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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

¿Y si las plantas hablaran?

¿Y si las plantas hablaran?

Antonio Díaz Espejo

Instituto de Recursos Naturales y Agrobilogía (IRNAS/CSIC) —

¿Quién de nosotros no ha comprado una planta fantástica en un vivero o en una gran superficie comercial, de verde intenso, rebosante de flores y vida, y ha sido testigo de cómo en unas semanas o meses todo ese vigor y alegría se ha ido transformando en marchitez y tristeza? Y a veces, cuando estamos frente a ella, en ese momento en el que asumes que no se podrá recuperar, que ya no puede continuar haciendo su función en la casa y que tienes que tirarla, estableces un diálogo telepático con ella: “Si me hubieras dicho que te faltaba agua…; o fertilizante…; o un poquito más de luz, yo te los hubiera dado. ¡Pero es que sois tan introvertidas! Si pudierais hablar, todo sería más fácil”.

Algo similar les ocurre a muchos agricultores en el mundo. La agricultura intensiva, aquélla que exige de un aporte de nutrientes y agua muy elevados, es la que genera, a pesar de su menor superficie mundial en términos relativos, más de la mitad de los alimentos de origen vegetal. Y, aunque nos parezca mentira, aún no está claro cómo hacer un uso óptimo del agua del riego. Por si esto fuera poco, se espera un considerable incremento de la demanda de alimento con el aumento de la población mundial en más de un 30% para el año 2050, a lo que se suman los efectos negativos de la sequía sobre la producción como consecuencia del cambio climático. Todo esto va a hacer del agua un recurso muy escaso y cada vez más valioso.

El grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos, del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, un instituto de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha apostado decididamente por entender los mecanismos fisiológicos de respuesta de la planta al estrés hídrico y, por qué no expresarlo así, por escuchar a las plantas y ayudarles a hacerse oír con el uso de sensores instalados en ellas.

¿Cómo interpretamos las señales?

Las plantas notan que les falta agua para continuar su actividad, bien por falta de agua en suelo o por condiciones meteorológicas desfavorables, y generan unas señales que podemos medir de forma automática y contínua y monitorizar, ya sea con el PC de nuestra oficina o con nuestro smartphone. Esto nos permite controlar el riego y ayudar al cultivo a mantener su rendimiento con el mínimo gasto de agua. Entre las señales más utilizadas destacan la velocidad del flujo de savia en el tronco y los cambios en el diámetro del tronco y en la turgencia de la hoja.

La dificultad está en interpretar esas señales. Es ahí precisamente donde los estudios de ecofisiología vegetal, rama de la fisiología vegetal que estudia la respuesta de las plantas al medio ambiente, nos echan una mano. Sin embargo, aún existen muchas lagunas en nuestro conocimiento, que nos impiden el uso fácil de estos sensores. Parafraseando al Nobel de física Richard Feynman, nos podemos imaginar que todo lo que nos rodea es como una gigantesca partida de ajedrez que está siendo jugada por los dioses. Si observamos detenidamente el juego durante el tiempo suficiente seremos capaces de ir entendiendo las reglas básicas de los movimientos de cada pieza. Pero aun así, cuando observamos una partida de ajedrez jugada por maestros internacionales es difícil saber por qué un jugador decide hacer un movimiento y no otro. Lo mismo ocurre con la Naturaleza, pero a una escala de complejidad mayor.

Llegados a este punto, tenemos en la coctelera un reto social (optimización del agua en agricultura), un componente social que demanda conocimiento y que tiene la sensibilidad necesaria para apostar por la sostenibilidad del medio ambiente (agricultor), el poseedor del conocimiento (centro de investigación) y la tecnología (empresa de comunicaciones). Estos componentes se acaban de reunir para la firma de un convenio que pretende ayudar a las plantas a hacerse oír y que busca aportar un grano de arena en la mejora del uso del agua en agricultura, en concreto en plantaciones de fresas en el entorno de Doñana.

Un reto para la sociedad

Pero aún falta un componente esencial en este convenio: el que gestó su existencia añadiendo los ingredientes de ilusión y motivación necesarios para que un proyecto tan ambicioso como éste vea la luz sin estar al amparo de programas de investigación nacionales o internacionales. Este último componente son los alumnos de secundaria de un colegio. Este reto de la sociedad, cuyas miras y preocupaciones se otean en el futuro, tenía que implicar a los actores que estarán en ese momento en el mundo.

Y debemos mostrarles el camino y guiarlos para hacerlos sensibles y, sobre todo, motivarles a ser profesionales con un alto grado de formación que les permita abordar los retos de la sociedad. Que no todo sea exclusivamente trabajar para ganar dinero. Los alumnos serán los verdaderos protagonistas, al ser ellos los que tomen las decisiones sobre cómo gestionar el riego en función de los indicadores monitorizados. Este convenio entre el IRNAS/CSIC - Colegio Claret Sevilla - Infocultivo - Vodafone, arranca con una elevada carga de ilusión e implicación por parte de todos los involucrados y los resultados del mismo serán expuestos por los alumnos del Claret en mayo en la próxima Feria de la Ciencia en Sevilla. Esperamos volver a visitaros la próxima primavera en este blog para contaros los resultados de esta experiencia.

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