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Space Surimi, el vacile musical de Jerez de la Frontera

Carlboro (izquierda) y Mc Eddie Coopermen son Space Surimi

Javier Domínguez Reguero

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“Hay mucha gente que no está acostumbrá / Que se puede rayar...pero no pasa ná”. Hay en las plataformas de mensajería un emoticono de una carita al que le explota el f***ing brain. No se me ocurre mejor forma de describir lo que supone acercarse a la música de Carlos López y Eduardo Ponce, Calboro y Mc Eddie Coopermen, respectivamente. Ellos son Space Surimi y son de Jerez de la Frontera (Cádiz).

Se presentan como unos “extraterrestres canasteros” que mueren por el pescaíto frito y una copita de vino de Jerez. Es como “si un platillo volante aterrizara en el polideportivo de tu barrio, abriera sus compuertas y montará una verbena interestelar”, recoge la nota de prensa de su nuevo LP, “Starfish Troopers” (Satélite K).

Space Surimi se formó en 2012 “sin pretensiones ninguna” y ha terminado haciendo “la música que escuchan los terminators”. Un sonido imposible de encasillar y que reúne distintos estilos: electro, gfunk, breakbeat, boom-bap, lo-fi, house... “Lo nuestro es como una berza, que tiene todos sus avíos. Pruébalo y ya me dirás”, dice Carlboro. 

Y en esa juerga “retrofuturista” traen una rima fresca con aliento Orbit. Cuando Mc Eddie Coopermen se juntó con “el Carli” se liberó. Antes rapeaba sobre temas con los que no se sentía muy identificado, pero pronto supo sacar letras con lo que maman en las calles jerezanas. “En la carnicería se coge mucho knowledge de las viejas, de los puritellitas, del cuponero...”, dice Mc Eddie Coopermen, que sigue ayudando en el negocio familiar “de vez en cuando”. Carlboro dejó “las garras del aglomerado” (vendía muebles) para dedicarse a producir música. 

El rap de Surimi Space destila idiosincrasia sureña salpicada por algunos anglicismos provenientes de la influencia estadounidense. En sus cabezas, la imagen de alguien en un reservado no es con una botella de champagne sino con una de Solera. Y que no falten chocos, ni acedías, ni chicharrones ni regañás, “que son muy apañás / pá rebañá las papas aliñás”. Tienen claro que el “cosplay dentro del rap” no va con ellos. “Nosotros nos juntamos en el estudio, nos lo pasamos bien y lo que sale es lo que somos”, dice Carlboro.

“¡No veas primito qué mamoneo!”

Space Surimi se sienten “libres como pájaros” aunque admiten que el panorama actual es menos inciso. “No hemos tenido problemas, pero es verdad que te tienes que cortar con ciertas cosas sobre todo cuando el rap que escuchamos es norteamericano donde se dicen barbaridades”, dice Carlboro. Mc Eddie Coopermen desaprueba letras racistas, machistas y xenófobas, pero le da “coraje” la coacción desde la justicia para abordar temas políticos y sociales. Pero lo soluciona tirando de ingenio.  

Algunos, quizás los que tienen “menos gracia que una rueda pinchá”, encasillan lo que hacen los jerezanos dentro de la etiqueta “rap parodia”. Pero, ¿qué hay de comicidad en el inicio del tema “Agustifellaz”?: “Últimamente está la gente muy malita de los nervios / Se comen los tranxilium como Cheetos / Los niños se dan de tiro en la puerta del colegio / y los patos del estanque están atacando a los viejos”. “A veces nos hacen entrevistas en Madrid y piensan que estamos de cachondeo”, resalta Carlboro. “No escribo para sacarle la risa a uno sino para mostrar lo que veo. Es más, creo que el rap que hacemos es de los de menos cachondeo en España”, remata Mc Eddie Coopermen. 

Aquellos maravillosos años 90

Space Surimi reivindica la etiqueta de millenials. Recuerdan el movimiento juvenil que desbordó la década de los 90: el breakbeat. “La infraestructura gorda se montó en Andalucía”, dice Carlboro. El productor augura el regreso de una escena musical que dejó grandes exponentes como Anushcka, Karpin, Kultur, Nitro o Franxis’90. “Todo lo que era cani, ahora se lleva y es una moda”. Los tatuajes de tribales, las gafas Arnette y los chándal Cortez harán su traspaso a lo cool, pero más allá de la tendencia, Mc Eddie Coopermen cree que puede ser un nuevo impulso para una potencia cultural “muy fuerte” que parte desde el sur. Y no es nueva. “Si hubiera habido Internet cuando tocaban Silvio, Triana, Pata Negra… hubieran salido [de Despeñaperros]”, asegura.

De momento, ellos ya han se han hecho un hueco en la escena del rap nacional. Sus seguidores acaban con el merchandising (“lo recaudado está destinado para comprar adobo”) y tras su concierto en Sevilla, llegan a Madrid el viernes 7 de mayo. Las entradas para los dos pases están agotadas. Traen “un directo matraquero para que la gente se lo pase bien” a pesar de que las imposiciones sanitarias les obliguen a estar sentados. Ya habrá tiempo de que salgan a bailar “las morenas buenas con aliento a hierbabuena”.

Space Surimi invita a subirse en su nave submarina para iniciar un viaje “por el espacio y por el mar que todavía están por explorar”. En el menú, además de cazón, tienen un puchero psicotrópico de rechupete. La nevera está llena de botellines de cerveza y de cortitos de La Ina. Sólo hay que dejarse guiar. Space Surimi es pura fantasy.

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