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Del “Gobierno en la sombra” de Javier Arenas a los 14 ministros de Feijóo: la piel del 'oso sin cazar' del PP

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el senador andaluz y presidente de honor del PP-A, Javier Arenas.

Daniel Cela

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En diciembre de 2011, un mes después de la arrolladora victoria del PP de Mariano Rajoy en las elecciones generales [180 diputados], el entonces líder del PP andaluz, Javier Arenas, se veía con claridad como el próximo presidente de la Junta de Andalucía. “Felicidades por adelantado”, le había dicho Rajoy durante un mitin en Cádiz, siete días antes de las elecciones andaluzas.

Parecía que la historia ya estaba escrita por los sondeos demoscópicos: el primer presidente del PP en una comunidad gobernada ininterrumpidamente por el PSOE desde la llegada de la democracia. Las autonómicas eran en marzo de 2012, el PSOE de José Antonio Griñán estaba achicharrado por el reciente estallido del caso ERE y todas las encuestas situaban a Arenas como vencedor, al borde de la mayoría absoluta.

El de Arenas no era un pensamiento hacia adentro. Él mismo lo había comentado con los suyos en privado y con algunos periodistas en público. De hecho, el líder popular llevaba años hablando de su “gobierno en la sombra”, un término que acuñó en 1995 –entonces tenía pensadas “18 consejerías”– y al que volvería reiteradamente en los cinco intentos frustrados por ganar las elecciones andaluzas a Manuel Chaves, y finalmente a Griñán.

Ese gobierno en la sombra no era sólo una entelequia. Arenas llegó a poner nombre a sus “consejeros”, a ofrecerles carteras concretas a sus compañeros de partido. “Antonio va a ser un excelente consejero de Cultura”, dijo en más de una ocasión, en mítines y actos públicos, señalando al ya fallecido Antonio Garrido, ex diputado por Málaga, portavoz de la comisión de Cultura en el Parlamento andaluz, y ex director del Instituto Cervantes de Nueva York.

También nombró al presidente de la Diputación de Almería y líder provincial del PP, Gabriel Amat, como consejero de Agricultura; a su número dos en el partido, Antonio Sanz, al mando de Presidencia –el único que ha terminado ocupando ese puesto en el actual Gobierno de Juan Manuel Moreno–; y a Esperanza Oña, veterana diputada, la presidencia del Parlamento andaluz.

Oña sigue hoy en la Cámara autonómica y en la legislatura pasada fue, de hecho, vicepresidenta primera de la Mesa. Aún recuerda aquellas “elucubraciones de Javier” pero, a preguntas de este periódico, ha rehusado hacer paralelismos con la victoria amarga de Alberto Núñez Feijóo el pasado domingo. “Prefiero no distraer el foco sobre lo verdaderamente preocupante: la posibilidad de que se reedite el Gobierno de Pedro Sánchez con los separatistas”.

“Síndrome Arenas”

El resultado de las elecciones generales del 23 de julio ha vuelto a colocar al PP muy por debajo de las expectativas que se habían marcado, “dopados por prácticamente todas las encuestas demoscópicas”.

Feijóo ha ganado los comicios y sumado 47 diputados a un PP que venía de tocar suelo electoral, pero el espejismo de una mayoría “suficiente” para gobernar España junto a Vox ha petrificado el rostro del candidato y de todo el partido. “Ahora mismo estamos en shock”, admite una persona próxima al presidente Moreno. Es el “síndrome Arenas”, dicen en el PP andaluz, el mismo que la mañana del 26 de marzo de 2012, el ABC de Sevilla tituló en portada bajo una foto del candidato popular con la sonrisa congelada: “Mayoría relativa, fracaso absoluto”.

Arenas había alcanzado un hito en la historia del PP andaluz: 50 diputados, primera fuerza política, 1,57 millones de votos, casi los mismos que el año pasado permitieron a Juan Manuel Moreno gobernar por primera vez con mayoría absoluta. Se quedó a cinco escaños. Los sondeos más optimistas le daban 59 diputados -cuatro por encima de la absoluta- y su ventaja sobre el PSOE apenas superó un punto y tres escaños, lo que permitió a los socialistas prolongar su poder en un Gobierno de coalición con IU. “Hasta aquí hemos llegado”, dijo desde el balcón de la sede del PP-A, en la sevillana calle San Fernando, ante una multitud frustrada, cabreada y triste.

Durante muchos años se habló de la pancarta con la palabra “Gracias” que tenían preparada para colgar esa noche sobre la fachada de la sede. Tiempo después, el propio Arenas confesaría en un corrillo que su mujer, Macarena Olivencia, había cortado jurídicamente lazos con el despacho de abogados en el que trabajaba para ejercer de primera dama del presidente de la Junta, y tuvo que recular tras el fiasco electoral.

Visto con perspectiva histórica, aquella primera victoria inane del PP andaluz no fue un fracaso absoluto. En realidad, supuso la primera señal de desgaste evidente de un PSOE que llevaba tres décadas gobernando la Junta de Andalucía, donde subyacía el fraude de fondos públicos que terminaría por destrozar a los socialistas. Así quedó acreditado nueve años más tarde en la sentencia que condenó a Chaves y a Griñán, enviando a prisión a muchos nombres de sus gobiernos por un delito de malversación y prevaricación.

De Arenas a Teófila Martínez

La idea de construir un “gobierno en la sombra” no es nueva, forma parte de la estrategia de la oposición para marcar uno a uno a los miembros del Ejecutivo en el poder. En la práctica no es más que el reparto de funciones entre los diputados que van a encargarse del cara a cara con los consejeros reales, discutiéndoles sus políticas sectoriales.

Pero Arenas lo ideó como algo más que eso: él sí dibujó un gabinete porque se veía dentro del Palacio de San Telmo –sede de la Junta–, hasta que, paradójicamente, los sondeos empezaron a predecir esa posibilidad y el dirigente popular dejó de fantasear con ese recurso “por un ataque de pánico supersticioso”, recuerda un antiguo colaborador. “Arenas es muy supersticioso”, dice.

En el año 2000, cuando Javier Arenas había dejado la presidencia del PP andaluz en manos de Teófila Martínez, la gaditana también presentó su propio “gobierno en la sombra”. A finales de 2004, otra vez con Arenas como líder tras un congreso del PP-A, retomó la idea, rebajando de 18 a diez consejeros. Tras la victoria rotunda de Rajoy en 2011, el dirigente popular veía más próximo su sueño, pero para entonces ya había aprendido a rebajar las expectativas. Al menos en público.

Se rodeaba de un equipo de fieles que, en aquel entonces, aparecían en las quinielas que hacía la prensa, asignándoles consejerías semanas y meses antes de la cita con las urnas. En Andalucía todos los periodistas parlamentarios con cierta veteranía conocen a “los consejeros de Javier Arenas”.

Ahí estaban los nombres de Patricia Navarro, Ricardo Tarno, Rosario Soto, Alicia Martínez, Jaime Raynaud, Rafael Salas, Macarena O'Neill, Carlos Rojas o Patricia del Pozo. Esta última era la coordinadora política de Arenas, persona de su total confianza y quien le acompañaba en los viajes. Actualmente es la consejera de Educación de Moreno, a quien también le une una estrecha amistad. Casi toda la familia arenista, en realidad, forma parte ahora del Ejecutivo andaluz en puestos intermedios.

Arenas repartió todas las carteras de su Gobierno en la sombra, pero igual que Feijóo, se cuidó mucho de no barajar nombres en público para el consejero de Economía y Hacienda. Decía entonces que un presidente que se precie “nunca da pistas” sobre la persona escogida para diseñar los Presupuestos antes de ser investido por el Parlamento.

Durante las dos semanas de campaña, antes del 23J, Feijóo fue desgranando información sobre el que iba a ser su Ejecutivo, alegando que era su “responsabilidad” tener previsto los nombres que iban a acompañarle para liderar España y la presidencia rotatoria de la Unión Europea (creó un “gabinete de diplomáticos y eurodiputados” para tomar el relevo en Bruselas). El gallego no dio nombres concretos, pero sí avanzó que tendría “14 ministerios”, que eliminaría carteras concretas del gabinete de Pedro Sánchez –como el Ministerio de Igualdad y el de Consumo– y que nombraría a una vicepresidenta política.

Rajoy, “felicidades por adelantado” en 2012

Ambos, Arenas y Feijóo, volaban sobre una nube de encuestas que vaticinaban una victoria segura del PP: mayoría absoluta en el caso del andaluz, mayoría suficiente para el gallego, seguro de poder gobernar con Vox. El ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy terminó el mitin de cierre de campaña, en Sevilla, explicitando ese deseo: “Hay momentos en la historia en el que la mayoría absoluta es necesaria”.

A Arenas, que le escuchaba desde la primera fila, aquello debió recordarle al mitin de campaña para las andaluzas de 2012 que dieron juntos en Cádiz, en el que el entonces presidente Rajoy le felicitó por los resultados siete días antes de que se abrieran las urnas. “Por adelantado, muchas felicidades”.

Todas las preguntas que recibió Feijóo durante la campaña daban esa hipótesis por cierta, y el líder del PP respondía enfundado ya en el traje institucional, como un presidente de facto a la espera de ser investido. También se negó de plano a barajar nombres para el Ministerio de Hacienda, un puesto que ansiaba el ex consejero andaluz del ramo y vicesecretario económico del PP, Juan Bravo. En el equipo de Moreno daban por hecho que Bravo estaría en el Gobierno de Feijóo -aunque no ocupara la cartera de finanzas- y también Elías Bendodo, coordinador general del partido y uno de los responsables de la campaña.

La silla vacía

El paralelismo entre Arenas y Feijóo también tiene un episodio notorio en el debate electoral en la televisión pública, donde ambos candidatos dejaron una silla vacía. En el caso del debate de Canal Sur, fue un vacío metafórico. La dirección de informativos no pudo dejar, esta vez, el atril de Arenas dentro del escenario -junto a sus rivales, el socialista Griñán y Diego Valderas, líder regional de IU- porque años atrás el Tribunal Supremo lo había prohibido.

Fue, precisamente, a raíz de una denuncia del PP andaluz, que en las elecciones municipales de 1999 se negó a acudir a los debates electorales de Canal Sur por sentirse “marginado”, y la RTVA decidió dejar el atril que le correspondía a sus candidatos vacío de forma simbólica.

En el debate previo a las andaluzas de 2012, no estuvo ni la silla ni el candidato del PP, pero con los años aquello se asumió como “el gran error de campaña de Arenas”. Feijóo volvió a dejar la silla vacía en el debate de TVE, pero sin atril en el programa. En el PP andaluz aquella decisión despertó los fantasmas del pasado.

Se dijo entonces que la situación “no era la misma” y que había “más riesgos que beneficios” -“una foto de Feijóo junto a Santiago Abascal es lo que buscaba Sánchez”-; y se admitió después que había sido “un error”. “Aunque te veas vencedor y las encuestas te digan que vas ganando, tienes que arriesgar. No ir al debate fue un error, porque ese era el mejor momento para diferenciarse de Vox”.

Javier Arenas es senador por la comunidad autónoma andaluza, es presidente de honor del PP andaluz y sigue siendo escuchado por los actuales dirigentes populares -locales, provinciales y nacionales- como uno de los grandes referentes del partido. Suele aparecer regularmente por el Parlamento andaluz, donde recibe visitas y organiza reuniones de trabajo.

También estuvo en el cierre de campaña de Sevilla, vestido con una guayabera blanca, en un ambiente de fiesta y euforia, donde se habló de “mayoría absoluta” y de vencer al PSOE por primera vez en la historia en la provincia de Sevilla. “Lagarto, lagarto”, bromeaba un veterano dirigente del PP andaluz cuando se apagaron los focos. Once años atrás, escuchando a Rajoy felicitarle por adelantado en aquel mitin de Cádiz, seis días antes de las elecciones andaluzas, Arenas pareció presentir el fatalismo. “Optimismo e ilusión, sí. Pero ni un gramo de euforia ni medio de confianza. La fortaleza del PSOE no se debe menospreciar nunca”, avisó.

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