo demasiado a menudo. Calles sucias, falta de respeto al mobiliario urbano, desprecio al patrimonio de todos. Un camino de decadencia que debemos evitar a toda costa.
Como residente en Sevilla, aprovecho mis paseos para recoger basura del suelo, quitar obstáculos de las aceras, cuidar algo los jardines; para mí es una actividad habitual. Trato también de mejorar los espacios comunes de mi barrio: hemos plantado, por ejemplo, un naranjo dulce en la puerta de nuestra casa que contrasta con el resto de naranjos, que son amargos. En esta época estoy viendo más que nunca la falta de cuidado de nuestros jardines y arbolado.
Ayer, provisto de una tijera de podar, aproveché para mejorar el arbolado que, casualmente está en la parte trasera del Palacio de San Telmo. Lo había visto deteriorado en anteriores paseos y traté de que mi tiempo fuese útil cuidando esos árboles, prestando un servicio altruista y gratuito a mi ciudad; es también una manera de realizarme, de sentirme mejor. Mi sorpresa fue cuando dos policías autonómicos en servicio en el recinto de presidencia se acercaron a mí y me invitaron a dejar esa tarea. Una pena porque me faltaban dos árboles para terminar de adecentar la calle.
Le adjunto fotografías de cómo estaba el arbolado y como ha quedado limpio después. Me gustaría Sr. Presidente que esta experiencia pueda servir de ejemplo y reflexión sobre dos grandes aspectos: la manera en que cuidamos lo colectivo y las fórmulas que pueden emplearse para generar mayor respeto y colaboración ciudadana. Sin duda favorecer la implicación, la participación de los ciudadanos, refuerza el compromiso hacia lo colectivo, hace mejor sociedad, hace mejor Andalucía. Es el momento de reforzar estas políticas desde el Gobierno que usted dirige.
La falta de cuidado, limpieza y decoro de los espacios públicos transmite una dejadez que no es propia de Andalucía, las personas que nos visitan pueden llegar a confundir sociedad y suciedad. El trabajo de los ciudadanos cuidando los espacios comunes no es competencia de otros puestos de trabajo especializados sino complementarios. Tiene que llamar nuestra atención el enorme gasto público, sobre todo de ayuntamientos, en limpieza municipal.
Es una cuestión de educación. En Japón, en los colegios, los niños se distribuyen en equipos para limpiar el recinto al final de la jornada por turnos. Eso les imprime un sentido de la responsabilidad, a saber, las consecuencias de ensuciar el espacio común, a respetar el entorno y a sus propios compañeros de manera clara. Trabajemos con los adultos y con los niños.
En una reunión con la Federación Andaluza de Municipios, Educación y otros agentes sociales, se podrían desarrollar propuestas en este sentido para que, como objetivo último y máximo, nos podamos sentir orgullosos de nuestros pueblos y ciudades, porque las sintamos más nuestras que nunca. En la Fundación Savia estamos a su disposición para ayudar en todo lo que esté en nuestra mano. Todo nuestro ánimo en esta complicada situación.
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