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Más que carnaval, playa y pescaíto frito: los contrastes de Cádiz la convierten en escenario ideal de la novela negra

Imagen de la playa de la Victoria en Cádiz capital

Alejandro Luque

31 de mayo de 2024 06:00 h

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Una campaña publicitaria la llamó La ciudad que sonríe. Y es cierto que Cádiz ha sido tradicionalmente y es, para la mayoría de la gente, sinónimo de vida relajada, sol y mar y humor agudo. En dos palabras, una ciudad que da buen rollo. Sin embargo, de un tiempo a esta parte están proliferando las novelas que toman a la Tacita de Plata como escenario e inspiración para la ficción negrocriminal. Esta temporada se dan cita en los anaqueles de novedades varios ejemplos de ello, a cargo de autores locales pero también de algún foráneo.

Uno de los más aclamados es sin duda Benito Olmo (Cádiz, 1980), que desde su revelación con La maniobra de la tortuga, llevada al cine, ha venido desarrollando una interesante trayectoria con su ciudad natal como escenario recurrente. A ella regresa en su última obra, Tinta y fuego (Planeta). “Efectivamente, vista desde fuera, Cádiz ofrece una imagen idílica de ciudad que sonríe, un lugar de luz, playa y jolgorio, pero los que vivimos aquí sabemos que no es así. Con una de las tasas de desempleo más altas de Europa y con abundantes problemas de drogadicción, cuando miras Cádiz de cerca descubres sus costuras. Allí donde hay luz, siempre, siempre hay sombras”, señala el escritor.

“De hecho, cuando comencé a ambientar aquí mis novelas tenía miedo de que mis paisanos no apreciaran que dejara a las vistas las vergüenzas de nuestra ciudad, pero lo cierto es que, desde La maniobra de la tortuga, muchos gaditanos se han sentido identificados y valoran que se muestre en la ficción un Cádiz más real que la imagen idílica que ofrecen los folletos turísticos”.

El buen thriller

Una opinión con la que coincide su paisano Daniel Fopiani (Cádiz, 1990), Sargento Primero de Infantería de Marina y escritor, conocido por obras como El corazón de los ahogados o La melodía en la oscuridad, y que acaba de publicar su última novela, El linaje de las estrellas.En los últimos años, los escritores nos estamos dando cuenta que Cádiz no es solo la ciudad del Carnaval, la fiesta, la playa y el pescaíto frito. Además de todas sus luces, nuestra ciudad es un lugar repleto de sombras, y es precisamente de ese claroscuro donde hace el buen thriller, la verdadera novela negra”, explica.

Para Fopiani, lo seguro es que la ciudad es propicia para escribir, sea en el género que sea. “Como reacción natural, se espera que el escritor gaditano se otorgue todo el mérito de su obra, pero esto no siempre tiene por qué ser así. Si uno pasea por las calles del casco antiguo, se dará cuenta de que las novelas se escriben solas, y que es la propia ciudad la que nos susurra, a golpes de marea y con el viento de levante, cuáles son las verdaderas historias que merece la tacita de plata”.

“En todos los libros que he publicado a lo largo de mi trayectoria editorial, Cádiz siempre es protagonista por diversas razones”, concluye el autor. “La primera de todas ellas es porque es la ciudad que me ha visto crecer, conozco sus callejones, sus entresijos y su idiosincrasia, por lo que es muy cómodo escribir sobre lo que verdaderamente conozco. Segundo, por la historia trimilenaria que enriquece a la ciudad y, en último lugar, para brindar mi granito de arena y trabajar para que Cádiz tenga el lugar que se merece: presente en todas las librerías de España y el extranjero”.

'Novelas de verdad'

David Monthiel (Cádiz, 1976) ha creado toda una saga, la del detective Bechiarelli, en novelas como Carne de Carnaval, Las niñas de Cádiz o Nuestra Señora de la Esperanza, y ahora le pone punto final con Cartago será destruida (El Paseo). “Realmente Cádiz no es un lugar atractivo o fácil para la novela negra, la que entendemos como novela policial o negra de verdad. Su idiosincrasia, maneras y magna cultura popular no pueden, o no deberían, mantenerse al margen de las tramas como si la ciudad fuera un decorado de una historia que podría pasar en cualquier lugar. Como escenografía intercambiable. Quizá sí sea un lugar atractivo para el thriller o el narco thriller. Algo muy respetable. Pero ya estaríamos hablando de otros lugares de la provincia de Cádiz con un sangrante historial mediático y delictivo”.

Es por ello que en la serie Bechiarelli, según él mismo afirma, “este lugar de enunciación que es Cádiz es fundamental. Pero tiene resultados lectores ambivalentes. Hay lectores (incluso muchos gaditanos) que rechazan y se niegan a entrar en un mundo tan peculiar, con un lenguaje y personajes muy marcados. Y descalifican a las novelas de costumbristas, que no son ‘novelas de verdad’ o que se les expulsa de la lectura por culpa de un código infranqueable. Yo creo que, simplemente, les confronta y les incomoda. Pero hay muchas lectoras que se relajan y disfrutan de las andanzas de Bechiarelli. Y mucho”.

Paralelamente a estos títulos, llegaba a los escaparates de las librerías una novela sencillamente titulada Gadir (el nombre fenicio de la ciudad) publicado por Lumen y firmado por Cristina Cerrada (Madrid, 1970). Se trata de una trama negrocriminal ambientada entre Ceuta y Cádiz, esta última un lugar con que la autora mantiene “una conexión sentimental. Me encanta toda Andalucía, me encanta esa gente, cómo se expresa… Es todo de una riqueza impresionante”.

Muchos veranos en Cádiz la decantaron para ambientar su historia en esas calles. “Mis padres pasaron la luna de miel en esta ciudad, y yo estoy convencida de que fui concebida aquí”, ríe. En la cuestión concreta de la novela negra, subraya que le encantan “los contrastes. ¿Cádiz se presta a lo negro? Pues sí. Todas estas ciudades donde hay tanta variedad de paisanaje, gente distintas culturas, religiones, clases sociales, se presta a todo, lo bueno y lo malo. Y las ciudades portuarias… El género negro ligado a la ciudad costera propicia ese choque, como hemos visto tantas veces en Marsella o en Sicilia. Después de esta novela que disfruté muchísimo escribiendo, se ha convertido en un espacio literario al que pienso volver. Se aparta de lo literario para convertirse en un Comala o un Macondo”.

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