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Listas de espera en Andalucía: el espejismo de Moreno y la trampa que asfixia a la sanidad pública
Las cifras son como un espejo roto: reflejan verdades fragmentadas, cortantes, imposibles de recomponer con propaganda. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, insiste en presentar su gestión sanitaria como un éxito. Pero la realidad –la que viven en carne propia miles de pacientes– es otra: cada día más andaluces se suman a la desesperante espera de un diagnóstico, una prueba o una cirugía.
En el último año, 3.502 personas más aguardan una primera consulta con el especialista hospitalario. En total, más de dos millones de andaluces permanecen atrapados en una lista que parece no tener fin. Un laberinto burocrático y sanitario en el que el tiempo corre en contra de los enfermos.
En Andalucía, pedir cita con un especialista se ha convertido en una prueba de resistencia. Hay 848.787 pacientes esperando un diagnóstico. Algunos conviven con la incertidumbre de enfermedades graves aún sin nombre; otros ven cómo dolencias tratables se agravan con cada semana perdida.
Las especialidades más colapsadas, son de más indicación quirúrgica –traumatología, oftalmología y cirugía general– y acumulan decenas de miles de pacientes adicionales en solo un año. Es la pescadilla que se muerde la cola: sin diagnóstico, no hay cirugía; sin cirugía, la lista quirúrgica parece reducirse artificialmente.
Hay otro agujero negro que la Junta nunca enseña: las pruebas diagnósticas. Se calcula que más de un millón de andaluces están esperando un TAC, una resonancia, una mamografía o una simple ecografía
Moreno Bonilla celebra que la lista quirúrgica baje en 8.000 pacientes. El dato, mirado de cerca, se deshace como humo: apenas dos pacientes menos al día por provincia, solo cuatro días menos de espera, que sigue en una media insoportable de 169 días.
Lo cierto es que más de 200.000 personas esperan una operación y 43.000 llevan más de un año aguardando. Y eso es ilegal. La trampa se agrava al comprobar que en Córdoba, Granada y Málaga la lista no baja: sube, y mucho.
Hay otro agujero negro que la Junta nunca enseña: las pruebas diagnósticas. Se calcula que más de un millón de andaluces están esperando un TAC, una resonancia, una mamografía o una simple ecografía. Cada prueba retrasada es un diagnóstico que no llega. Y cada diagnóstico que no llega es un paciente que se queda fuera de la estadística quirúrgica.
Mientras tanto, el dinero público fluye hacia la privada. Solo en 2024, el Gobierno andaluz ha destinado 579 millones de euros a clínicas concertadas para “rebajar” las listas. Desde 2019, la cifra asciende a casi 4.000 millones. El balance es contundente:
- La lista quirúrgica se ha triplicado desde 2018 (+170,5%).
- La de consultas externas se ha multiplicado por cuatro (+300%).
- El gasto en conciertos ha subido un 67%.
En paralelo, los sindicatos alertan de la falta de 18.000 profesionales para alcanzar la media de otras comunidades. La misma cifra que la Junta despidió tras la pandemia.
La estrategia de Moreno Bonilla –apostar por la privada en lugar de reforzar lo público– no es una solución, sino un lastre: debilita la sanidad pública y la hace cada vez más dependiente
Las listas de espera ya no son solo un problema administrativo: son un síntoma de un sistema debilitado. Una sanidad pública que se desangra poco a poco mientras se alimenta a la privada con dinero público.
Para los pacientes, la espera no es una estadística: es un dolor que se cronifica, un cáncer que avanza sin tratamiento, una vista que se pierde lentamente, una vida que se suspende en un limbo interminable.
¿Qué significan estos datos? En primer lugar, que vivimos con una sanidad colapsada, incapaz de cumplir los plazos garantizados y con pacientes que aumentan mes a mes en las listas de espera. En segundo lugar, que la estrategia de Moreno Bonilla –apostar por la privada en lugar de reforzar lo público– no es una solución, sino un lastre: debilita la sanidad pública y la hace cada vez más dependiente.
El espejismo del “éxito” se sostiene sobre trampas estadísticas y propaganda institucional. La realidad, la que golpea en los pasillos de los hospitales y en los hogares de quienes aguardan una llamada que nunca llega, es mucho más dura: dos millones de andaluces esperan un diagnóstico o un tratamiento que podría salvarles la vida.
La conclusión es muy clara: o Moreno Bonilla o sanidad pública, ambos son incompatibles.
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