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La Universidad ante el cambio climático: ¿qué hacer?
Sostenibilidad, descarbonización, calentamiento global, efecto invernadero y naturalmente cambio climático. Palabras, estas, que ya no se utilizan solo en los debates científicos. Hoy, y cada vez más, se perciben en toda la sociedad y también en el ámbito universitario. Debemos ser conscientes de que existe un nuevo orden verde que se ha introducido en la intimidad de los campus universitarios. Esto naturalmente representa un desafío. No se trata solo de adaptar técnicamente nuestros campus a la emergencia climática que, evidentemente deberá ser una de las prioridades, sino que será igualmente trascendental adecuar y renovar los planes de estudios de grado y posgrado favoreciendo el estudio de cuestiones relacionadas con los cambios medioambientales que, en la actualidad, son prácticamente inexistentes en los modelos formativos de nuestras instituciones de educación superior.
De esta necesidad da cuenta la recién Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética. En esta relación entre Universidad y cambio climático, la ley no parece ser muy ambiciosa. Me explico. El artículo 35.2 de la ley establece la necesidad de que las Universidades procedan a la revisión del tratamiento del cambio climático en sus planes de estudios conducentes a la obtención de títulos universitarios oficiales, sin duda alguna se trata de una norma programática. Eso es todo.
En definitiva la ley ha dejado —como suele decirse —la “pelota en el tejado de las Universidades”. Sin embargo, la realidad académica es más compleja de lo que puede parecer.
Voluntad proactiva
En la actualidad, el cambio climático no encuentra cabida en la gran mayoría de estudios universitarios así que no se puede revisar algo que no existe. Solo a modo de ejemplo —y por proceder de esta misma facultad— en las titulaciones de Derecho ofrecidas por las Universidades públicas de Andalucía, encontramos que solamente la Universidad de Granada incluye en su plan de estudio una asignatura, optativa eso sí, específica: derecho urbanístico y ambiental. El panorama no es tan diverso en los estudios humanísticos. Pues, está claro que las cuestiones inherentes al cambio climático ya no son cosa solo de los estudios de Ciencias y deben por eso ser abordadas con la máxima urgencia en todas las carreras.
La Universidad está llamada a dar respuestas y es aquí en donde sin una voluntad proactiva pueden iniciar los problemas. La Universidad de una manera u otra tiene una organización bien definida que pasa por escalafones jerárquicos determinados y guste o no tiene una estructura vertical. Conocemos las figuras de Rector o Rectora, de los Vicerrectorados —de ordenación académica por ejemplo—, de los Decanatos, de las direcciones de Departamentos, de los Consejos de Departamento, etc. En este tipo de orden y entre muchas dudas que podrían surgir hay una que sobresale: en el seno de las instituciones universitarias ¿quién llevará a cabo este proceso de transición que deberá aprobar los nuevos planes de estudios enfocados al cambio climático?
Sin directrices claras, el caos puede apoderarse de esta transición y hacer, inevitablemente, que los procesos de cambio sean largos y finalmente provoquen un desequilibrio entre lo que se quería obtener con la revisión y lo que finalmente se va a obtener. A todo esto se le debe sumar, y nos es poco, que, por lo menos en la actualidad, cualquier modificación a los planes de estudio oficiales debe pasar por la aprobación de las Agencias de acreditación. No se trata de un mero trámite administrativo sino de un proceso riguroso que debe concluirse con una evaluación positiva. En caso contrario, el trabajo previo habrá servido de poco.
Un servicio público
Así, ¿cómo solventar este enredo? La respuesta no es sencilla, sin embargo, un elemento sí parece meridiano: es necesario atender a quien diariamente siente la docencia es decir, profesorado y alumnos. Son estas las dos categorías que quizá desde abajo deben construir las nuevas mallas curriculares enfocadas hacia el estudio del cambio climático. Cada una de ellas, desde luego, a partir de su área de conocimiento.
No caben rendijas académicas, no caben celos departamentales, no caben posturas políticas, no caben puertas cerradas. Ahora más que nunca es necesario el compromiso de todos para que el cambio climático no sea solo una asignatura más sino que represente el camino hacia donde debe ir nuestra enseñanza universitaria. No debemos olvidar que la Universidad es sin duda un servicio público y como tal tiene un impacto enorme en la construcción de una nueva sociedad y sobre todo de quien en el futuro deberá administrarla.
La Universidad debe ser fuente de inspiración, también en materia de cambio climático.
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