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Menos propaganda y más medidas para la seguridad de alumnado y profesorado

Aula vacía. Imagen de archivo

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La sociedad andaluza está viviendo los peores momentos de la pandemia de Covid, con unos datos de contagio que están batiendo récords en estos días. Pero además del número de contagios también es creciente la preocupación por la situación general en cada familia andaluza, familias que están soportando una enorme carga de incertidumbre y de miedo, no ya por su salud sino por todo. Es difícil pensar en algo más que no sea el número de contagios, la curva de la tercera ola, la presión hospitalaria y las medidas de cierre que tan dolorosas resultan en el ámbito económico y laboral de Andalucía. No obstante, conscientes de lo anterior, queremos poner el foco en el sector de la educación, precisamente por su trascendencia a medio y largo plazo y también por la que tiene en todo el escenario social que se está componiendo en esta tercera ola.

Mientras desde la Consejería de Educación y desde la propia Presidencia se tira de propaganda para hacer ver un entorno educativo casi idílico, pleno de seguridad y de rendimiento, la realidad está produciendo que todo el sistema educativo vaya alejándose cada vez más del propósito para el que debe servir.

En estas semanas estamos conociendo que hay bastantes familias que no llevan a sus hijos e hijas al colegio ante la alarma que genera la cantidad de contagios que se producen en su municipio y en los propios centros, con un asunto muy serio derivado de este y es que ese alumnado se queda sin atención educativa, ni de forma telemática ni de ninguna otra. La solución del Consejero, que reconoce el miedo de esas familias, es… ninguna. Ni para aumentar la seguridad de los centros educativos ni para quitar el miedo, nada, ni una sola medida; solo se le ocurre sentenciar que el miedo no justifica las faltas de los niños y niñas al colegio.

Estamos conociendo también que la incidencia directa del virus está vaciando de alumnado aulas y centros a pasos agigantados, dejando como objeto de burla las ridículas cifras que ofrece la Consejería. No en vano, los datos de la propia Junta de Andalucía muestran que existe un mayor número de contagios entre individuos en edad escolar obligatoria que entre los ancianos. Es muy probable que si se hiciera un cálculo de la tasa de incidencia acumulada en la población escolar referido a cada centro educativo se obtendrían unos números que dejarían muy pequeños a los de los municipios en los que se encuentran, y muchos de estos municipios están cerrados perimetralmente atendiendo precisamente a esa tasa de incidencia entre su población.

 Si a esto le sumamos la incidencia indirecta del virus, que no se cuantifica, pero que deja unos enormes números de faltas de asistencia entre alumnos y alumnas que están en cuarentena por contacto directo con un positivo, no es fácil imaginar un panorama peor para avanzar en el curso hacia los objetivos para los que el sistema educativo está concebido. Más aún, hay que añadir el caos que ha incorporado la “semipresencialidad” en formatos de clases de todo tipo, sin embargo a todo el alumnado se les va a exigir la superación de la totalidad del contenido. Un auténtico despropósito, que transita, además, entre noticias de cierre de colegios en otros países, aumento de medidas restrictivas en el nuestro, las primeras peticiones de cierre de centros educativos aquí y la sombra de la duda sobre un confinamiento completo… otra vez.

La carga que está soportando el profesorado andaluz solo tiene parangón con la falta de ayuda por parte de la administración, cuanto peor se pone el escenario sanitario provocado por la COVID menos ayuda se les aporta y mayor es el abandono que sufren.

 

Por otra parte, el profesorado tiene que hacer el doble de trabajo efectivo en las condiciones de semipresencialidad, para evitar aulas de una treintena de alumnos y alumnas en sus clases, o cuando tienen que atender presencialmente a quienes acuden a clase y telemáticamente a quienes están en cuarentena. La carga que está soportando el profesorado andaluz solo tiene parangón con la falta de ayuda por parte de la administración, cuanto peor se pone el escenario sanitario provocado por la COVID menos ayuda se les aporta y mayor es el abandono que sufren.

Ya no cabe calificar esta situación del sistema educativo más que como caótica, la organización y la dirección brillan por su ausencia siendo una actitud consciente, apoyada en esas cifras que tergiversa la Consejería. Para esta administración que afirma que los centros son lugares seguros y, como se dice en sus informaciones, “libres de COVID”, no hay motivos para hacer nada más. Esta situación, sostenida, desde el principio de curso ya no solo atenta contra cualquier principio de buena gestión pública, sino que adolece de la decencia que necesita cualquier administración educativa.

Son fáciles de oír manifestaciones sobre lo “esencial” que es la educación en boca de las autoridades educativas, pero las actuaciones para evitar su duro deterioro durante este curso dista mucho de estar en sintonía con esas afirmaciones. Si la Educación es esencial, que lo es, necesita medidas especiales.

Es por todo lo anterior por lo que desde nuestras organizaciones queremos interpelar a la Consejería de Educación y comunicar lo siguiente:

  • Que es su responsabilidad tomar medidas correctoras de la situación en cada provincia, en cada caso, para que cada grupo de alumnas y alumnos andaluces alcance los objetivos educativos que el sistema educativo les tiene encomendados. Si la Educación es tan esencial ¿por qué no se hace nada, por qué no se toma ni una sola medida en los centros educativos? Resulta evidente, a la vez que perverso, que las razones no son ni sanitarias ni educativas, sino laborales y de conciliación familiar. Aún así, es responsabilidad de la Consejería ACTUAR para evitar el sangrante deterioro del sistema educativo andaluz durante este curso. Las medidas a su alcance son múltiples, pero no se sostiene que se siga sin hacer nada.
  • Que, tal y como reclaman las mesas sindicales, AMPAS y movimientos sociales, decrete el cierre temporal de los centros que se encuentren en municipios con una tasa de incidencia mayor a 1.000 casos por cada 100.000 habitantes.
  • Que, en cualquier caso, instar a la Consejería de Salud a que cambie los protocolos de actuación para prevenir y actuar lo antes posible en caso de contagios. Abundan los motivos para trabajar en este sentido, desde la evidencia de que los protocolos actuales no funcionan como debieran y arrojan cifras irreales de la incidencia de la pandemia en los centros educativos hasta las novedades que ya se conocen sobre las nuevas cepas, por no mencionar la prevención de la seguridad de los centros ante esta agresiva tercera ola, que precisa de un aumento considerable de las medidas.
  • Estos protocolos revisados deberían exigir la realización de pruebas PCR a todo el grupo de alumnas y alumnos en las aulas en las que se detecte un positivo por COVID, incluidos todos los docentes que den clase a ese grupo. Si, como asegura el consejero Imbroda, los centros educativos son seguros y la gran mayoría de ellos están “libres de COVID” esta medida no supondría un gasto excesivo y, sin embargo, supondría un bálsamo para el miedo generalizado que el propio consejero reconoce en la comunidad educativa.
  • Que ofrezcan datos sobre el número de contagios entre los miembros de la comunidad educativa, así como aquellos que están en cuarentena para poder tener una idea real de la incidencia del virus en los centros educativos y poder así tomar las medidas pertinentes.
  • Que sabemos que no es momento de recordar que la comunidad educativa pidió medidas de refuerzo al principio de curso que ahora se echan de menos, pero queda claro que, dada la importancia de la dinámica de la educación en todos los ámbitos, es necesario aumentar la inversión en personal y medios materiales. Nunca es tarde para algo así.
  • Que la sociedad andaluza quiere que los centros educativos estén abiertos, pero nadie quiere pagar el precio de la falta de la seguridad necesaria para que el curso se desarrolle y avance con el aprovechamiento que sea posible. Es su responsabilidad tanto si están abiertos como la organización del curso si tienen que ser cerrados.

Tememos que este curso dejará en todo el sistema educativo andaluz heridas que serán difíciles de medir y que llevará tiempo que cicatricen, la pasividad de la Consejería resulta ya inasumible.

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