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“En Madrid y en Sevilla, en todos lados, hay personas rancias y sitios rancios”

Julio Muñoz Gijón, Rancio

Sonsoles Valenzuela

“Este sitio sí que es rancio”, bromea cuando entramos en el salón del Hotel Inglaterra en Sevilla para entrevistarle. Periodista, escritor, futbolero, redactor jefe en la Selección Española de Fútbol, pareja, padre de familia y tuitero, Julio Muñoz Gijón, más conocido en las redes sociales por @rancio, destila cercanía y alegría. También humor, elemento transversal a todos sus libros y tuits. Acaba de llegar de Madrid, ciudad en la que este andaluz lleva “exiliado” ocho años, para presentar en Sevilla su último libro, ‘Operación Chotis en adobo’. Una novela negra que en clave de humor, de trama detectivesca, de topicazos y contrastes, echa “a pelear al rancio sevillano y al rancio madrileño. Porque en todas partes hay personas rancias y sitios rancios”. Pero, ¿qué es ser rancio? y ¿quién es Rancio?

¿Cómo fue el pistoletazo de salida de tu faceta como escritor?

Estaba trabajando en Cuatro, a intervalos entre un contrato y otro; ahora dos meses, ahora cuatro… En una de esa pausas, me acordé de una conversación que había tenido con un cámara cuando estábamos cubriendo uno de los casos de los ERE de la Junta. El Guerrero este que tenía empresas ficticias por todos lados. Íbamos riéndonos, pensando en cómo sería si hubiese una serie Seven en versión rancio sevillano. “¿Te imaginas el nota en una frutería en la Isla, con los chocos y las puntillas y matando con una regañá?”. Y, uniendo humor y Sevilla, escribí ‘El asesino de la regañá’. En principio, con el fin de ocupar el tiempo y sólo para mis amigos. Estos lo leyeron y me dijeron que se partían de risa, animándome a mandarlo a las editoriales. Una muy pequeñita se interesó, y así empezó todo. Le siguieron una serie de libros y con el último, vamos por el sexto.

¿Qué es ser rancio y por qué te defines así?

Como verás, de aspecto no soy nada rancio. Pero la costumbre sí camufla muchas cosas. Cuando me fui a Madrid me di cuenta de que era mucho más rancio de lo que pensaba. Salía a correr y en mis listas de reproducción lo mismo llevaba música electrónica que a José Manuel Soto. O mis amigos escuchaban la canción de Rocky para esprintar y yo la de “Candela, Candela” de El Mani, que de pequeño me la ponía siempre mi abuela. Al final pienso que todos somos más rancios de lo pensamos. Que si soy Dj, que si soy diseñador… Sí, pero te gusta tomarte un cubata en el bar de Pepe El muerto, en el bar Garlochi, en el Salvador… Los heavies nos íbamos a San Pedro, comprábamos los libros en la Amalia, rancia por excelencia por sus bocadillos, y después íbamos a El Tremendo. Lo que más me gusta de Sevilla es eso, hay un mínimo común denominador del que no nos damos cuenta, y es muy rancio. Eso es ser rancio. Y cuando me llamo rancio, no deja de ser una manera de llamarme sevillano.

¿Qué trae de rancio nuevo ‘Un chotis en adobo’?

Con este libro rompo porque me apetecía crear algo distinto. Rompo con la serie que componen los libros anteriores, para que alguien que quiera leerlo no tenga que leer todo lo anterior para saber de qué va. También quería salirme de los personajes anteriores, muy conocidos y queridos, y ver si era capaz de crear nuevos personajes que entusiasmaran.

Del madrileño en Sevilla, al sevillano en Madrid. ¿Nos resumes la trama de tu sexto libro?

En los libros anteriores, la trama era el recurso del pez fuera del agua: coger a un madrileño y meterlo en una ciudad tan característica como Sevilla, que está muy guay porque rápidamente saltan los contrastes. Con ‘Operación chotis en adobo’ es al contrario, un abogado de Los Remedios, una de las zonas más rancias de Sevilla, enchaquetado y engominado para atrás, recibe el encargo de dos famosos cantantes de sevillanas, que son Los de la charca. Porque siempre ha estado el mito de que La Macarena la escribió otro, y parece que un vinilo de este presunto autor está en la capital, peligrando la carrera de los cantantes. Para encontrarlo, y destruirlo, el abogado se traslada a Madrid, donde funciona como pez fuera del agua. Unos heavis, unos paramilitares... Se va liando la pajarraca hasta llegar a un final explosivo. Es un espejo entre el rancio sevillano y el rancio madrileño, porque al final no somos tan distintos. En Madrid y en Sevilla, en todos lados, hay personas rancias y sitios rancios.

¿Por qué el nombre ‘Operación Chotis en adobo’?

Chotis y adobo, por tener dos elementos, uno madrileño y otro sureño. Y sobre todo, porque es un homenaje a “Melodías en adobo”, uno de mis discos preferidos de los No me pises que llevo chanclas. ¡Adobar una melodía es una sinestesia como la copa de un pino!

¿Cuándo comienza tu vida de andaluz exiliado a Madrid?

Hace ocho años. Me fui por amor. Dejé mi trabajo indefinido de periodista en Sevilla, sin tener ninguna oferta laboral allí, por lo que la gente me decía: “Eres periodista, ¿tú no lees los periódicos? ¡Estamos en crisis!”. Aunque suene un poco Míster Wonderful o filosofía barata, cuando tomas decisiones que tienes claras, a pesar de las que no sean aparentemente interesantes desde un punto de vista racional, suelen salir bien. Me mudé y a las tres semanas terminó la relación con mi entonces pareja. Gracias a lo que me reencontré con mi amor platónico, con quien me he casado y he tenido un hijo, Silvio, de dos años, y madrileño. También encontré trabajo, de periodista en la Selección Española; un sueño. Estoy viviendo muy feliz en Madrid, pero me siento sevillano. Muchas veces me han dicho: “Tú tienes que dejar de ser un sevillano exiliado que vive en Madrid y convertirte en un madrileño nacido en Sevilla”. Quillo no, lo siento. No es que sea sevillano, es que me siento muy sevillano.

¿Qué es para ti ser muy sevillano?

Es ser constantemente representativo y abanderado de Sevilla. No se trata de ser el típico que sabe dónde salen El Gran Poder y la Bofetá y cuál es el mejor sitio para verlas, que perfecto ¿eh? Pero no es eso, si no representar lo que para uno es el carácter de la ciudad. Para mí lo definitorio de Sevilla es el ingenio. Me he movido por muchos lugares distintos, y aquí tenemos un capital de creatividad que no tiene nadie. Es muy fácil encontrar a alguien creativo con mucha chispa. Aunque suene muy típico de lo que podría decir un madrileño que viene aquí, pero es que es así.

Sólo el hecho de sentarte en un bar a escuchar lo que dice la gente es un espectáculo. En Madrid he intentado irme a bares a escuchar cosas. Hay sitios, no te digo que no. Pero la gasolina que uso en mis libros, ese desparpajo, sólo está aquí. Cuando vives aquí la costumbre te esconde esas cosas. Llega un momento en el que ya no ves ni la Catedral, ni la Giralda… Para mí es alucinante, y lo he hablado con otros sevillanos exiliados, ¡ir por la calle y ver la de gente que va sonriendo! Aquí hay un extra de alegría que no hay en ningún lado. ¿Por el clima? No lo sé. Llevamos mucho buscando razones de por qué la gente en los países del Sur es más alegre. Sea como sea, el ingenio sevillano es una gasolina.

¿Y qué te están aportando Madrid, sus gentes y cultura?

Lo que más me gusta de Madrid es lo que menos me gusta de Sevilla, la motivación. Madrid es una ciudad en la que en el momento en el que tienes una idea, cuentas con mucha gente que te motiva a hacerla realidad. En Sevilla es una cosa que intento siempre combatir, que muchas ideas no pasaban de una cena y una charla con una cerveza en El Salvador. “¿Te imaginas? ¿Y si hacemos?” Y quedaba ahí. Echarlo a tierra y pelearlo, eso sí lo he notado en Madrid y es lo que echo de menos en Sevilla, que ese ingenio se aproveche más a la hora de materializarlo. Por ejemplo, mi padre tiene una imprenta en El muro de los Navarros. El 80% de mis libros beben de ocurrencias de él. Siempre se lo digo: “Si ese ingenio lo aplicaras en tu negocio serías un Steve Jobs, pero tampoco sé si serías tan feliz como eres”.

¿Será también que a veces faltan recursos para materializar las ideas?

Sí. Porque nos faltan recursos, y porque nos sobran. En Sevilla la vida es más tentadora, hay muchas más cosas que hacer. Aquí me cuesta más sentarme a escribir porque me estoy nutriendo de muchas cosas vitales más allá de escribir un libro. Yo estoy pudiendo disfrutar de lo que me da cada ciudad, como una ecuación.

Las redes sociales son también tu voz. De todas, ¿cuál es tu favorita?

Cada vez uso más Facebook, Instagram… Pero con la que mejor me lo paso es con Twitter. Me sirve para salvar los kilómetros que hay de Sevilla a Madrid. Cada vez que pasa algo en la ciudad me llega una foto. El otro día me meaba de la risa con uno que tenía la bici de Sevici en el balcón. O con el vídeo de la mujer de ochenta años que hace unos días se puso a enseñarle a bailar sevillanas a los ultras. Es eso, no es por caer en tópicos, ¡pero es que eso sólo pasa aquí! ¡En todos lados los ultras se pegan y aquí los ponen a bailar sevillanas! Es maravilloso. También me llegan por las redes chistes, bromas, comentarios… que añaden carne a mis libros. Por eso todos mis libros llevan al final una selección de tuits de la gente, como homenaje.

Hablando de humor, redes sociales... Esta semana se han celebrado en la Audiencia Nacional varios juicios a tuiteros, acusados porque el contenido de sus tuits “atentan contra las víctimas” de ETA y hacen “apología del terrorismo”. ¿Qué piensas al respecto?

No denunciaría ni metería a nadie en la cárcel por tuitear o hacer bromas de nada. Respeto todos los humores posibles y los alimento, porque la vida sin humor es una castaña. Pero sí es verdad que siempre he huido del “humor del tripitidor”. Me daba mucha pena cuando el tripitidor se metía con el gordito o el de las gafas en mi clase. No creo que el humor deba tener una víctima.

Yo mismo tuve que reflexionar. Cuando empiezas en las redes sociales te dejas llevar por el éxito y el retuit fácil. Me salían muchas bromas de Falete. Hasta que un tío me dijo: “Me harto de reír, pero que sepas que estás metiéndote con una persona ante tus 20.000 seguidores”. Me hizo pensar. Porque no creo que Falete se fuese a deprimir porque un mindungui como yo suelte alguna broma, pero no era necesario. No tenía derecho a reírme de este hombre por mucho personaje público que sea y por más que le gusten los filetes empanados, menos si es para yo conseguir retuits. Entonces, me inventé a un personaje, mi colega el Bombona, para hacer bromas que al final causan el mismo efecto en los seguidores.

¿Cómo es tu rutina escritora?

Me pones en un aprieto, porque aunque escribo libros, no me considero escritor. Lo que hago es apuntar en las notas del móvil los chistes, las pamplinas y las cosas graciosas que se me ocurren. Voy apuntando y apuntando. Después, me cojo una semana de vacaciones y me pongo a escribir doce horas seguidas en una biblioteca. Y en una semana lo escribo. Antes ha habido un proceso, pero lo que es la acción de escribir el libro, de siete a nueve días.

¿Qué tal compatibilizas tu vida laboral y familiar?

Bien, nos organizamos entre mi mujer y yo. ¿Tú eres madre? Lo sabes entonces. Compatibilizar a veces es espantoso.

¿Eres feminista?

Sí, no se puede no ser, ¿no?

No todo el mundo lo tiene tan claro

Es que es muy complicado... Mi hijo lleva el apellido de mi mujer…. Vamos, no es que sea más feminista por eso… Es que es muy complicado. Siempre tengo la sensación de que no es de forma consciente. A veces a mi mujer le dicen: “Ay que ver lo que Julio te ayuda”. No, yo no la ayudo, las tareas son de los dos. Es algo que tengo integrado que debe ser así.

¿Sigues siendo runner?runner

Me estoy quitando, estoy saturado de tanto correr. Me pasa como con la música indie. Si veo que ya a diez les gusta el mismo grupo, me deja de gustar. No me gustan las modas. Ahora hago boxeo, de lo que se suele tener una imagen de que es de ceporros, pero es puro ajedrez, una especie de baile.

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