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¿Hay vida más allá del turismo?
Ante las negras perspectivas económicas que se ciernen sobre nuestro país nos podemos plantear tres preguntas: ¿Es prudente que todo nuestro modelo de vida dependa del monocultivo del turismo de masas?; pero, por otra parte, ¿puede un país como España vivir sin el turismo?; y, por último, ¿hay alternativas?
Siempre hay caminos alternativos, sólo hace falta voluntad política para tomar las decisiones que los hagan posibles. Lo primero que deberíamos determinar es dónde queremos llegar y tener claro que si repetimos el mismo camino, incluso acelerando, lo más posible es que lleguemos al mismo sitio, o más allá…, y más allá del borde del abismo sólo está el mismo abismo. Lo ideal sería que acometer los cambios para tratar de tomar una dirección distinta contara con un amplio consenso político y social. Por desgracia no parece que la derecha española esté por la labor. Pablo Casado no deja de alertar sobre el deseo de PSOE y UP de aprovechar la pandemia para dar un cambio de rumbo a la economía. Las recetas del PP para la recuperación son tan pobres como las esgrimidas para combatir la pandemia. Para la lucha contra la enfermedad sus fórmulas han sido: luto nacional, banderas a media asta, funerales de estado, monumentos conmemorativos y bajada de impuestos a las empresas; y para la recuperación, pues eso: liberalización de suelo y fomento de la construcción (Díaz Ayuso), bajadas de impuestos (Casado) o apertura precipitada de la hostelería y campañas de promoción turística en el exterior (Moreno Bonilla) y eliminación de trámites para facilitar pelotazos urbanísticos (Moreno Bonilla o los alcaldes de Nerja y Málaga).
Pero hay otro camino, que no será fácil, pero que es posible y deseable y en el que puede haber un acuerdo, nacional y europeo para fomentar un desarrollo verde. La crisis y las medidas de apoyo que esperemos se pongan en marcha en Europa nos pueden brindar una oportunidad única para este cambio. Lo primero sería aprobar una renta básica que permitiera la supervivencia de las personas que se ven más afectadas por la crisis con la que podrán transitar y formarse para la nueva etapa. Una renta con la que están de acuerdo desde el Papa Francisco hasta Luis de Guindos y la mayoría de los representantes políticos del arco parlamentario. Sólo se han manifestado abiertamente en contra los diputados de Vox y PP y la Conferencia Episcopal Española.
Sin tratar de contestar a todas las preguntas y sólo a modo de referencia, este decálogo solo pretende dar pistas sobre algunas actuaciones que nos podrían hacer evolucionar hacia un modelo social más justo, más solidario, más respetuoso con el medio ambiente y, al mismo tiempo, mejor preparado para afrontar la próxima pandemia que, lo queramos o no, terminará produciéndose.
1. Recuperar sectores productivos como el textil y el tecnológico para poder afrontar con recursos propios las necesidades que nos han desbordado en esta ocasión.
2. Hacer una apuesta clara por la Sanidad Pública y en defensa de las residencias para mayores y para personas con discapacidad, dotándolas de los recursos que se han ido recortando para facilitar el negocio privado. La salud no debe ser un negocio y el ejemplo estadounidense debería de servir de alerta para evitar los mismos errores.
3. Realizar un nuevo enfoque en el ámbito educativo tanto en recursos, que deberían ser fundamentalmente públicos, como en objetivos, en los que se debería dar un mayor papel al pensamiento crítico para enriquecer la necesaria capacitación técnica para el desarrollo de funciones concretas.
4. Invertir más recursos en Ciencia y Tecnología como el mejor escudo para enfrentar retos como los que nos ha planteado el Covid-19 y para desarrollar nuevos caminos de desarrollo más racional y sostenible.
5. Recuperar la tradición mediterránea de agricultura y ganadería de proximidad y de pequeña escala, tanto porque así se asegura el abastecimiento de la población en casos de crisis como porque es un modelo de producción más humano, más sostenible para la supervivencia del planeta y que podría dar ocupación a muchas personas afectadas por despidos del tejido productivo actual. Las huertas urbanas y periurbanas deberían formar parte del planeamiento urbanístico. En este mismo apartado de la agricultura y alimentación, y por mera cuestión de justicia, el Gobierno debería dar la nacionalidad a todos los trabajadores emigrantes que están recogiendo las cosechas durante la crisis y que están permitiendo mantener el abastecimiento de las familias.
6. Fomentar la producción descentralizada de energía con la instalación de sistemas eólicos y/o solares en todos los edificios, conectados a la red energética nacional lo que aseguraría el suministro y podría ser una fuente de ingresos extra para las familias. Si esta propuesta se combina con el apoyo a la investigación en este campo, los resultados podrían ser mucho mejores en poco tiempo.
7. Optar por sistemas de transportes sostenibles, rompiendo la dependencia de los combustibles fósiles y apostando por el transporte público para las grandes distancia y por vehículos eléctricos o de tracción humana (bicicletas) para los pequeños recorridos. Habría que cerrar las calles de las ciudades para los vehículos particulares con motor de explosión y ampliar los espacios para peatones y bicicletas. Esta opción sería mucho más sana para las personas y para el planeta.
8. Explorar las posibilidades que nos da la gestión comunitaria para afrontar los retos de la vida cotidiana. Implementar, de manera permanente, medidas para asegurar que todas las personas disponen de recursos mínimos para tener una vida digna.
9. Fomentar la recuperación del territorio. Hacer una apuesta por revivir la España vaciada y por aligerar la presión demográfica en las grandes ciudades, donde las pandemias se ceban con especial crueldad.
10. Establecer medidas de cooperación y desarrollo sostenible para que todos los habitantes del planeta puedan desarrollarse en su propio hábitat y que nadie se vea obligado a emigrar para tener acceso a una vida digna.
Y eso no significa que haya que abandonar el turismo como sector, simplemente se trata de fomentar un modelo turístico no masificado, mas humano y enriquecedor. Para un modelo de este tipo disponemos de infraestructura más que suficiente. Con la actividad turística sucede como con el agua, en cantidades razonables ambas son muy beneficiosas, pero en tromba arrasan todo a su paso.
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