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Desmontando el empacho de la estupidez: los actores, impostores profesionales

estupidez

Sonsoles Valenzuela

Para reencarnar a un personaje que dice “eso es una estupidez” o para moverse con la disonancia del cuerpo de una persona parapléjica, un actor, siguiendo las orientaciones de la dirección de la obra, ha tenido que construir la historia de vida de su personaje, sus movimientos, su psicología e identidad.

¿Por qué está enfadado? ¿Qué gesto utiliza para mostrar su enfado? ¿Cuál es su tono de voz para mostrarlo? ¿Cómo gesticula una persona que apenas puede mover la cara y las manos? Si las personas expresamos el enfado, la alegría y nuestros gestos de forma espontánea y natural, el actor, para llegar a ello, tiene que realizar todo un proceso de entendimiento de la psicología y cuerpo del personaje, para integrarlo, naturalizarlo y que, a ojos del espectador, se presente la acción y el conjunto de la obra igual de espontáneas que si la realizase una persona en la realidad.

Es lo que se conoce como el proceso de creación del personaje y montaje de una obra, que se inicia en la primera lectura del texto y se modula a lo largo de los ensayos, hasta finalmente mostrarlo en una pieza completa en el teatro. Por eso, los actores son unos impostores profesionales, en la medida que son unos artistas de la impostura: recrean la identidad de uno o varios personajes para que los espectadores, ya desde las butacas, averiguen esta identidad, decodificando los significados que van dando los personajes. El resultado es una obra teatral que se presenta como una realidad ficticia y falsificada, a la par que verosímil.

A grandes rasgos, esta es la base de la investigación ‘Teatro y Psicología. Un modelo de estudio de simulación de la conducta’, elaborada por Alberto Rosa, catedrático y profesor de Psicología Básica en la Universidad Autónoma de Madrid. Un estudio psicológico sobre el montaje y la representación de una obra de teatro que ha realizado en colaboración con la Compañía Feelgood Teatro y otros investigadores y alumnos. Para abordar la investigación, Alberto Rosa y el resto del equipo se adentraron en la intimidad de los ensayos de la producción teatral La Estupidez, escrita en 2003 por el autor, director y actor argentino Rafael Spregelburd, dirigida por Fernando Soto y que se acaba de despedir en Zaragoza tras haber pasado por 25 ciudades y realizar más de 70 funciones.

Un motel de carretera en Las Vegas

Para exponer esta metodología y las conclusiones de la investigación, Alberto Rosa desmontó en la presentación la escena número 5 de la obra, que se desarrolla –a ojos del espectador- tal que así: Habitación de un motel de carretera en Las Vegas. Un hombre entra empujando la silla de ruedas en la que va sentada una mujer de mediana edad, rubia y parapléjica. Él comienza su monólogo, ella escucha y observa como si fuera una espectadora más. Su nombre es Jhon, es un actor frustrado y articula sus palabras mientras circula por la habitación con movimientos nerviosos, entre el hartazgo, la cólera y la tristeza silenciada. Habla con su madre por teléfono. “¡Y no, no pudimos estar en el entierro! …. No creo que Ivy entienda nada, y quieres pasearla más de mil kilómetros para que se entere de que su padre ha muerto…” . Su padre ha muerto pero no quiere contárselo a Ivy, su hermana, ¡para qué! Desde su silla, Ivy mueve las manos y cabeza, expresando desde sus limitadas posibilidades físicas la vida de su cerebro, que parece ir a mil por instante.

Jhon continúa hablando con su madre, en un diálogo virtual porque sólo le escuchamos a él, relatando así al espectador la narrativa de su familia. “Claro que lo siento mucho, pero por lo menos ahora está muerto, y tú vas a estar mejor. Y yo también…” Se dilucida que la madre ha sido una mujer maltratada durante años por el marido. Ivy está escuchando y sufriendo todo, pero no puede participar. Jhon trata a Ivy con desprecio, después con cariño, nuevamente con violencia. Entre los espectadores, más de uno piensa en levantarse de su asiento, subir a escena y llevarse a Ivy para protegerla de tremendo desalmado, por el que a veces se siente rabia, otras pena; la misma ambivalencia con la que él mal-trata a Ivy. “No soy fuerte, no tengo por qué serlo, y estoy harto de enfermos. (...) Te lo voy a explicar más claro: esta familia es una pesadilla. Te voy a decir una cosa: yo no valgo para el sufrimiento. No está en mi naturaleza. (…) Y yo lo siento mucho, pero no tengo alma de enfermero. (...)” Jhon cuelga, decide irse al bar. Ivy explota en número de movimientos con su rostro, sus balbuceos y manos, pidiendo algo. Jhon la comprende sin palabras. Le pone los cascos antes de encerrarla en el baño. Ivy se muestra eufórica, le fascina la música, ¡lo expresa con todo su ser! Provoca la risa del público, que al cierre de la escena tiene sentimientos encontrados.

Interpretando la escena

En el desarrollo de esta escena los espectadores van construyendo la psicología de los personajes e interpretando la escena conforme Jhon e Ivy van dando información, explícita e implícita, sobre las claves de su identidad impostada, pero que ellos construyen y el público interpreta como una realidad verosímil. Por tanto, expone el investigador, “el actor de teatro es alguien que finge ser otra persona, es un impostor profesional que tiene que mostrarse en escena con una identidad artificial, falsa pero creíble. Tiene que pretender actuar genuinamente en una situación falsa, pero verosímil. Tiene que mostrar posturas, realizar movimientos, hablar y emocionarse ”como si… todo lo que hace está planificado, es artifical y sabe lo que va a pasar y cómo va a terminar la situación que finge“. Porque a diferencia de lo que sucede en realidad, en el teatro hay un guión preestablecido.

Y, ¿cómo llegaron a impostar los actores la identidad de sus personajes? En el proceso creativo de la obra, que parte de un texto literario para construir un texto nuevo, el escénico. Explicado por Alberto Rosa a través de los cuatro campos de análisis en los que se ha dividido el estudio, a partir de la observación de la producción de la pieza: el proceso colectivo y distribuido de la interpretación del texto y la elaboración de la producción, que concluye con la elaboración del producto-mensaje. El proceso de construcción de los atributos que componen la identidad de cada personaje. La gestión del repertorio expresivo de los actores que constituye su caja de herramientas profesional para dar vida a los personajes (posturas, movimientos, gestos, prosodia, expresiones emocionales). Y la interpretación del producto por parte de la audiencia. Porque el público influye mucho en el proceso de creación.

El elenco de actores (Fran Perea, Toni Acosta, Ainhoa Santamaría, Javier Márquez y Alfonso Mendiguchía) estuvo presente en la exposición del estudio en Sevilla. De carácter descriptivo, el estudio ha utilizado para recabar los datos el método observacional, complementado con entrevistas personales y reuniones grupales. Al término de la exposición, los actores de La Estupidez comentan entre la risa, el agradecimiento y la sorpresa: “No me planteo que hago tantas cosas en los ensayos, si no no sería actriz” (Toni Acosta). “Para los actores es una oportunidad para vernos desde fuera. Poder ver desde donde viene la construcción del personaje” (Ainhoa Santamaría).

Entre el humor, la reflexión y el conflicto

La Estupidez es un obra que cabalga entre el humor, la reflexión y el conflicto, ambientada en un motel de carretera de las Vegas y de gran complejidad en su estructura: 5 actores interpretan a 24 personajes en 6 relatos distintos, con una duración de 3 horas y 30 minutos; una trepidante road-theatre. También en sus diálogos y contenidos es dura, porque la estupidez, la fragilidad de la inteligencia humana, nace, se hace y se expande con facilidad.

Nace en infinitud de ámbitos y pensamientos. Entre ellos, uno de los destacados en esta obra, la avaricia: el afan desmedido por adquirir y poseer riquezas. Siguiendo las palabras de Albert Einstein, “dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo que el universo lo sea”. Para Spregelburd, la avaricia es el símil de la estupidez como uno de los “pecados capitales” de la humanidad. De ahí que eligiera ese para la cuarta obra de su Heptalogía de Hieronymus Bosch, una interpretación teatral en siete capítulos, de la pintura La mesa de los pecados capitales del holandés Hieronymus Bosch (El Bosco).

'Desmontando La Estupidez' a película documental

Fruto de esta interesante combinación entre Teatro y Psicología que se adentra en las final líneas entre la realidad y la ficción y la difusa naturaleza de la identidad, se está preparando una película documental que estará protagonizada por la Compañía Feel Good Teatro y el grupo de psicólogos de la Universidad Autónoma de Madrid. Pieza que mostrará el proceso de montaje de la obra de su primera lectura a su estreno comercial y cómo, en paralelo el equipo de psicólogos observa, analiza e indaga en los procesos y elementos psicólogos que configuran el acto de actuar, utilizando el propio metraje del documental como herramienta de análisis.

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